Especial

Jerry Tarkanian: la leyenda del tiburón loco, rebelde y ganador

08:59 27/08/2020 | En la NCAA del juego hipercontrolado y sin límite de tiempo de posesión, un entrenador pateó el tablero para dejar que sus pupilos desparramaran su talento sin restricciones: Jerry Tarkanian.

Fue una revolución vertiginosa, condimentada con sanciones, juicios, carisma y reclutamientos polémicos. Las autoridades universitarias lo persiguieron por décadas y se dieron el gusto de atraparlo en la cresta de la ola. Pero al final del cuento, tuvieron que pagarle una jubilación millonaria.
 
"Papá luchó, luchó y luchó". La sencilla frase de Danny resume gran parte de la vida de su padre, Jerry Esther Tarkanian -el Tiburón-, nacido en Euclid, Ohio, el 8 de agosto de 1930, y fallecido en Las Vegas el 11 de febrero de 2015. Su madre, que había llegado a los Estados unidos huyendo del genocidio perpetrado por el Imperio Otomano contra los armenios, desoyó la oposición de su segundo esposo -el padre de Jerry falleció cuando él tenía apenas 13 años- y lo envió a practicar deportes.
 
Tarkanian eligió el básquetbol y llegó a jugar en la NCAA ‘54/55 para Fresno State. Pero apenas le tomó un año darse cuenta que lo suyo era la enseñanza y consiguió su primer trabajo en San Joaquín Memorial High School de Fresno. Nadie podía imaginarse que estaba destinado a ser un ícono revolucionario, elogiado y criticado, perseguido y defendido, amado y odiado, insaciable e infatigable.
 
Tras una década de éxito en las escuelas secundarias y los junior college (JuCo) de California, fichó en la universidad de Long Beach State. Su primera medida fue social: enterró la regla no escrita que indicaba que al menos tres de los cinco titulares debían ser de raza blanca. Y estrenó un sistema de reclutamiento innovador y polémico, pronto tildado de “renegado” y acusado de recurrir a “prácticas sospechosas”.
 
En otras palabras, de ofrecer beneficios no permitidos a cambio de sumarse al equipo. Fue a buscar jugadores donde olía talento deportivo pero poco dinero para pagar una carrera. El debate apenas empezaba cuando Tarkanian lo alimentó con un barril de combustible: firmó una columna acusando a la NCAA de ignorar los trapos sucios de las universidades poderosas y, en cambio, perseguir a las pequeñas. Nunca se lo perdonaron. Porque era cierto.
 
En 1973, la NCAA puso a Long Beach bajo supervisión buscando cortarle las alas al carismático DT, pero éste se mudo a Nevada-Las Vegas. Fue un hito histórico. Tarkanian decidió darles a sus jugadores una libertad de juego que hasta ese momento nunca había otorgado. La leyenda dice que, consciente de lo que vendría, fue él mismo quien bautizó a sus nuevos pupilos como “Runnin’ Rebels” (“Rebeldes corredores” o “Rebeldes en fuga”).
 
Su filosofía de juego lo justificaba: enorme intensidad, defensa hombre a hombre a presión y ataques rápidos. Muy rápidos. En la era de las ofensivas sistemáticas, sin límite de posesión y ritmo pausado, los RR pronto se hicieron notar. UNLV pasó de ser una Universidad ignota al Final Four en apenas tres años y destrozó récords: superaron los 100 puntos 23 veces en la ‘76/77, con una seguidilla inédita de 12 encuentros y un total de 3.426 tantos. La derrota 84-83 ante North Carolina postergó la ilusión.
 
La NCAA reanudó su ataque: dos años de “supervisión exhaustiva” para UNLV y suspensión para el DT por el mismo lapso, aunque se objetaban reclutamientos de 1971, previos a su llegada a la institución. Respondió como nadie se atrevía entonces: presentó una demanda, consiguió un amparo y siguió al frente del equipo. El caso llegó hasta la Corte Suprema de los EEUU, que recién se expidió en 1988.
 
Si bien lo hizo a favor del derecho de la NCAA a sancionar, durante la década que duró el juicio se reveló que pretendía castigar sin bases sólidas y sin respetar el derecho a defenderse de los acusados, entre otras múltiples violaciones. Tarkanian, mientras tanto, siguió ganando. La gloria le llegaría finalmente en 1990, tras aplastar a Duke 103-73 y sellar la máxima diferencia y la máxima anotación en una final universitaria.
 
Pero entonces llegó la sanción más dura. Lloyd McDaniels -un escolta neoyorquino adicto al crack- fue reclutado por Tarkanian. Poco después lo atraparon comprándole droga a un policía encubierto. Era evidente que el DT conocía el problema, lo que quebró su relación con la Universidad, que además terminó suspendida por la NCAA. Sin embargo, le permitieron defender su título y cumplir el castigo a partir del año siguiente.
 
La ‘90/91 fue una temporada soñada para los Runnin’Rebels, que llegaron al Final Four pisoteando rivales: 34-0. Se toparon una vez más con Duke, en un encuentro histórico que marcó el inicio del ocaso para Tarkanian y el ascenso definitivo del entrenador rival, Mike Krzyzewski. Los Blue Devils ganaron 79-77. El Tiburón nunca volvió a sentarse en el banco de la UNLV.
 
Un breve paso posterior por los Spurs de San Antonio y el regreso a su alma máter, Fresno State, marcaron el final deportivo de la carrera de un mito que es parte del Salón de la Fama del Básquetbol desde 2013. Pero a su batalla contra las autoridades universitarias aun le faltaba el capítulo final. En 1995 demandó a la NCAA por practicar un hostigamiento reiterado y planificado en su contra. La organización temía otro escarnio público y prefirió un arreglo extrajudicial. Después de 25 años de perseguirlo, le pagó 2.500.000 dólares por las molestias causadas.
 
Mariano Suárez
En Twitter: @SuarezMariano

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