Especial

BP retro: la entrevista a Scola tras ser campeón olimpico en 2004

14:55 07/01/2020 | Empezaremos a publicar notas o informes de la etapa de Básquet Plus papel que, con el tiempo, adquieren una valoración puntual. Empezamos con una única: Luis Scola tras la obtención del oro.

Scola festeja un doble ante Italia en la final
En el básquetbol mundial cada vez hay menos jugadores distintos. La NBA se ha convertido en una fábrica de atletas antes que de talentos (por eso recibe cada vez más a los extranjeros destacados del mundo) y quizá sea esa una de las principales razones por las que el reinado del Dream Team murió definitivamente. Manu Ginóbili es un jugador distinto. Luis Scola es un jugador distinto. Probablemente sean los dos grandes jugadores distintos del equipo argentino que acaba de conseguir el mayor logro en la historia del básquetbol nacional y uno de los más increíbles del deporte criollo. Ginóbili traía todo un pergamino de antecedentes y triunfos resonantes que hicieron que el mundo tuviera sus ojos en él. Scola, menos popular y carismático que Manu, arrancó en estos Juegos Olímpicos como su perfecto lugarteniente para ir consolidándose juego a juego y terminar, no solamente como el jugador más valioso de la final, sino como el más rendidor del equipo argentino.
 
-¿Cuesta darse cuenta, no?
- Es difícil, porque no sos consciente de lo que está pasando. Yo creo que van a pasar meses, o años, hasta que uno entienda la dimensión de esto. Hoy veníamos con Pepe (Sánchez) en el avión y la gente nos preguntaba qué deporte practicábamos, y cuando les dijimos que habíamos ganado la medalla de oro en los Juegos, se desesperaban por verla. Con Pepe nos pusimos a hablar y coincidíamos en que no teníamos ni idea de lo que era el logro que habíamos conseguido. No sé cuando vamos a caer.

- Por Internet se ve que en el lugar al que va llegando cada uno (Oberto a Valencia, Montecchia a Bahía Blanca, etc) se genera una pequeña conmoción…

- Sí, es terrible. Fue un acontecimiento internacional. El Mundial es importante, pero es solamente básquet, atrae a un determinado grupo de gente. Igual que una Liga, que es impresionante, pero se relaciona más que nada con tu ciudad o tu país. Esto atrae a todo el mundo. Estados Unidos nunca le presta atención a nada que no sea de ellos, pero a los Juegos sí, y hoy te metés en cualquier página norteamericana y ves que están hablando de jugadores de los que seguramente nunca pensaron hablar. En España, donde jugamos buena parte de los que ganamos la medalla, están tan contentos como si hubieran ganado ellos… es muy fuerte todo.

- Decías que todavía no tienen noción de lo que ganaron. ¿Tiene que ver que al ser subcampeones mundiales esperaban estar tan arriba?

- Al revés. Cuando terminó la final del Mundial, uno de los mayores dolores que tenía y que más me torturaba, era que habíamos desaprovechado una oportunidad única e irrepetible. Sinceramente, en la intimidad, yo pensaba que nunca más iba a estar a un minuto y medio de salir campeón del mundo. Nunca. Porque es muy difícil, porque Estados Unidos no va más con universitarios, porque cada vez hay más equipos muy fuertes y…nosotros somos Argentina. Fue grandioso, llegamos, pero para mí era algo que no se iba a repetir jamás, y de repente me dí cuenta lo equivocado que estaba, porque dos años después no solamente repetimos sino que terminamos el trabajo como Dios manda.

- El haber conseguido el oro olímpico después de un subcampeonato del mundo, algo que lograron muy pocos equipos, ¿marca que ya están instalados arriba?

-  No, no, no…para estar instalados arriba hacen falta muchos años de logros y de conseguir títulos. Nosotros estamos haciendo cosas y hay que darles mérito, pero hay que ser realistas. Para llegar a ser considerados grandes como Yugoslavia, Estados Unidos o Rusia, hay que dominar las competencias varios años. Nosotros incluso tenemos gente que está preocupada por el recambio, por eso no tenemos que creernos loe mejores del mundo. Bah, en realidad en este momento tenemos algo de derecho a creerlo, pero no somos potencia histórica. Lo somos hoy, por ahora.

- Julio Lamas, en este mismo número, habla sobre aquel “pacto de sangre” de 1997, cuando tras el Mundial Sub 22 de Australia se prometieron jugar juntos alguna vez en la mayor. ¿Este es el sueño final de aquel grupo?

- Y qué te parece. No hay ninguna otra cosa en el mundo superior a esto. 

- Me refería más que nada a que seguramente jamás se imaginó ese grupo que, no solamente iban a jugar juntos en la selección mayor, sino que iban a alcanzar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos.

- No, pensar en esto en aquel momento hubiese sido una ridiculez. Jamás lo pensamos. Sinceramente, nunca se me cruzó por la cabeza que íbamos a llegar a este punto. 
 
LA CORONACIÓN
 
- Dentro de la locura de la que hablábamos antes sobre el tomar consciencia de lo que hicieron, para vos debe ser un problema por partida doble, porque conseguiste la medalla y fuiste una de las principales figuras del equipo.
- Es la satisfacción de haber hecho las cosas bien. Yo tenía una cuenta pendiente, que era muy dura para mí, por  no haber podido nunca jugar bien en la selección. A veces tenía un partido mediocre y algún periodista argentino o algún hincha me decía que había jugado bien y eso para mí era peor, porque yo creía que había sido un desastre. Me dolía porque sabía que podía dar mucho más. Prefería que me dijeran que había sido horrible. Esa fue siempre mi cuenta pendiente. Después del año pasado, cuando rendí muy poco en el Preolímpico, me propuse llegar bien a Atenas físicamente, porque creo que ese fue uno de los problemas, y entrenarme duro para los Juegos. Por suerte tuve una recompensa porque ayudé mucho más al equipo de lo que lo venía haciendo.

- Igual, algo más debe haber pasado en estos dos años para que llegaras tan bien.

- Creo que fue también la evolución natural del jugador. Hace dos años tenía 22 y ahora 24. Me considero una persona que trabaja muy fuerte y entrena muy duro y creo que tenía que tener una progresión lógica.
 
LA PREVIA
 
- Cuando empezaron a trabajar con vistas a este torneo, y durante la gira previa también, se dieron resultados poco esperados ante equipos débiles, algo que suele pasarle a los grandes equipos. Perdieron ante Brasil, España B, Venezuela…¿en algún momento notaste que el grupo se preocupaba por el nivel que pudieran alcanzar al llegar a Atenas?
- No. Yo soy argentino y llevo la bandera a todos lados y me considero un patriota, pero los argentinos tenemos una cruz que es el exitismo y pareciera que nunca nos la vamos a sacar de encima. A este equipo se le perdió la objetividad después del Mundial. Se lo vive comparando y las comparaciones son odiosas e inaplicables. Son muy distintas las situaciones de hoy a las de dos años atrás. Los partidos que perdimos tuvieron una explicación. Habíamos llegado una semana antes de vacaciones, nos estábamos entrenando muy duro, nos estábamos preparando físicamente. Era normal jugar mal. Le pasa a todos los equipos del mundo cuando empiezan. Con el correr de las semanas, el equipo fue llegando a los puntos donde tenía que llegar por la preparación y alcanzamos el rendimiento máximo en el torneo, cuando teníamos que jugar bien, esto es, el último cuarto contra Grecia, y los partidos contra Estados Unidos e Italia. Por eso no se puede comparar a este equipo con el del 2002. Está mal, es un error grande. Escuché decir que el del 2002 jugó mejor, pero salió segundo. Y este salió campeón. Creo que estuvo mal valorada la preparación, mal criticada. Y los resultados lo demuestran. Igual, aunque hubiésemos perdido y salido sextos, o cuartos, estaría contento igual, porque hubiese sido un gran puesto, muy meritorio. 

- Coincido en que no tiene sentido comparar a este equipo con el de Indianápolis, principalmente porque en el 2002 sorprendieron llegando tan alto y ahora todos quieren ganarles por ser ustedes los favoritos. El tema es si les molesta ser banca. Creo que pasar a ser candidatos en los torneos es algo que los debería poner felices.

- Sí. El secreto es no relajarse nunca. Ya se sabe que lo nuestro no es casualidad y las cosas van a cambiar más todavía, aunque ya lo habían hecho incluso antes del Mundial. Mucha gente sigue el básquet a través de la Liga Nacional y quizá no conocen del todo el trabajo serio que vienen realizando estos jugadores en las mejores ligas del mundo. Este respeto que tenemos ahora lo empezamos a recibir antes del Mundial, y por supuesto se profundizó ahora. Argentina hoy juntó los respetos de todo el mundo.

- Hablás de nombres y creo que uno de los méritos de este equipo es el haber logrado mantenerse unido a pesar del crecimiento en la popularidad de varios. Ginóbili tomó una dimensión que quizá opaca al resto, que también son enormes jugadores, y sin embargo entre ustedes parecen poder manejar ese tipo de situaciones con criterio. ¿Es así?

- Te voy a ser sincero. Yo soy un poco reacio a la dimensión que tomó la selección por lo que hicimos en el Mundial o ahora, porque atrae a gente que no es del básquet de toda la vida. Y los que están en esto saben y reconocen a todos. Por ahí los que entran más por la repercusión lo ponen a Manu como bandera y está bien. Lo acepto y me pone contento también, porque eso ayuda. Tenemos a un jugador que sobresalió, que está en la NBA, que hizo un contrato gigantesco, que salió campeón con los Spurs. Hay que explotarlo y está bien. El periodista, el aficionado fanático, el entrenador, el propio jugador, reconoce a todos, no se va a quedar sólo con Manu. Va hablar mucho y excelente de él, pero va a empalmar con Chapu (Nocioni) o con Fabri (Oberto), porque ellos no pasan inadvertidos para los que saben de básquet.

-¿Y para el entrenador es fácil manejar la situación?

- Para el entrenador es complicado complementar todo eso. A veces te juega en contra. Lo único que juega a favor es que son torneos cortos, y todo pasa más rápido. Pero es difícil tener a jugadores NBA, o que salieron MVP de la Liga o que tienen una trayectoria impecable, y que jueguen pocos minutos.

-¿Y como compañero es más fácil?

- Son situaciones. A veces se complica. Son meses de convivencia y por ahí uno se traba. Te tocan momentos malos o días malos, te enojás con uno, pero es normal. Cuando las cosas se complican pero en la cancha va todo para adelante, no hay problemas. A mí me gusta cuando un jugador se calienta porque juega poco. Porque después por ahí entra y te mete 15 puntos. Esa es la calentura que tiene que tener. Decir “yo entro y voy a jugar mejor que nadie para demostrarte que estás equivocado” y no pensar “se van todos a cagar y no juego nada y no entreno porque no me merezco esto”. Después ese tipo juega mal. 

- Lamas también hablaba del gran mérito de que este grupo, que tiene problemas como todos los equipos del planeta, de no permitir que las internas trasciendan al propio plantel. Siempre arreglaron sus cosas adentro.

- Creo que ayuda el hecho de llevar muchos años juntos. Nos conocemos un montón. Y también lo que te decía recién de la calentura positiva. Eso es respetado. Cuando un jugador tiene mala onda en una práctica o en un viaje, y después te mete 15 puntos, se lo respeta. Y como nos conocemos tanto, ya sabemos como tratarnos. Así es más fácil.

- Entonces el tema de la famosa importancia de la unión de este grupo no es verso. Creo que una prueba de eso es que la mayoría le dedicó la medalla a Palladino y Victoriano, los dos chicos que faltaron por primera vez.

- Seguro. La gente a veces tiene ganas de hablar. De ver quién se pelea con quién y le gusta ese chusmerío. Está bien, no pasa nada. Yo no tengo muchos años pero sí bastante experiencia y jugué en varios equipos. Es imposible que en un equipo no haya peleas, no haya tipos con los que te llevás mejor o alguno al que no banques. Es imposible. Siempre pasó y va a seguir pasando. Y este equipo no es la excepción. De todos modos, lo de los grandes grupos es algo relativo. Yo tengo un grupo de 7 amigos que nos amamos, pero si vamos a la cancha vamos a perder por 40…

- Algún entrenador dijo una vez “tráingame un asesino serial, pero que sepa jugar”…

- Claro. Es una importancia relativa, aunque reconozco que en algunos momentos clave fue fundamental.

- Luis, ¿qué fue lo que más te gustó de este equipo?

- La diferencia que marcamos con la experiencia. Yo siempre pensé que eso era verso, una pavada. Y este equipo, que tiene a algunos que pasaron los 30, algunos de 22, 25, 27…por ahí defendimos menos, o jugamos mal por momentos, pero perdiendo por 11 puntos ante Grecia en el tercer cuarto, ante 20.000 personas en contra, el equipo se plantó, empezó a jugar, se puso sólido y dio vuelta un partido para meterse en las semifinales. Y después hizo un partido perfecto ante Estados Unidos y una final que ojalá uno pudiera jugarla siempre así. 

- Es curioso, porque no es tan común en el deporte argentino surgir en esos momentos clave, y menos siendo banca. Si te fijás en deportes de conjunto, generalmente en esos casos no nos ha ido bien.

- No sé. Por ahí no coincido mucho con que el deporte argentino no haya tenido esa contundencia. Podríamos debatirlo durante horas. Lo que sí te digo es que este equipo, en el Premundial de Neuquén, en el Preolìmpico de Puerto Rico o ahora, siempre ganó cuando tenía que ganar. Quizá nos faltó algo de contundencia en la final del Mundial, pero no lo sé. Habría que ver. 
 
CONSECUENCIAS DE UNA MEDALLA
 
- ¿Qué divide este oro que ganaste en Atenas, tanto a nivel personal como en la selección en general? Es un antes y un después, eso está claro.
- No sé. Es tan grande que no lo sé. Cambia todo. Pueden pasarme todo tipo de cosas, jugar en mil equipos, irme bien o mal, pero esto ya no me lo quita nadie. Gané la medalla de oro en Atenas 2004. Todo el mundo se va a acordar y cuando tenga nietos va a ser motivo de orgullo.

- ¿Cambian también las ganas de seguir juntándose en la selección?

- Los sentimientos son muy frescos todavía. Es más, seguramente yo mismo voy a pensar distinto en 7/8 meses. Ahora el recuerdo está caliente. Cuando llegue el receso que viene, ahí va a depender de lo bueno y lo malo que viviste en el año, del querer estar con tu familia, no lo sé. Yo estoy en la selección desde los 15 años y jamás le dije que no. Y me gustaría estar muchos años más. Pero sé que en algún momento voy a necesitar un descanso. Hay chicos que se han perdido el nacimiento de sus hijos, o que no paran durante años… Yo respeto muchísimo al jugador que no tiene ganas de venir, porque podés querer mucho a tu país, pero llega un momento en el que tenés otras prioridades. Soy de los que piensan que no hay que tratar de convencer a nadie. Al que no quiere jugar, hay que respetarlo y apoyarlo, y agradecerle lo que hizo cuando estuvo. Yo, mientras tenga fuerza, voy a seguir viniendo, aunque seguramente cuando tenga mi familia la cosa va a cambiar.

-¿La otra cara de la moneda no es cuidar lo que ganaron?

- Sí, pero es un arma de doble filo. Lo que ganamos motiva, pero también complica, porque es muy difícil superarlo. Quedás un poco vacío. Tenes mucho que perder y poco por ganar. Por ahí vamos al Mundial que viene, quedamos terceros y como somos los argentinos terminan criticándonos.
 
FUTURO INMEDIATO
 
- Llegaste al máximo nivel internacional, coronándote en Grecia y jugando a alto nivel, ¿te llegó el momento de la NBA?
- Mirá, durante mucho tiempo gente de la NBA se acercó a mí para decirme que merecía estar allá. Se me repitió tantas veces que voy a terminar creyéndolo, pero la realidad es que al día de hoy ningún equipo hizo lo que hiciera falta para que yo vaya. Siempre hay excusas, reglamentos, las cláusulas de rescisión… y son excusas, porque muchos jugadores con cláusulas más altas que la mía se fueron a la NBA. Otros más jóvenes que yo también fueron, y están rindiendo. Repito, la realidad marca que no hay interés concreto de la NBA por mí y tengo que aceptarlo. Debo concentrarme en mi equipo español, que es donde me demuestran permanentemente cariño. Mi entrenador, la gente, mis compañeros, los aficionados, me tienen en un pedestal en el que la verdad da gusto estar y por lo que estoy muy agradecido. Debo trabajar para retribuirlo. Quiero ser un gran jugador y tener el reconocimiento, aunque no esté en la NBA.

- Oberto dijo cuando llegó a Valencia que con la medalla de oro en el cuello te curás más rápido. ¿Con la medalla de oro, te creés en mejores condiciones de ser el líder del Tau y llevarlo al título ACB?

- Sería ideal. Es lo que uno siempre sueña. Salir campeón es increíble. El que nunca hizo deportes o lo hizo pero no ganó, quizá no pueda entenderlo. Es tan grande, tanta la diferencia entre ser primero y segundo…es una droga. Una vez que ganás, no pensás en otra cosa que no sea volver a ganar. Y ojalá yo pueda ayudar a hacer grandes cosas en el Tau. 
 
MIS COMPAÑEROS
 
Pepe Sánchez: El base por excelencia.
Manu Ginóbili: El genio.
Alejandro Montecchia: Cuantos más años, mejor está.
Fabricio Oberto: Jugar con él es jugar con 6.
Walter Herrmann: Una máquina de producir.
Gabriel Fernández: Dedicación cuando le toca entrar.
Hugo Sconochini: El Gran Capitán.
Leo Gutiérrez: El jugador 12 ideal para cualquier equipo.
Andrés Nocioni: Una bestia.
Carlos Delfino: El futuro.
Rubén Wolkowyski: La experiencia.
Rubén Magnano: El maestro de orquesta.

Fabián García / [email protected]*
En Twitter: @basquetplus

 

Compartir