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No es el más alto, ni el más talentoso, ni una de las figuras de los Warriors, pero si es un hombre indispensable en la pintura de Golden State. Kevon Looney fue la pieza que necesitaba Steve Kerr para cerrar la serie ante Memphis y el interno respondió con 22 rebotes, 11 ofensivos, y 5 asistencias.

Pero esta actuación no es nada fuera de lo común para un jugador que siempre aporta lo que le falta a los Warriors en la pintura. Sin embargo, hubo un momento que las dudas por su rendimiento hicieron tambalear al pivote, aunque tenía una razón oculta para esos problemas.

No bien renovó su contrato hace dos temporadas, a razón de tres años y 15 millones de dólares, una serie de problemas lo limitaron y solo pudo jugar 20 juegos con un pobre 36.7% de tiros de campo. La franquicia en su momento informó que tenía una neuropatía en los dedos, muñecas, isquiotibiales, pies y codos, un dolor crónico que viene de nervios dañados o lesionados.

Pero por detrás de eso había serios problemas estomacales para el gigante de los Warriors. El propio Looney comentó que “tenía algunas bacterias malas que me molestaban. Eso arruinó mi peso. Me tenía más pesado de lo que debía ser”.

Ese mal momento físico se trasladó a la cancha: “Mi cuerpo se desmorona. No soy capaz de recuperarme después de un entrenamiento”. A partir de unas pruebas médicas, debió eliminar gran cantidad de alimentos de su dieta, entre ellas cambiar la carne por el pescado. Sin embargo, luego de seis meses de estas pruebas, no pudo encontrar las razones.

“Todos tienen teorías y esas cosas. Me estaban pasando muchas cosas diferentes, pero diría que mi estómago me estaba causando la mayoría de los problemas. Una vez que arreglé eso, me ayudó a lidiar con todo mucho mejor”.