La historia de León

León por Adrián Paenza: un tipo que volvía del futuro

11:17 22/04/2018 | En el día en el que se cumplen 20 años de su fallecimiento, seguimos recordando una serie de notas realizadas por personajes cercanos a León publicadas por Básquet Plus revista.

Recordamos una zaga de informes especiales sobre la vida de León Najnudel, en el día en el que se cumplen 20 años de su fallecimiento, ocurrido el 22 de abril de 1998. Fueron publicados por Básquet Plus revista en el año 2008, cuando se cumplieron los primeros 10 años de su muerte. Cada una estuvo escrita por un periodista distinto. Creemos que la mejor forma de homenajear a León es así, a partir de la pluma de gente que estuvo muy cerca de él y que, como nadie, podrán darle a usted un panorama diferente de un tipo excepcional. En este caso, lo recuerda Adrián Paenza.

 

Si hubiese estado en Chicago cuando se cumplieron los diez años de la muerte de León, quizá no hubiese ocurrido nada distinto a cualquier día de mi vida. Las cosas se dieron para que estuviera en Buenos Aires. Un día me llamó la gente de Página 12 para publicar la misma nota que le hice a León hace diez años. Otro día me llamaron de ESPN Deportes, después fue Víctor Hugo Morales el que me pidió de leer esa nota al aire, y empezó una catarata de llamados que me obligaron a pensar en cosas que yo no me acordaba, lo que está muy bien. Un día fui a cenar con Víctor Hugo y terminamos hablando como una hora de León. Normalmente nunca hubiera pasado. 

Cuando leí aquella nota para el programa de Víctor Hugo, me emocioné mucho. Me cuesta mucho hablar de León en pasado, lo mismo que me pasa con mi viejo. Con León tuvimos una relación muy intensa. Nos podíamos llamar 25 veces en un día. Yo no sé si soy una buena o una mala persona, pero seguramente soy una mejor persona a partir del contacto que tuve con él. León, Timoteo (Griguol), son tipos que me han marcado mucho. El deporte era una excusa. León no fue un entrenador. Es decir, fue un entrenador de básquetbol dentro de muchas otras cosas. Ni siquiera sé si fue lo más importante, creo que no. Creo que fue lo que uno aspiraría a que fuera un dirigente. Era un tipo que volvía del futuro y nos contaba cómo había que hacer para llegar hasta ahí. 

León hizo algo muy difícil, que fue hacer las cosas en lugar de declamarlas. Muchos dicen federalicemos, etc, pero León fue a todo el país a hablar de su proyecto y a dirigir. Dejó una huella enorme. Billy Joel le escribió una canción a su hija en la que le cuenta que él le está cantando una canción que la madre le cantó a él y que la abuela le cantó a la madre. Y que tiene la aspiración de que al cantársela a la hija sabe que algún día ella se la va a cantar a su nieta. Y que es una manera de trasvasarse generacionalmente y de estar presente todo el tiempo. De alguna manera eso pasa con León. El está presente. Está presente en Scola, o está presente en la Liga o en Nocioni. En lo que a uno se le ocurra. O en España cuando gana un equipo que no sea Real Madrid o Barcelona. Hay una presencia constante, aún en su ausencia. 

León era una persona que trascendía porque era un tipo para escuchar. El me hacía una cosa que yo valoré mucho después. Proponía una idea y defendía lo contrario. Y lo ponía a prueba conmigo. Y llegaba un momento en el que yo no tenía más ganas, porque no podía fingir una discusión. Fue uno de los pocos tipos que conocí que era blanco o negro. No toleraba los grises. 

En el año 1981 había un interventor en la Confederación Argentina al que nosotros sacamos al aire por la radio en el programa Sport 80. Era un coronel, creo. Lo pusimos al aire al interventor y a León. Y Najnudel le decía “escucheme señor, usted no entiende”. Y era la época de la dictadura. Y él le estaba diciendo eso a un coronel. Y le decía también que no tenía nada que hablar con él porque no podía perder su tiempo. Había que tener mucho coraje para sostener eso. 

Un día me vino a buscar Gustavo González de Canal 9 para que hiciera unos partidos de la NBA. Yo no quería hacerlo, pero les dije que sí, siempre y cuando lo hiciera León conmigo. Entonces León vino. Era una serie con los Lakers. Un sábado a la mañana nos despedimos y él dijo “señora, manden a sus hijos a jugar al básquetbol”. Tenía una obsesión. Igual que con el operativo altura. Estábamos cenando, pasaba un chico alto, lo agarraba del brazo y le preguntaba la edad. Era un loco. 

Lo conocí varias veces a León. Yo nací en Camargo y Juan B. Justo, a tres cuadras de la cancha de Atlanta, donde se jugaba al fútbol, pero también al básquet. Ahí estaba Timoteo. Y el nombre de León estaba muy ligado. El tenía una reputación muy particular. Era jugador, pero siempre decía lo que le parecía que estaba mal. Era muy frontal y eso, en los chicos, era algo que se valoraba mucho. Se la bancaba. No éramos amigos en ese momento. Yo era hincha de River, y allí jugaban los hermanos Sandor, Ballícora, por eso el básquetbol formaba parte de mi vida. De todos modos, creo que debería decir que lo conocí realmente cuando fue a Ferro. Coincidió con Griguol, a quien yo sí conocía, y Timoteo quería incorporar cosas del básquetbol para el fútbol. En esa época, en Ferro se trabajaba de un modo especial, y había mucha comunicación entre los departamentos de los distintos deportes. Así empezó León a formar parte de nuestras charlas. Nos encontrábamos los sábados a la mañana en el Etchart y por ahí pasábamos todo el día charlando. Si no nos veíamos todos los días, igual nos manteníamos comunicados. Empezó entonces el intercambio, que fue una manera de progresar entre todos. Vaníamos de culturas distintas, teníamos preparaciones diferentes. En esa época, León empezó a discutir mucho el tema del dóping. Tenía una posición tomada muy clara con respecto a eso. En los años ’80 se hablaba mucho del consumo de sustancias en el fútbol. Había en Ferro, como en todo el fútbol argentino, jugadores consumidores supongo. Y si se implementaba el control en forma inmediata se iba a armar un escándalo. Se implementó en 1981 y León hinchó mucho para que eso sucediera. Le daba mucha importancia a eso y decía que había que empezar a jugar con deportistas que no se doparan. 

Timoteo traía de Córdoba la pureza, la limpieza de procedimientos y León pensaba igual. El concepto del trabajo diario. Eran dos tipos que le entregaban la vida a eso, porque era su pasión. Yo estaba fascinado por la manera en la que se trabajaba con chicos de una manera tan respetuosa. Los chicos eran jugadores un rato y personas todo el tiempo. León decía que eran personitas que habían vivido menos tiempo. Se preocupaba mucho por darles una estructura para después, porque sabía que eran muy pocos los que iban a llegar. Y en ese ámbito, él sabía que yo podía aportale una pata importante como era la comunicación. Yo estaba en Sport 80 con Víctor Hugo, Ibarra y otros, y ese grupo siguió mucho a Ferro, cuando los medios más grandes estaban con Boca y River. U Obras en el básquet. Recuerdo que un día fui a la radio y al aire dije que quería que saliera campeón Ferro. Y en Boca estaba Maradona. Se armó un revuelo bárbaro. Me importaba Ferro, pero más me importaba que saliera campeona una idea. Creo que hoy tampoco se podría hacer eso. 

En ese entonces estaba de presidente en Obras el ingeniero Miguel Mancini, que era un gran enemigo de León porque defendía las ideas exactamente opuestas. Algo similar a lo que ocurría con Amadeo Cejas, que estaba en la Confederación. Era una pelea desigual, porque los medios grandes estaban con ellos. León peleaba con balas de sebita contra tipos muy poderosos. Por eso haber logrado lo que logró es un hito muy particular de la historia. El deporte argentino tiene una gran deuda con León, aunque él no estaba solo. Tenía el aval de toda la gente del interior del país. No toda en realidad. Pero tener una voz en Capital que era respetada y defendiera sus intereses era muy valorable para ellos. 

Cuando se hace el repaso de la historia, es muy difícil medir los hechos sin tener en cuenta el contexto. En la Argentina había una dictadura en ese momento. Sostener lo que él sostenía era un desafío muy importante. No había voces de disenso público, en nada. En el deporte eso estaba un poco más permitido, con las restricciones obvias, porque no se podía hablar mal del Mundial 78, ni se podía criticar a su técnico ni a la selección. 

 

¿POR QUÉ?

Los inmigrantes que llegaron a la Argentina a principios del siglo pasado lo hicieron sin nada. Mi vieja corría atrás de un camión para comer el almibar de una lata de durazno que cayera desechada. Y los viejos de León vivieron lo mismo. Las diferencias y desigualdades que eso provoca, te hace madurar, te hace pensar. Y te va obligando a cuestionarte cosas. Una persona se establece en una profesión, cualquiera sea, la primera vez que dice que no. Cuando le decís que no a una cosa que todos los demás hacen, te situás en un lugar distinto. Después hay que sostenerlo. Tus pares dudan de vos, tus superiores empiezan a atacarte. León era un defensor a ultranza del fair play. Me ganaste hoy y te respeto. Valoro que me hayas ganado. Me enseñaste. Y eso no es habitual. León lo único que no le toleraba a un jugador era que no diera todo lo que tenía. Si jugaba bien o mal le importaba poco, pero no aceptaba que alguien se quedara con algo adentro. Para él, eso era una traición al equipo, a los compañeros. Así vivió él, a mil. Y desdramatizaba el ganar o perder. Se fumaba mil cigarrillos en el partido, corría por toda la cancha, puteaba si perdía, pero cuando se iba del estadio, chau, ya pensaba en el partido siguiente. A él le molestaba mucho cuando se hablaba de fracasos. “Campeón hay uno solo. ¿Los demás son todos fracasados?” solía decir. En ese sentido tuvimos mucha suerte, porque nos juntamos un grupo de gente con un pensamiento bastante parecido: Bonini, Aimar, Timoteo, León, yo. También tres dirigentes de Ferro como Leyden, Echeverri y Kriscautzky. Hicieron algo que no hacía nadie. Cualquier análisis que se haga del deporte de la época no puede obviar a Ferro. 

León pensaba en los demás. Quería ver cómo les dejaba algo. Cuando se enfermó, lo ví muy preocupado porque no quería dejar de vivir. No quería exhibirse vulnerable. No quería que nadie le tuviera lástima. Y quería vivir. 

Yo le pedí a algunos jugadores argentinos que están en la NBA que me ayuden con David Stern para tratar de llevarlo a León al Hall de la Fama. A Stern ya se lo dije varias veces, le escribí hace poco un mail nuevamente, hice una nota en un diario de Nueva York sobre la incidencia de León en el básquetbol argentino y, desde ese lugar, le pido a los chicos, principalmente a través de Nocioni, que es al que más veo, que lo intentemos. Lou Carnesecca está vivo y también puede hablar, Bobby Knight, John Chaney…todos estuvieron cerca de León. Yo no soy el más indicado para hacer el pedido, porque no existo como periodista para ellos, pero puedo ser el vehículo. Y ya hay gente del básquetbol internacional en el Hall de la Fama, así que creo que es posible. No sé si a él le hubiese gustado, porque lo hubiera minimizado, pero me parece que estaría bien que entrara. Me parece que sería justo que se homenajeara a León ahora, que todos saben quién es. Argentinos Juniors le puso el nombre Diego Maradona a su estadio ahora, Chicago le hizo una estatua a Jordan ahora. Si quiere va y la ve. Nosotros deberíamos hacer lo propio con nuestros próceres deportivos, y León es uno de ellos. 

 

ANÉCDOTAS

Recuerdo que una vez viajé con él a Europa. Estuvimos en Barcelona viendo un partido y a la mañana siguiente nos íbamos a París en un auto alquilado, sin radio. Llegamos muertos a la noche al hotel y había que salir bien temprano. Yo me dormí enseguida y León se quedó leyendo en la cama de al lado. Cuando me desperté a las cinco y cuarto, León seguía leyendo. Le pregunté a qué hora se había levantado y me dijo “no me dormí”. Se había quedado con un libro de básquet. Yo le dije que no iba a poder manejar solo hasta París, pero salimos. Durmió todo el viaje. Llegamos a París y yo estaba reventado. Entonces viene y me dice “vamos a ver un partido acá cerca, a Asnier”. Yo le dije que no, pero terminé yendo a ver un juego de segunda división del básquet francés. Después siempre me cargaba. Me decía “¿Querés que te lleve a un partido a Asnier?”. 

Un día estábamos en Nueva York y León quería ir al Harlem. Yo no quería. Porque aparte me daba miedo. Estamos hablando de principios de los ’80. Habíamos ido el día anterior a ver un partido de los Knicks y era la primera vez que yo veía NBA. Y cuando escuché a la gente gritar “¡defensa! ¡defensa!” no podía salir de mi asombro. Me pareció maravilloso que valoraran que había que evitar que el rival anotara puntos. La cuestión es que fuimos al Harlem. Ningún taxi nos quería llevar, hasta que uno aceptó y nos subimos. Cuando estábamos por entrar al barrio, el conductor nos aconsejó que nos sacáramos los relojes y que le pusiéramos la traba a las puertas. Yo tenía un miedo…Llegamos a la cancha al aire libre a la que íbamos y eran absolutamente todos afroamericanos. A él lo conocían, pero a mí no. Nos pusieron a los dos en uno de los bancos de suplentes. Nunca ví un partido con tanta intensidad.

 

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