Argentina

Paul Minzer, el padre de la criatura y un pasado glorioso en la Liga Nacional

10:22 08/05/2024 | Fue campeón de la Liga Nacional con GEPU y Sudamericano con Independiente de General Pico. Además es padre de una de las grandes promesas argentinas.

Paul Minzer festejando el Campeonato Sudamericano de Clubes con Independiente de General Pico

A lo largo de la historia de la Liga Nacional de Argentina pasaron una gran cantidad de jugadores, pero un número acotado de ellos pudieron coronarse campeones. En 40 temporadas de la mejor competencia del país, poco más de 400 pudieron dar la vuelta olímpico aunque sea una vez en sus carreras.

Uno de los que sí pudo coronarse campeón una vez fue Héctor Paul Minzer. El mendocino llegó a la Liga Nacional siendo un prometedor que venía de tener un Campeonato Argentino jugando en gran nivel y de tener un buen andar en Córdoba de la mano de Enrique Tolcachier.

Formó parte de uno de los mejores equipos de la historia de la Liga, el GEPU de San Luis de la temporada 1992/93 con Gustavo Ismael Fernández, Juan Espil, Esteban Pérez y Carl Amos, entre otros. Pero no solo se quedó con esa consagración. Tiempo después integró el equipo de Independiente de General Pico y ganó el Campeonato Sudamericano de Clubes Campeones en 1996.

Pero Paul tuvo un mejor desempeño en categorías de ascenso como el TNA o la Liga B, incluso consiguiendo algunos ascensos. Él mismo así lo sostiene. Minzer también llegó a jugar en la Selección Argentina en categorías formativas y tuvo una chance increíble: irse a jugar a Maccabi Tel Aviv como ficha juvenil. Pero, por cuestiones extradeportivas, no lo pudo concretar.

Ahora, luego de retirarse, se convirtió en entrenador y luego de estar en Santa Paula de Gálvez, equipo en el cual jugó anteriormente, está en la vereda de enfrente, en Centenario. Además es el padre de Felipe, una de las mayores promesas del básquet argentino que ahora está en la cantera del Zaragoza y ya debutó en la Liga ACB de España. Dialogamos con Paul sobre su carrera, los mejores momentos, cuál es su actualidad y mucho más.

-¿Qué balance hacés de lo que fue tu carrera como jugador profesional en Argentina?
. El balance es recontra positivo. Viendo desde donde salí, cómo salí, creo que fue muy positivo todo.

- Vos estabas en Mendoza y en un Argentino te vio el entrenador de GEPU.
. Estaba en Mendoza y jugaba en Maccabi, un club judío, el único en el que jugué en Mendoza. En unas Macabeadas, unas olimpiadas nacionales donde se juntan todos los clubes de israelitas del país, me vio Enrique Tolcachier y me llevó a Córdoba a jugar al Maccabi de allá. Ahí estuve en la Liga B, la segunda división. Aprendí muchísimo ahí y con Tolca de entrenador. Jugué un año porque ellos no pudieron seguir. Me volví a Mendoza unos meses y ahí se hizo la selección de mayores en la cual fuimos la mayoría de los juveniles que habíamos ido a un torneo anterior, terminando quintos. Fuimos con un plantel con mayoría de juveniles y un par de mayores. Ese se jugó en San Luis, ahí me vio Antonio Manno y decidió llevarme a GEPU.

- Digamos que es un torneo que te cambió la carrera.
. Fue un torneo bisagra. Salimos segundos porque perdimos en la final contra San Luis, que estaba reforzado con extranjeros. Tenían varios jugadores que estaban en el plantel de GEPU: Gustavo Fernández, Edgard Merchant, Elnes Bolling, entre otros. Ese fue un torneo bisagra para mi vida deportiva. Después de eso arreglé con GEPU y estuve dos años. En el primero salimos campeones. Fue un trampolín gigante para mí.

-¿Cómo fue ese paso por GEPU, incluso saliendo campeón en el primer año?
. A mí me costó bastante porque venía de jugar un básquet y el que jugaban ellos era completamente distinto, en velocidad, en físico, en lectura, etc. Gracias a Dios compartí equipo con grandes jugadores y me fueron ayudando bastante. Antonio Manno y después Osvaldo Ferratto me ayudaron muchísimo. Eso me permitió evolucionar y que me fuera acomodando un poco a lo que era la Liga Nacional.

- Ahí comenzaste una carrera de varios años. ¿Qué recuerdos tenés de tus pasos por los distintos clubes? ¿En cuál sentís que tuviste tu mejor rendimiento personal?
. Quizás para Liga Nacional nunca terminé de explotar. Esa es una de las cuestiones que por ahí me quedó en el tintero, saber si yo podía haber dado más o no. Creo que me quedé en el límite porque después de GEPU me vine a jugar a Santa Paula de Gálvez. Ese año descendimos, tuvimos grandes problemas económicos, pero jugué muy bien, me pude acomodar a lo que necesitaba el equipo y a lo que quería Miguel Volcan. Esa es otra de las suerte que tuve: grandes entrenadores a lo largo de mi carrera deportiva. Entonces me fui alimentando constantemente de ellos y soy un agradecido de eso porque siempre tuve excelentes técnicos, y eso me permitió crecer. Después de Gálvez arreglé en Independiente de Pico y salimos campeones sudamericanos con un equipo bastante importante: Facundo Sucatzky, Chuni Merlo, Vasco Aispurúa, Melvin Johnson, Miguel Cortijo y Jervis Cole, entre otros. Ese año se me presentó la posibilidad de irme a Israel a jugar al Maccabi Tel Aviv. Yo no ocupaba ficha porque era judío. Maccabi vino a hacer una gira y fue a Mar del Plata a jugar con Obras, Boca y Andino de La Rioja. Yo estuve con Maccabi una semana, me entrené, charlamos, habíamos arreglado para que yo viaje para allá. Hicimos un precontrato y las opciones eran irme con ellos y seguir la gira -eran como 15 días más- o volverme a mi casa y buscar a mi familia. Decidí irme a Mendoza a juntar a mi familia, arreglar todo e irme con ellos. Pero hubo inconvenientes por el tema de la guerra. Cerraron todas las fronteras y no podía ingresar ningún extranjero. Se me pasaba el tiempo y no podía viajar, tampoco quería quedarme colgado en Argentina, porque la mayoría de los equipos de Liga Nacional ya estaban cerrando sus planteles. Así es que terminé arreglando en Newell’s, el primer año que ellos juegan el TNA, un equipo que se armó a último momento. Lo dirigía Pablo D’Ángelo, llegamos a la final por el ascenso, pero perdimos y subió Belgrano de San Nicolás. Me quedé un año y a partir de ahí empecé a andar por muchos equipos del TNA: Echagüe de Paraná, San Isidro de San Francisco dos años, Independiente de Zárate, Conarpesa de Puerto Madryn (el primer año que jugaron el TNA) y ahí nació mi hijo más grande. Después Tolca dirigió a Gimnasia de Comodoro Rivadavia y me llamó para jugar la Liga Nacional otra vez. Ese año Gimnasia se armó con el 50% de jugadores que eran sextos hombres y dos americanos muy buenos. Salimos terceros con un equipo raro porque ninguno se destacaba mucho y teníamos dos americanos muy buenos, Stanley Easterling y Jervaughn Scales. Al año siguiente arreglé en Peñarol. Casi nos vamos al descenso. Tuvimos muchísimos inconvenientes con la barra. La verdad que jugábamos bastante feo. Nos pasaron cosas muy serias, como amenazas a la familia y ese año con Betiana, mi mujer, decidimos que yo no iba a seguir jugando profesionalmente en clubes así de grandes y que iba a ir buscando algún lugar para quedarnos, vivir y hacer algo más tranquilo. Nos vinimos para la zona de Gálvez y arreglé en Unión de Sunchales un año. Jugamos el Torneo Federal y ascendimos al TNA. Después me quedé por la zona: dos años en Unión de Santa Fe y dos años en Brown de San Vicente.

-¿Quién estaba de entrenador en Peñarol?
. Estaba Silvio Santander. Un genio. Era joven en ese momento y por ahí pecaba mucho creyéndole a los jugadores y nosotros a veces somos bastante complicados. Lo cortaron y arregló el Zeta Rodríguez. Después se fue él y asumió Osvaldo Echeverría. Un crack realmente. Cerramos el año con él. Teníamos que ganar 3 de 4 partidos que nos quedaban para salvarnos y pudimos hacerlo. Pero fue un año complicado.

-¿Por qué creés que te faltó ese saltito de calidad?
. Lo atribuyo a muchas cosas. Primero, a mi formación deportiva y moral. Salí siendo un jugador autodidacta. Tuve algunos entrenadores muy buenos en formativas, más que nada en mis últimos años, pero mucho de mi crecimiento fue autodidacta. En mini tuve un entrenador que me marcó, un solo año: el Chiqui Segura. No solo como jugador me marcó, sino después para que yo siga como entrenador. Creo que también me faltó ese convencimiento, eso de decir y pensar que si quiero y me lo propongo, lo puedo hacer. Participé en selecciones argentinas de formativas y creo que lo hice, dentro de todo, muy bien, pero jugando la Liga Nacional creo que me faltó ese convencimiento. Había jugadores de gran nivel porque fui contemporáneo de los últimos años del Atenas multicampeón y después del comienzo de la Generación Dorada. Me enfrenté con varios de ellos.

-¿Te marcó en tu carrera ese revés del Maccabi?
- Sí, en la parte deportiva, sí. Era una oportunidad increíble, había muchas esperanzas. Yo buscaba siempre tratar de mejorar, de seguir aprendiendo, de seguir creciendo, porque yo veía que siempre me quedaba corto. Pensaba eso. Entonces necesitaba seguir evolucionando con más cosas. Iba como juvenil y creía que esa era una oportunidad muy importante para mí. No se dio, me terminé quedando en Argentina, me fui a Rosario y tuve de vuelta contacto con la que hoy es mi esposa, Betiana, que ya había conocido en Gálvez. Nos casamos y desde ahí hice toda mi vida deportiva junto a ella. Formé mi familia y tuve a mis hijos.

-¿Te replanteaste muchas veces la decisión que tomaste?
. La idea era irme a Mendoza porque ellos me permitían viajar con toda mi familia, y en ese momento era mi vieja y mis dos hermanos. Nos daban casa y trabajo para ellos tres y mi sueldo. Era un golazo porque era un combo completo.

-¿Qué te llevó después a ser entrenador de básquet?
. Una de las cosas que más me motivó primero fue mi entrenador de mini, como te decía antes. Fue mi gran motivador. Lo que él me dio ese año y medio que lo tuve fue increíble. No solo desde la parte deportiva, sino desde la parte social también. Mis viejos estaban separados, en una época en donde las separaciones estaban mal vistas. Era complicado, no estaba bien visto ser hijo de padres separados. Mi vieja trabajaba todo el día, yo estaba siempre solo y la verdad que Chiqui Segura fue un faro para mí en ese momento. Me ayudó mucho, principalmente en lo social. No estábamos bien económicamente y no me ayudó en ese sentido, pero sí a ver cuáles eran las herramientas que necesitaba para ser buena persona, seguir educándome, cuáles eran los valores importantes. Uno después empieza a jugar, empieza a crecer, ve algunas cosas que le gustan y otras que no, entonces dije: ‘Tengo que ser entrenador, antes que nada, para devolverle a los chicos la parte de los valores’. Lo que me puse a pensar es que nosotros podemos tener 300 chicos en el club y de esos, 1 va a ser jugador profesional. El resto no va a llegar, pero sí voy a tener la seguridad de que van a ser excelentes personas, llenos de valores, y grandes profesionales. Con la posibilidad que después vuelvan al club. Mis primeras hojas escritas cuando empecé con lo de ser entrenador, fueron valores morales. Después empecé con la parte de básquet.

-¿Tenés algún objetivo como entrenador en el plano profesional?
. Me hubiera gustado en una época. Creo que ya no lo podría hacer y la verdad que dirigir a los más chiquitos, formarlos, es algo apasionante. En el sentido de que vos les estás dando todas las herramientas para que ellos en un futuro hagan lo que sea, no importa, pero vos los estás ayudando, los estás formando. Ver esa transición deportiva y social que hacen es apasionante. No sé si en este momento lo cambiaría para dirigir profesionalmente. Tendría que prepararme, capacitarme en otras áreas. En algún momento me hubiera gustado, pero creo que hoy me gusta más la parte de formación. Hace 19 años que estoy con esto.

- Comparando un poco con la situación de Felipe, vos también tuviste la posibilidad de irte de joven pero te desarrollaste y creciste en la Liga Nacional. ¿Cómo ves la situación de él? ¿Creés que cambió mucho el contexto para que los chicos para desarrollarse y perfeccionarse tengar que irse de Argentina en vez de quedarse acá?
. No, no creo eso. Creo sí que cada jugador va a buscar desarrollarse en la estructura que cada uno necesita. Es un deseo, en realidad, que cada jugador busque eso. Por ahí si tenés la posibilidad de desarrollarte afuera, bienvenido sea, porque te desarrollás en otra estructura. En Argentina hay estructuras para desarrollarse deportivamente. A nivel clubes y a nivel selecciones formativas se está trabajando muy bien. Tenés campus durante todo el año por diversos lugares, hay rastrillajes que son mucho más conscientes de lo que se está buscando y los jugadores tienen la posibilidad de seguir creciendo. Los entrenadores argentinos es impresionante cómo estudian, cómo se perfeccionan, cómo todo el tiempo quieren evolucionar y mejorar, eso le cae en cascada a todos los jugadores que tienen a su alcance. Las estructuras están preparadas para desarrollarse. De la Generación Dorada para esta parte, tienen otra mentalidad totalmente distinta a la que teníamos nosotros. Eso les permite ir al frente, ser más sanos con ellos mismos. Te cuento un ejemplo. Cuando nosotros perdíamos un partido, la mayoría se quedaba en el club tirando al aro o iba al otro día, lamentándose o castigándose por el partido perdido por lo que había hecho mal. Entonces nos costaba más. Toda esa semana la perdíamos porque teníamos la mente puesta en eso que habíamos hecho mal. Felipe fue al Premundial U16 y cuando jugaron por el tercer puesto contra Puerto Rico, él lo hizo muy bien ese partido. Le dieron la última pelota faltando 6 o 7 segundos, iban 71 iguales. Hizo una jugada, quedó abajo del aro solo, medio que lo tocaron y le hicieron foul pero tiró igual. Pegó en el caño y salió la pelota. Fueron a suplementario y perdieron. ¿Qué hice como padre? Lo llamé a Felipe porque debía estar destrozado por errar el tiro que le hubiese dado el triunfo y el tercer puesto. Lo llamé y le dije: ‘Hola, Feli, ¿cómo andás, estás medio bajoneado?’; y él me contestó, ‘Hola, papi, por?’. Media hora después de terminado el partido. Entonces le dije: ‘Imagino que estarás hecho mierda, erraste el doble para ganar el partido y la medalla’ y Feli me contestó: ‘Sí, pero eso ya pasó, papi. No puedo hacer nada con eso. Tengo que estar preparado para lo que viene’.  Agarré y le dije: ‘Bueno mi amor, hasta mañana, qué descanses’ y corté. Un nene de 15-16 años me estaba enseñando algo que no aprendí en toda mi carrera deportiva. La Generación Dorada tuvo mucho que ver en todo esto. Ese pensamiento viene de ahí. Ese sentido de pertinencia de jugar con la Selección Argentina viene de ahí también. La Generación Dorada ha dejado más cosas de las que nosotros podemos imaginar.  Como un manual de vida y se lo pasaron a los pibes.

Para terminar, Paul nos contó una anécdota sobre Feli en Zaragoza: “Nosotros viajamos a fin de año para verlo a España. Charlando con su jefe de cantera que ahora es el entrenador de él, me dijo: ‘Es increíble el sentido de pertenencia que tienen los jugadores que han pertenecido a la Selección Argentina. Felipe no deja de hablar todos los días de la Selección Argentina, de lo que es ponerse la camiseta de la Selección, me quiere explicar a mí con palabras qué es, cómo se siente. Tener un argentino en un equipo, le da un valor extra por ese mismo sentido de pertenencia, por no darse nunca por vencidos, por pelear hasta el último’.

Felipe está enloquecido con Facu Campazzo. Me dice: ‘Debuté contra él, vino, me abrazó, me jugueteó, me dijo que lo que necesite que le avise y yo hacía dos meses que lo conocía. Él jugó NBA, ganó Euroliga, todo’. Todo eso forma parte de la Generación Dorada y de los mensajes que ellos van dando y de lo que dejaron como legado. Esas cosas no son tan normales en el ambiente del básquet. Esas cosas también son importantes y son cosas que cambiaron desde la Generación Dorada”.

 

Federico Radulovich / [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @FRadulovich

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