Argentina

Un torneo fundacional: se cumplieron 20 años de Melbourne 1997

09:31 11/08/2017 | El Mundial U22 de Australia es considerado por muchos como el verdadero comienzo de la Generación Dorada. Lo recordamos.

Melbourne marcó un antes y un después para la selección

Este jueves se cumplieron 20 años del último partido de Argentina en el Mundial U22 de Melbourne 1997. Si bien es difícil marcar con exactitud el punto de partida de lo que terminó siendo la Generación Dorada, está claro que aquel torneo es una referencia ineludible a la hora de hablar de los primeros pasos de un seleccionado que sería oro olímpico solo siete años después.

En el plantel dirigido por Julio Lamas aparecieron ocho nombres claves que tendrían una historia imborrable dentro del seleccionado: Pepe Sánchez, Gabriel Fernández, Fabricio Oberto, Lucas Victoriano, Emanuel Ginóbili, Leonardo Gutiérrez, Luis Scola (con solo 17 años) y Leandro Palladino. Todos ellos serían subcampeones mundiales en Indianapolis 2002, mientras que Sánchez, Fernández, Ginóbili, Gutiérrez, Scola y Oberto harían historia con el primer puesto del podio en Atenas 2004. El equipo de Melbourne lo completaban Bruno Lábaque, Alejandro Burgos, Gabriel Riofrío y Leandro Masieri.

Argentina arrancó en el Grupo A, donde ganaría cuatro de sus cinco partidos. En el debut no le dio chances a Corea del Sur, imponiéndose por 96-76 con 24 puntos de Palladino, 17 de Ginóbili y un sensacional triple-doble de Victoriano: 10 puntos, 11 asistencias y 10 rebotes. 

Al día siguiente, el rival fue más duro: Turquía, con figuras del calibre de Hedo Turkoglu, Kerem Tunceri, Mehmet Okur y Omer Onan. Los de Lamas dominaron la primera mitad por 42-27 y aunque los turcos se acercaron en la segunda, la selección sumó su segundo triunfo del torneo, esta vez por 64-58.  Victoriano volvió a destacarse entre las figuras, terminando con 22 tantos, mientras que Fabricio Oberto aportó 10 unidades y 10 rebotes.

La primera caída llegaría en la tercera fecha, ante la España de Ricardo Guillen, Rodrigo De La Fuente, Carlos Jiménez y Jorge Garbajosa, entre otros nombres fuertes. Argentina no hizo pie en todo el partido y terminó siendo dominado por 90-67,  a pesar de los 21 puntos y 12 rebotes de Fabricio Oberto, quien convirtió sus 10 lanzamientos al aro.

Tras el sacudón, la selección tuvo descanso el 4 de agosto y el 5 volvió con todo: triunfazo ante el local Australia por 81-67, con 22 puntos para Victoriano y Oberto, además de 14 unidades para Fernández y Ginóbili. Derrota superada y de vuelta al ruedo.

Cerrando la fase de grupos llegó el rival más accesible de la zona: Egipto. Fue una victoria clara, por 97-58, con 16 puntos y 13 rebotes de Oberto, además de 15 tantos de Masieri. Argentina terminó primera en su grupo, pero igualmente no le tocó un cruce nada favorecedor en cuartos de final: Lituania, siempre una potencia en la categoría, más allá de que traía marca de 2-3.

La exigencia del rival sacó lo mejor del seleccionado nacional, que ante los lituanos jugó quizá su mejor partido del certamen: se llevó la primera mitad por 42-30 y no aflojó en la segunda, para llegar al imponente 74-57 final. Victoriano tuvo otro partidazo (20 puntos), como así también Oberto (16) y Palladino (15).

En las ya históricas semifinales esperaba nuevamente el local y con Ginóbili como abanderado (20 puntos), Argentina jugó una gran segunda mitad para llegar al minuto final al frente por tres. Sin embargo, un par de errores y dos puñales de tres puntos de los australianos, terminaron dándole la victoria a los dueños de casa por 71-68. El golpe fue durísimo: la decepción de todo el plantel hizo que no hubiera demasiadas chances de pelear por el bronce a las 24 horas, cayendo ante la Yugoslavia de Rakocevic por 84-72.

Aquellos eran años donde el solo hecho de clasificar a un Juego Olímpico parecía lejano para la selección y por eso, la oportunidad perdida de llegar a la final de un Mundial (más allá de ser U22), resultó un mazazo para el grupo de jóvenes. Sin embargo, en una clara demostración del corazón y la identidad de esta generación, el dolor no hundió a los chicos, sino todo lo contrario: los hizo más fuertes. Habían sentido el sabor de la gloria por primera vez y desde allí, solo se dedicarían a perseguirlo. Y como bien sabemos, esa terminó siendo una carrera que pronto los tendría como vencedores.

 

Juan Estévez / [email protected]
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