NBA

A 55 años de la competencia más bizarra entre Russell y Chamberlain

09:04 25/08/2020 | En 1965, el pivote de los 76ers se convirtió en el jugador mejor pago de la competencia. Un día después, el de los Celtics lo superó con un arreglo increíble.

Foto: @NBAHistory

Wilt Chamberlain y Bill Russell protagonizaron una de las primeras grandes rivalidades que ha tenido la historia de la NBA. Como los pivotes más dominantes de la década del sesenta, fueron los encargados de llevar el juego a un nuevo nivel de excelencia y de luchar por el trono de la liga. Lo hicieron en la cancha, sí, pero sus cruces también se dieron fuera de ella. Una anécdota relacionada al salario de ambos define este concepto mejor que cualquier otra cosa.

Ocurrió un día como hoy pero de 1965, cuando Chamberlain pasó a los Philadelphia 76ers desde los San Francisco Warriors luego de que esa franquicia dejara la ciudad del amor fraternal para mudarse a California. En ese momento, el interno era el atleta más codiciado de toda la competición y estaba claro que lo iba a hacer valer en su contrato. Arregló una suma que, en aquellos tiempos, podía considerarse como una exorbitancia: 100 mil dólares. Eso despertó la imaginación de Russell.

Acostumbrado a ser un personaje tan cautivante como competitivo, el especialista defensivo de los Boston Celtics se acercó a las oficinas de la organización más exitosa de todas para hacer una petición increíble: quería ser el jugador mejor pago de la NBA. Y, para eso, necesitaba superar la cifra que le habían ofrecido a su rival. Entonces, armaron una jugada más que ingeniosa y acordaron pagarle un dólar más que al de los 76ers.

Chamberlain fue el primer deportista en la historia del torneo estadounidense en conseguir 100 mil dólares. Un día más tarde, el buen Bill había ido por más para demostrar que la lucha por el liderazgo de la liga no se daba sólo en la pista. A su modo, ellos fueron los responsables de hacerla evolucionar en muchos aspectos. Individualmente y como figuras de sus equipos, lograron ganarlo todo. Pero, mientras tanto, jamás perdieron de vista el camino del otro.

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