#AdiosCapitan

Yo he visto a Luis Scola

21:26 20/09/2021 | Con el retiro de Luis, se cierra la última puerta de una Generación Dorada que lo tuvo como su imagen más representativa.

Scola deja un legado único e inigualable (Foto FIBA)

Cuando Luis Scola nació, el 30 de abril de 1980, habían pasado solo 5 días de una de las grandes frustraciones de la historia del básquetbol argentino. En Puerto Rico, la generación de los compañeros de su papá Mario (Chocolate Raffaelli, el Tola Cadillac, el Negro Romano, Miguel Cortijo y demás), había coronado un torneo fantástico en el Preolímpico, logrando la clasificación para los Juegos después de 28 años, pero la dictadura militar había decidido plegarse al boicot de Estados Unidos contra la Unión Soviética (la sede de los JJOO era Moscú ese mismo año), por lo que el equipo nunca llegó a participar. 

Recién se volvería 16 años después, en Atlanta, dando un batacazo contra Lituania pero quedando afuera de los cuartos de final, y la siguiente parada sería Atenas, en el 2004. Argentina concurrió a ese torneo siendo subcampeón del mundo y con varias figuras en su plantel, sobre todo cuatro de los titulares y el primer suplente: Manu Ginóbili, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Pepe Sánchez y Luis Scola. 

Scola tenía 24 años, pero arrastraba ya una larga y exitosa carrera en Europa. Rubén Magnano lo hacía entrar de suplente (el titular era Wolkowyski), algo que nunca terminó de aceptar, por eso cada vez lo hacía mejor, para demostrar que tenía que ser titular, algo que recién llegó en el Mundial 2006, con Sergio Hernández. 

Podría decirse que en el 2007 alcanzó el grado de héroe, cuando llevó a la Argentina a la clasificación para Beijing 2008 en el durísimo Preolímpico de Las Vegas, con pocos de los top centrales de la selección, y desde ahí edificó una imagen que lo llevó a un lugar que seguramente ni él se imaginó jamás. 

Aunque el estiramiento en la edad de juego de los deportistas ha variado significativamente en este siglo, no me caben dudas de que no habrá muchos Scolas en el futuro. Seguramente en 10 años será habitual que un profesional juegue a los 40 años, pero que repita una carrera como la de Luis, imposible. Ni siquiera la de Pau Gasol, que en Tokio se alejó de la selección (no se sabe si también se retirará del basquet definitivamente), se asemeja, porque Luis tuvo algo que no se encuentra ni siquiera en las selecciones más humildes: un compromiso de participación único. 

Scola no faltó a ninguna cita desde que lo convocaron a la de cadetes en 1995. Solo hubo dos excepciones: el Mundial U19 de 1999, porque Julio Lamas prefirió que fuera con la mayor al Preolímpico de Puerto Rico, y el Premundial 2005, donde Argentina no necesitaba clasificarse para Japón 2006 por ser campeón olímpico. Única vez que por decisión propia no fue, más allá de que todos los que ganaron el oro en Atenas estuvieron exceptuados de ir. 

Compromiso, esfuerzo, liderazgo. Scola deja el juego siendo mucho más que un deportista. Luis ha entrado, hace rato ya, en un club exclusivo a nivel mundial de personajes extraordinarios. Ha sido uno de esos tipos que dejarán huella por generaciones. Aunque la vorágine del mundo actual marca que, salvo poquísimas excepciones, todos los deportistas son olvidados un tiempo después de su retiro, Luis extenderá su presencia en la memoria colectiva mucho más. Porque su legado va más allá de una cancha de básquet. Es un mito, una leyenda, que en el total de la historia, pocos podremos darnos el lujo de decir que lo vimos jugar. Yo lo he visto, y he sido un privilegiado. 

Fabián García / [email protected]
En Twitter: @basquetplus 

Compartir