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Luca Vildoza, el pibe que nació para la NBA

16:44 25/04/2022 | Después de varios años esperando su llegada, y del frustrado paso por los Knicks, aterrizó en un lugar amigable donde puede llegar a ser muy feliz.

Luca y su sonrisa NBA (Getty)

Usted podrá decir -con razón-, que 7 minutos en un partido definido no sirven para definir nada. Y es cierto. Pero también lo es que apenas esos 7 minutos nos permiten asumir la responsabilidad de decir que Luca Vildoza está donde hace rato tenía que estar. La NBA es su lugar. Está en su hábitat. Es la competencia donde su forma de jugar encaja a la perfección. 

Vildoza es un chico que nació en Buenos Aires, pero es marplatense 100%, que se crió en clubes de barrio que le dedicaban mucho tiempo a los chicos (Kimberley primero, Quilmes después), donde había entrenadores que pulían a jugadores como él (Leandro Ramella, Luis Fernández, etc). En Kimberley era muy chiquito, pero los que lo recuerdan dicen que ya picaba y manejaba la pelota demasiado bien. Quizá talento natural heredado más de mamá (jugadora del club), que de papá (tirador temible en la Liga Nacional). 

El tema con Vildoza siempre era similar. A todos se nos hacía agua la boca por su talento descomunal, pero la duda era si podría agregarle disciplina y trabajo a eso para convertirse en un jugador internacional, algo que quedó rápidamente despejado cuando se fue al Baskonia y terminó siendo el jugador franquicia y el que le dio al club su último título, con aquella famosa bandeja en el último segundo ante Barcelona para ganar la liga de la burbuja en Valencia en el 2020. Más el MVP de esa final. 

Ya hacía años, para ese entonces, que Luca había completado el combo que la NBA busca: talento, tiro, físico, velocidad, magia. Luca no necesita cambiar nada para ser un jugador estable en la NBA. Necesita mejorar cada día cada cosa, pero tiene todas las condiciones. No le falta ninguna. La defensa, su punto débil al irse de Argentina, dependía de él, porque sus piernas le permitían hacerlo mejor. Solo faltaba rigurosidad (Baskonia, el mejor lugar posible para eso), y dedicación. 

Volvamos a los 7 minutos en el partido del viernes. Luca entró y, automáticamente, parecía que llevaba 6 meses con el equipo. Y aunque esos minutos no llevaban presión, hizo tres o cuatro cosas que pocos se hubiesen animado. Dos pases de faja (uno terminó con volcadón de Thanasis Antetokounmpo), una asistencia de aire y de pique brillante, un triple limpito y un aire en su expresión corporal que decía: yo pertenezco a esto. 

Milwaukee tiene muchas cosas que lo pueden ayudar a consolidarse. Primero, vivir esta experiencia en playoffs con un equipo candidato al título. Muchas figuras de la historia no tuvieron esto jamás. Segundo, tener al lado a un tipo como Giannis, que además de ser un crack, es humilde, gran compañero, extranjero como él, y súper responsable y competitivo. Mike Budenholzer, el entrenador, está formado en la escuela Popovich, de quien fue asistente 17 años (11 de ellos con Manu Ginóbili en el equipo).

Eso lo introdujo en el mundo del juego internacional, en el valor de los jugadores extranjeros, y ambas cosas lo volvieron de los técnicos que (cada vez más), se muestran muy receptivos a la idea de repartir responsabilidades. Más allá de la tremenda injerencia de Giannis, Milwaukee es un equipo balanceado, con otros dos líderes fuertes (Holiday y Middleton), y con varias fichas más de importancia clave (Lopez, Portis, Allen, Connaughton). 

Lo más importante, de todos modos, es que en esos 7 minutos Luca exhibió felicidad. Seguramente mucho tendría que ver haber cumplido su sueño acumulado de muy chico, también con sentirse bien físicamente después de los problemas sufridos en el último año, y sobre todo por encontrarse con un regalo inesperado hace 4 meses. Luca está en la NBA, su lugar. Pocos nacieron con la estrella para estar ahí. Vildoza es uno de ellos. 

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