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Las Finales de la NBA ofrecerán un escenario tan atípico como atractivo: Oklahoma City Thunder frente a Indiana Pacers, dos franquicias que representan los mercados más chicos de la liga en cuanto a audiencia televisiva. Según Nielsen, OKC se ubica en el puesto 47 entre las ciudades de Estados Unidos, mientras que Indianápolis aparece en el 25° lugar. Ambos están por fuera del top 20. En un contexto donde se esperaba a potencias como los Knicks, Lakers o Celtics, la presencia de Thunder y Pacers plantea una narrativa distinta, marcada por la eficiencia, la paciencia y la construcción a largo plazo.

Ni el Thunder ni los Pacers han ganado un título desde que existen como franquicias NBA. OKC, desde su mudanza de Seattle, aún no ha levantado el trofeo Larry O’Brien, mientras que Indiana ganó sus únicas coronas en la era ABA, antes de la fusión con la NBA en 1976. Eso potencia aún más el atractivo de esta serie: habrá un nuevo campeón. Y además uno inesperado, forjado a partir de decisiones inteligentes en el draft, apuestas de traspasos y desarrollo de jugadores sin el ruido de los grandes focos mediáticos.

Las figuras no vienen del marketing, sino del rendimiento. Shai Gilgeous-Alexander, MVP de esta temporada, fue elegido con el pick 11 en 2018 y llegó a OKC tras un traspaso. Tyrese Haliburton, elegido 12° en 2020, encontró en Indiana su mejor versión tras salir de Sacramento. Ninguno de los dos nació con la etiqueta de superestrella. El único top 5 drafteado que veremos en cancha será Chet Holmgren (2° en 2022), una excepción dentro de dos proyectos que desafían la lógica de los “mercados grandes”. Es una final que premia el scouting, la continuidad y la coherencia institucional.

Lo que está en juego no es solo un anillo, sino también una idea de liga. ¿Puede la NBA seguir creciendo desde la paridad y no desde los flashes de las grandes metrópolis? Esta serie será un termómetro de interés global y un espejo para otras franquicias que no cuentan con millones de fans en la costa este u oeste. Si el producto es bueno —y lo es: los Thunder tienen una de las mejores defensas de la última década y los Pacers juegan con un ritmo ofensivo eléctrico—, quizás no importe tanto el código postal.