El Legado

Deck pensó en su casamiento antes del choque ante Serbia

10:11 17/12/2020 | Desopilante charla del Tortu con Marcos Delia horas posteriores de enterarse que tenían que enfrentar a Serbia. En Básquet Plus te adelantamos un fragmento de uno de los capítulos de El Legado

Germán Beder, autor de El Legado

Foshan. 8 de septiembre de 2019.

Si alguien observara desde afuera la escena, de ninguna manera creería que Argentina acaba de aplastar a Polonia. Estamos en el vestuario siguiendo el final de Serbia - España. Va ganando el conjunto de Scariolo. Algunos jugadores se han bañado rápido para llegar a ver el cierre. Hay tensión y una total preocupación. Como si no hubiera significado nada sacarle 26 puntos de diferencia (91-65) a una de las sorpresas del torneo. Ahora el récord es de 5-0. El mundo ya habla de la solidez de nuestro equipo. Somos sensación. Y sin embargo, las caras frente a la TV denotan rigidez e, incluso, un principio de angustia. Pasa que es tan grande la ilusión de realizar un partido serio en el cruce de cuartos de final, que este triunfo ha pasado a un total segundo plano. Así de rápido. 

Hace un ratito, Maxi Fjellerup, el jugador más joven del plantel, me frenó en el quilombo de la zona mixta para comentarme que los nueve puntos que anotó eran su nuevo récord en la Selección. Y que no me olvide de destacarlo en la crónica. Así es este niño: impune. En su primera citación a la mayor, cuando Juan Sebastia le preguntó qué número iba a usar, él consultó si estaba libre la 4. Los compañeros le valoran esa frescura y descaro. Además, es uno de los pocos que pudo ingresar al universo Vildoza. Artista en la elaboración del mate, dedicado para el trabajo, siempre positivo. Me alegra que haya tenido buenos minutos. Como también me alegra la actuación de Nico Brussino, quien necesitaba volver a sentirse importante después de algunos juegos de baja efectividad. En líneas generales, el rendimiento colectivo volvió a ser sobresaliente. Al único que percibo un poco frustrado es a Luca, quien apenas jugó siete minutos y, si bien viene aportando en el rubro defensivo, sigue sin poder destacarse en ataque. Esto es así: todos los jugadores luchan por el objetivo grupal, sin concesiones, pero eso no quiere decir que desatiendan sus rendimientos personales. Es parte de la naturaleza humana. Comprendo perfectamente el estado de Vildoza, quien encima convive con un nivel de autoexigencia (a veces) nocivo. 

“Me molesta mucho cuando cometo un error -asume el marplatense-. Me fastidio rápido, me indigno. Es algo que sufro desde niño y que por momentos resulta complejo de llevar. En algunas ocasiones termino hundiéndome y eso no sirve. Pero esta postura también me ha ayudado en la vida. Porque no me conformo con nada y siempre estoy detrás de corregir las cosas que hice mal. Puntualmente, lo que me pasaba en China era que no veía la hora de poder sentirme decisivo en un partido. No me sentía con confianza en ataque. Era un problema interno. No estaba suelto con la pelota”. 

Abandono por un momento el cierre de Serbia - España porque tenemos que ir a la conferencia. “¿Otra vez yo?”, reclama Delía, cuando le informo que es el jugador designado para acompañar a Hernández. “Hacete cargo de lo que te toca, Marcos: sos una de las principales figuras de la Selección Argentina de básquet en el Mundial de China 2019”, lo picantea Lapro. Y no exagera en lo más mínimo. Oveja, que directamente no llegó a pasar por el vestuario y no tiene interés por saber cómo va el partido de las potencias, se sienta en la sala y anuncia, con picardía: “No sé para qué nos hacen venir acá si no hay nadie… ¿Uh, estaba prendido el micrófono? Jiji”. Después, como siempre, se engancha y entrega una valiosa reflexión sobre el presente de su equipo: “En Toronto 2015 este grupo comenzó a gestarse. Van cuatro años de buenos rendimientos. Ya nada es casual. No se puede hablar de que somos una Selección mediocre porque no tuvimos rivales fuertes enfrente. Es una locura. Al final siempre hay un pero con nosotros. Si no fuéramos un buen equipo no estaríamos invictos, es simple. El básquet es lógico. Creemos en lo que hacemos. No confundimos el disfrute con la falta de sacrificio. Este es un plantel con personalidad. Y por eso llegaremos al cruce de cuartos bien parados. Competiremos contra quien nos toque”.

De regreso al vestuario, corro hacia la TV. Parece que va a ganar España y, por lo tanto, que nos tocará enfrentar a Serbia. Al actual campeón europeo, subcampeón del mundo y subcampeón olímpico. Hay caras largas. En mi caso, ya me siento eliminado. Más que eso: violado. Hasta que Luis Scola toma la palabra y pone un poco de orden. Dice algo así como: “Basta, apaguemos el televisor. Jugaremos contra el rival que nos toque y punto. Cuando llegás a instancias altas, es inevitable enfrentar potencias. Parece que hubiéramos perdido, viejo”. La reacción es inmediata. El capitán desenchufa el televisor, los jugadores se dispersan y Tortuga rápidamente enciende el parlante con una exquisita selección de chacareras. Aquí no ha pasado nada. La construcción del papel (protagónico) de Scola puede parecer exagerada por necesidad del guión. Pero no lo es en lo más mínimo. Es más, todavía falta lo mejor. Su ascendencia durante el torneo fue absoluta. Desde el primer día hasta el último. En el juego y en la palabra. En el detalle y en la experiencia. 

Confirmo con el celular el triunfo español mientras volvemos del estadio. Es tiempo de armar rápido las valijas porque mañana por la mañana volamos hacia Dongguan, sede de la que no sabemos absolutamente nada. En la recepción, una vez más aguarda la barra de chinitos con su inagotable merchandising de cosas argentinas. Hoy, por ejemplo, uno trajo una camiseta de Newell’s de Maxi Rodríguez. Y la expone cuando pasa Brussi, fanático del club rosarino. Atrás aparece Santander, conversando con Piccato, muy entusiasmado con el triunfo (“Ya teníamos más confianza. Y cuando un equipo se siente confiado, todo es más sencillo: el libreto, los roles, la identidad, el deseo de que le vaya bien al de al lado”, explica). Cierra la fila india, como casi siempre, Gabriel Alejandro Deck. No se lo percibe muy preocupado por tener que enfrentar a Serbia. De hecho, viene con el parlante al palo en un claro contraste con la música funcional que ofrece el lobby del hotel. “Escucha, escucha -le dice a Delía, quien avanza unos pocos metros más adelante-. Un verdadero himno de Los Charros”. “¿Quiénes?”, le responde su compañero de habitación. “‘Si no te hubieras ido se llama el tema’. Lo tienes que conocer. Incluso tal vez lo hayas bailado en tu época”, insiste Tortuga y sube aún más el volumen. Marcos se ríe y le confirma que alguna vez lo escuchó. “¿Pero lo has bailado o no?”, interroga el santiagueño, con curiosa verborragia. “Creo que sonó en mi casamiento, aunque mucho no recuerdo, jaja”, acepta el pivote. “El día que yo me case la fiesta durará un día entero. Bandas invitadas, alojamiento gratuito, comida permanente. Tendrás que venirte hasta Dora”, concluye. Me apasiona ese vínculo.

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