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Las competencias de élite como los mundiales o los Juegos Olímpicos exigen al máximo el físico de los deportistas que deben aprovechar las horas que tengan de descanso. En Atenas 2004 el seleccionado argentino estaba en la previa de, probablemente, el partido más importante de la historia del baloncesto albiceleste: la final contra Italia. En medio de este de nerviosismo y ansiedad, los jugadores no tuvieron una mejor idea que salir a correr. 

"Leo (Gutierrez) y Walter (Herrmann) me parece que no salieron, creo que éramos el Chapu (Nocioni), Hugo (Sconochini) y yo", le comentó Carlos Delfino a La Nación. El dato preciso de cuantos y quienes eran los que salieron a trotar durante aquella noche griega es difícil saberlo, pero si se conocen algunos detalles del recorrido que tuvo aquella aventura por la villa olímpica.

Una idea apareció en la mente de los runners aficionados en medio de la travesía: pasar por la zona en donde se encontraban los jugadores italianos. Delfino y Sconochini decidieron pasar cerca de los europeos y, tratando de realizar una suerte de juego psicológico, realizaron lo siguiente: "Pasamos como unos tarados gritándoles, diciéndoles que miren lo bien que estamos, cuántas piernas nos sobran, que mañana los íbamos a comer y cosas así", explicó el actual jugador del Cento de Italia en esa misma entrevista.

Creer o reventar, Argentina se impuso en la final ante Italia por 84 a 69. Probablemente esa provocación por parte de los argentinos para con los italianos no haya tenido mucha injerencia en el accionar de los europeos durante el partido. Pero es una viva muestra de lo que reflejaba esa Generación Dorada. Mucho carisma, pequeños rituales y un arduo trabajo potenciador de los grandes talentos que estaban en el plantel que se coronó consiguiendo aquella épica medalla dorada.

Francisco Basiglio Godoy/[email protected]
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