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Historia

El Lobito Fernández, una llamada de Pop y una cena con Manu y Oberto

17:17 13/03/2022 | Juan Fernández vivió una experiencia única estando en Philadelphia, durante su estadía jugando para la Universidad de Temple.

Juan Fernández y el dúo dinámico Oberto-Ginóbili, protagonistas de una noche inolvidable

Juan Manuel Fernández nació en una cancha de básquet. Hijo del Lobito, multicampeón de la Liga Nacional con GEPU, Boca y Estudiantes de Olavarría, esa dedicación desde la cuna hizo que, sumado a su talento natural, no extrañanara que se enfocara en este deporte. Y, cuando llegó a los 18, tomó una decisión que pocos tomaron antes: ir a perfeccionarse y a estudiar a la Universidad de Temple, en Philadelphia, donde Pepe Sánchez había dejado un recuerdo imborrable. 

En uno de sus años en el equipo, se produjo una situación totalmente imprevista. Y lo contó el propio Juan en su blog Punto y aparte, donde se da el gusto de publicar historias y anécdotas vividas a lo largo de su carrera. 

Dice Juan: "Hacía un mes que había llegado a Philadelphia y cuando termina el entrenamiento me llama a su oficina el coach Dunphy. Lo primero que pensé fue ¿qué cagada me habré mandado? Cuando voy me dice 'Juan, me llamó Gregg Popovich. Me dijo que como pasan la noche en Philadelphia porque mañana juegan contra los Sixers, Manu y Fabri querían invitarte a cenar con ellos hoy´".

Un mes en Philadelphia, todavía no había empezado a jugar en Temple, los Spurs van a jugar contra los Sixers, Popovich lo llama a tu coach y le dice que dos de los ¿3, 5? mejores jugadores de la historia del básquet argentino (y latinoamericano), te invitan a cena. ¿Es joda? "Mi primer pensamiento fue este tipo me esta cargando, debe ser una joda de bienvenida o algo por el estilo. Me reí y estuve a punto de dar media vuelta e irme cuando algo en su bigote me dijo que todo esto iba en serio. ¿Manu y Fabri?, dije perplejo. ¿Emanuel Ginóbili y Fabricio Oberto? repetí más para autoconvencerme que esperando una respuesta suya. ´Si, ¿querés ir o no?´, me preguntó con tacto". 

Uno de los asistentes del equipo, Matt Langel, el mismo que lo había ido a ver a Río Tercero para analizarlo, se ofreció a llevarlo, y hacia el restaurante fueron entonces esa noche. "Estaba tan confundido que no tuve ni la decencia de ponerme un par de jeans para por lo menos disimular el mal gusto en mi vestir que por aquellos años de soltería e independencia materna me invadía. Allá iba yo, con pantalones grises de jogging dos tallas muy grandes, un buzo gris encapuchado con escrito Temple en letras rojas enormes en el medio del pecho, con el número 4 a la altura del corazón para diferenciarlo del resto de mis compañeros que tenían exactamente el mismo atuendo y que, como yo, lo usaban hasta para dormir. Una campera negra invernal, porque estaba para helarse los huesos en pleno enero en Philadelphia, también ésta dos números muy grande para mi talla, pero que por mi timidez y mi gratitud al lugar donde había llegado no tuve los huevos de pedir cambiar para no molestar. Y una impresentable riñonera que no sé por qué motivo usaba tanto".

Tal era el cagazo de Juan, para hablar mal y pronto, que cuando llegaron al restaurante, le dijo a Matt que no se fuera, porque seguramente entraba, los saludaba y se iba. Matt se rió. Cuando se le puso a explicar al hombre de la puerta del elegante lugar que había dos personas esperándolo adentro, llegó una mujer y dijo "déjalo entrar que lo están esperando". 

Cuando subió al segundo piso, allí estaban en una mesa redonda los dos cracks de San Antonio. Entonces alguien tenía que romper el hiego: “¿Comiste, Juancito?", le dijo Manu. A Juan se le trabó la garganta y no sabía qué responder, mientras para su interior pensaba "Ginóbili me acaba de decir Juancito". Sin poder hablar, escuchó entonces que Oberto le decía: "Cómo has crecido Juan, ¿eh?, la última vez que te vi eras una miniatura”. En ese momento se acordó que Oberto, cuando su carrera recién empezaba en Atenas de Córdoba y ya mostraba su increíble talento, jugó con su viejo, por lo que lo conoció cuando tenía unos cinco años.

A todo esto, la cena fue pasando (Juan ni comió de los nervios), y después de un rato largo, Juan se dio cuenta que nunca había salido a avisarle a Matt. Entonces le mandó un mensaje, cuya respuesta fue "Juan, apenas pasaste la puerta del restaurante me fui a mi casa". Pero la historia no terminó ahí. Además de disfrutar una noche única, cuando estaban por terminar, Manu y Fabri le dijeron que lo llevaban ellos a su departamento, con el chofer de los Spurs que los estaba esperando afuera. 

El tema fue que, cuando le dijeron al chofer, éste se negó. No estaba habilitado para ir a la zona donde vivía Juan. Fernández, obviamente, les dijo que se olvidaran, que se tomaba un taxi, pero Manu y Fabri no aceptaron. Despidieron al chofer, y se fueron con Juan todos en un taxi, para llevarlo primero a él y después ir al hotel de los Spurs. "A ver si todavía te pasa algo. El Lobito me revienta", dijo Oberto. 

Los dos NBA se pusieron sus capuchas para pasar un poco inadvertidos, y se subieron todos a un taxi para llevar a Juan. Manu, para bromear, le preguntó al conductor, con pinta de extranjero, si le gustaba el básquet. “Me gusta baloncesto, sí, pero Sixers no bueno este año. Si no cambiar entrenador, Sixers very bad. Mañana San Antonio, imposible ganar. Sixers so bad”. El hombre se la dejó picando a Manu, que replicó: "¿Y conoce algún jugador de San Antonio? ¿Duncan, Ginóbili, Oberto?”. “Sí, sí, cómo no conocer Duncan, Ginóbili también conozco, claro que sí”, dijo el señor, que obviamente no tenía el don del reconocimiento facial. 

Llegaron al destino final, dejaron a Juan y se fueron a su hotel. Para Fernández, el recuerdo parece que fue ayer: "Ni me acuerdo el resultado de aquel encuentro, probablemente hayan ganado porque por aquellos años los Spurs no perdían muy seguido. Solo me acuerdo que ese día por algún motivo fuera de mi control no pude ir a la cancha a verlos jugar. Pero poco me importaba porque mi partido ya estaba jugado esa noche. Había compartido la mesa con Emanuel Ginóbili y Fabricio Oberto, había paseado en taxi por la ciudad con ellos de vuelta a la universidad, y había vivido una de las noches más memorables de mi vida".

Fuente: 
www.puntoyaparte.blog

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