Efemérides

A 25 años de un campeón único y un hecho histórico

01:15 20/08/2015 | El 19 de agosto de 1990, en el Luna Park, Yugoslavia ganaba el título mundial y, al mismo tiempo, empezaba su desaparición.

La Yugoslavia campeona mundial de 1990: un equipo inolvidable

En agosto de 1990, la Argentina basquetbolera vivía un hecho inédito. Después de mucho tiempo de ostracismo, con la excepción del golpe de 1986, cuando en la edición anterior había vencido al campeón Estados Unidos, organizaba un Mundial que la colocaba en el centro de la escena internacional.

Prensa de todo el mundo viajó a nuestro país para ver un torneo de un nivel estupendo en el lote de equipos poderosos, jugado en las sedes de Villa Ballester, Córdoba, Santa Fe y Rosario (primera fase), Salta (ronda consuelo) y el Luna Park (etapa final).

Argentina recién empezaba a disfrutar de ese milagro que era la Liga Nacional, que apenas tenía 6 ediciones hasta entonces, y soñaba con volver a meterse en el lote de los mejores, aunque la realidad marcaba que estaba lejos, muy lejos.

Eran épocas en las que a los rivales se los conocía en la cancha o por revistas. No se veía a las grandes estrellas del mundo por televisión, no se hacían giras habitualmente y, obviamente, no existía internet. Era todo una gran exitación para los amantes de este deporte. 

Además, un detalle lo hacía especial. Era la primera vez que FIBA autorizaba a competir a los jugadores que participaban en la NBA, y por eso hubo varios, en una época en la que los extranjeros no abundaban en la mejor liga del mundo: Vlade Divac, Zarko Paspalj y Drazen Petrovic ya estaban allí y jugaban para la monumental Yugoslavia. Alexander Volkov era el cuarto privilegiado, vistiendo la camiseta de la Unión Soviética. Los puertorriqueños Piculín Ortiz y Ramón Rivas también habían jugado en la NBA, pero al momento del Mundial estaban en clubes de España. Los norteamericanos, por última vez, fueron con un plantel de universitarios.

Otro detalle de ese Mundial, pero recién comprobado años después, es que fue el último torneo global en el que participaron Yugoslavia y la Unión Soviética como tal. Los primeros comenzaron la guerra un año después y los integrantes de la URSS se fueron independizando también a partir de 1991, como coletazos de la caída del Muro de Berlín en 1989.

Aquella Yugoslavia campeona juntaba un talento como pocas veces se vio en el mundo FIBA hasta la llegada del Dream Team de la NBA: Petrovic, Kukoc, Divac, Paspalj, Savic, Komazec y Perasovic eran sus principales nombres, liderados por el "veterano" Zeljko Obradovic, el más veterano del equipo con 30 años y con Dusan Ivkovic como entrenador. Afuera, por lesión, había quedado otro monstruo, Dino Radja.

Yugoslavia jugó un básquetbol brillante, a partir del talento de Petrovic en la base, la magia de Kukoc, la eficiencia de Paspalj y la potencia de Divac. Pese a que perdió un partido en la primera fase (75-82 ante Puerto Rico), fue un campeón arrollador, que el 19 de agosto, en el Luna Park, le dio una clase a la Unión Soviética para vencerla 92-75 y coronarse campeón.

Esa noche, el show basquetbolístico no fue el único punto central. Para la mayoría de los argentinos, hubo otra historia que pasó inadvertida, pero que sería decisiva para la historia del básquetbol mundial. En medio de los festejos, un hincha yugoslavo entró al campo con una bandera croata (nadie sabía aquí la diferencia), lo que enloqueció a Vlade Divac, que le arrebató la insignia y lo sacó a los empujones.

Era el reflejo del momento que se vivía en aquel país, que derivó luego en una sangrienta guerra fraticida que terminó con cientos de miles de muertos y tragedias. Para el básquetbol, el incidente de la bandera significó la rotura de relaciones entre dos íntimos amigos, como Divac (serbio) y Petrovic (croata), tal como luego mostró el impresionante documental Once Brothers. El Luna Park fue testigo privilegiado de ambas historias únicas.

 

 

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