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Pablo Favarel, un rosarino perdido en Venezuela

17:39 31/08/2021 | Trabajaba en Tribunales y le quedaban dos materias para ser abogado. Dejó todo, se fue a dirigir a Dubai y después se instaló en Latinoamérica.

Favarel fue campeón con Espartanos (Foto: Prensa Súperliga)

-Renuncio
-¿Cómo que renunciás? Vas a dejar un trabajo soñado…
-Ya está tomada la decisión
-Pero…
-No hay nada que puedas hacer para convencerme, me voy en unos días a Dubai

No era René, pero se escapó de la rutina para pilotear su viaje. Tampoco quería ser técnico, sino jugador. El destino lo puso en su sitio y un día en un banco de suplentes se preguntó a sí mismo por qué hacía lo que hacía.

Baños introspectivos de realidad lo dejaron en ese asiento, aunque unos metros más cerca de la mesa de control… Decidió que sería entrenador. Al principio era un hobbie y su verdadero camino era la abogacía.

Estudiaba leyes y tenía un trabajo en Tribunales. Su mano la leía cualquier practicante del arte de la quiromancia. Un empleo estable, un auto, una casa en el futuro… Lo predecible.

Pablo Favarel era su nombre y poco a poco su corazón empezó a dividirse. Como Batman, hacía una cosa de día y otra al caer las horas. Estudiante, oficinista y monitor en el mini básquet en el club Gimnasia y Esgrima de Rosario, en eso giraba su eje.

Mantener las tres facetas no fue fácil y un día un llamado lo cambió todo. “Llevaba seis o siete años trabajando en formativas y Roberto Maya, que fue el que me inició en esto, y era muy amigo de Daniel Maffei, me comunica que hay una opción para ir de asistente a Dubai”. Sí, no escucharon mal. Así lo confiesa Favarel.

Si aceptaba la oferta, Pablo tenía cuatro días para irse. Le quedaban dos materias para finalizar la carrera de abogacía. “Ni dudé. Fui a Tribunales, me presenté en el juzgado que trabajaba y renuncié. Todo el mundo me decía que estaba loco, porque es un empleo muy apetecible. Buen sueldo, un mes y medio de vacaciones… No me importó nada, agarré el bolso y partí”, clarísimo.

Faltaba poco para que terminara 2009 y al llegar al lugar sintió que estaba en la luna. Lujos, avances tecnológicos y la ostentación como sinónimo del paradigma. Era otro planeta.

No así los jugadores: “Eran bastante holgazanes, no les gustaba la exigencia y en los entrenamientos estaban conformes con hacer partidos de cinco contra cinco. También les costaba el tema de los horarios y el reglamento. Solo se permitía un extranjero y el nivel no es tan alto por lo que había que tratar de acoplarse. Parecíamos serbios en relación a los árabes por lo dictatoriales que éramos, jaja”.

Sumó experiencia, volvió al país con Maffei, ambos fueron campeones con Quilmes en el viejo TNA y su pasado como posible abogado ya estaba pisado. Había caído perdidamente enamorado de la pelota naranja.

Después recaló en Olímpico para ser asistente de Fernando Duró, luego viajó a Corrientes para hacer lo propio con Nicolás Casalánguida en Regatas y constantemente fue absorbiendo conceptos de dos de los mejores entrenadores del país.

Sus apuntes iban llenándose y tras esa experiencia con el actual entrenador de Fuerza Regia se dio cuenta que se encontraba listo para dar el siguiente paso: “La exigencia con Nicolás es altísima. No solamente hay mucha carga de trabajo y de intensidad. Hay que estar activo, preparado y con conocimientos. Eso provocó que me tenga que esforzar mucho en mejorar. Me daba las herramientas y yo debía aprovecharlas para ponerme a la altura de lo que él necesitaba”.

Esperó un tiempo, volvió a Olímpico con Duró, estuvo en Ferro con Ariel Rearte, y eventualmente con Fernando dieron juntos el salto al seleccionado de Venezuela. Era el principio de un viaje que todavía no finaliza y hasta el día de hoy lo mantiene como un rosarino perdido en el lugar.

Llevaron al país al Mundial de China, pusieron en lo más alto a Guaros a nivel clubes y se mantienen perfeccionando todas las áreas del básquet del país con un proyecto de desarrollo, que va desde un plan altura hasta la academia de entrenadores, el 3x3 y la introducción de la práctica de la disciplina en las escuelas.

Entre toda esa parafernalia, en medio de la pandemia llegó su hora y le ofrecieron ser entrenador en jefe de Espartanos en la Superliga de Venezuela. Como aquella tarde en la que le dijeron para ir a Dubai, el rosarino no se inmutó y dio el sí en menos de lo que dura un respiro.

Al igual que en Quilmes, fue campeón con los de Distrito Capital y en ese querible territorio latino encontró un lugar al que llama hogar. “Cuando vinimos a Venezuela, el contrato solo era por la primera ronda de las ventanas. Apenas seis partidos. Lo veía como una experiencia de seis meses… Una cosa fue llevando a la otra y ya llevo cuatro años acá. Estoy cómodo, viene siendo algo muy lindo lo que me pasa”, exclama sin perder su característico acento.

Emigró, volvió, partió otra vez y nunca más dejó de escuchar a su corazón. Las vueltas de la vida son la vida misma para Pablo Favarel y su carrera recién está comenzando.

Cuando no sepan bien qué hacer, recuerden a ese rosarino que siguió al amor y con la mano en el pecho se fue en busca de aventuras y de lo que más quería. Jamás es tarde para cambiar, para volver a empezar. 

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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