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Los Angeles Lakers venía de ser campeón en la temporada anterior, terminando con un fabuloso récord de 67-15 en la fase regular, y ahora llegaban nuevamente a las finales ante un rival que absolutamente todo el mundo pensaba no podía hacerle siquiera cosquillas.

Era junio del 2001 y los Sixers del pequeño Allen Iverson se hicieron gigantes y metieron el batacazo ganando el primer juego en LA, pese a los 44 puntos y 20 rebotes del jugador más dominante del momento: Shaquille O'Neal. Kobe Bryant jugó mal (15 puntos, con 7/22 de campo), y Iverson hizo un desastre: 48 puntos. Fue el 6 de junio de 2001. 

Con la serie 0-1, el segundo juego en Los Ángeles, hace hoy 20 años, era imposible de perder para los Lakers si querían el repeat. Y Shaq era el líder de ese equipo junto con Derek Fisher y Horace Grant, veteranos con experiencia y calidad. Kobe tenía 22 años y pintaba para monstruo, pero le faltaba recorrido. 

Ese 8 de junio del 2001, en el flamante Staples Center, todo fue bastante distinto, aunque a los Lakers no les sobró nada. Kobe subió su producción para irse a 31 puntos, Iverson cayó de 48 a 23, pero la figura absoluta de la noche fue Shaq, que terminó con una planilla que al borde estuvo de conseguir un cuádruple doble: 28 puntos, 20 rebotes (segundo partido seguido con esa marca), 9 asistencias y bestiales 8 tapones. 

Ese día, se acabaron las dudas para el equipo de Phil Jackson, que viajó a Philadelphia y liquidó la serie de visitante, ganando allí los 3 seguidos, siempre con Shaq como potencia devastadora, siendo elegido MVP de las finales con promedios de asombro: 33.0 puntos, 15.4 rebotes, 4.8 asistencias y 3.4 tapones, en 45 minutos de media. Un animal.