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El amor por el básquet le salvó la vida

14:45 30/10/2019 | Máximo Villalba sufrió dos ACV a los 11 años y recientemente integró la selección masculina de Santiago del Estero en el Campeonato Argentino U13 de San Luis. Te lo cuenta Ramón Avila.

Máximo Villalba (Foto: @AAQuimsa)

La vida lo golpeó muy fuerte y de forma inesperada en su niñez. Su familia siempre estuvo a su lado. Fue un duro trance que requirió de acción médica, entereza, fe, contención, esperanza y cadenas de oración. El santiagueño Máximo Villalba sufrió dos accidentes cerebro muscular (ACV) cuando apenas contaba con 11 años, y disfrutaba de la vida con sus amigos, su familia, sus compañeros de la primaria, y el basquetbol en Independiente BBC (Santiago del Estero).
Pasaron dos años de aquella intervención quirúrgica de alta complejidad que se realizó en el hospital de Pediatría Servicio de Atención Médica Integral para la Comunidad “Profesor Doctor Juan Pedro Garrahan”, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Fue un día común y estaba en casa. Ya era de noche y al otro día debía ir a la escuela. Empecé s sentirme mal y tuve muchos vómitos. Le avisé a mi madre y me llevó al Centro Provincial de Salud Infantil (CePSI). Sufrí el primer ACV. Estuve internado una semana y luego me derivaron, en un avión sanitario, al Garrahan. Allí me diagnosticaron, sufrí otro ACV y tuvieron que operarme de urgencia. Pude recuperarme y regresamos a Santiago del Estero luego de dos meses en Buenos Aires. Hoy nada siento”, comentó Máximo en un breve resumen de aquel entonces. 

“Fue una situación límite – agregó Marcelo Villalba, su padre-. Ningún médico quería hacerse cargo del cuadro de salud de mi hijo porque era muy grave su enfermedad y había pocos antecedentes en el país. No se le podía operar porque en donde a él se le produjo la lesión cerebral, la map, era un lugar muy complejo. Era imposible operarlo y la única alternativa fue embolizar. Si se lo operaba iban a quedar muchas secuelas. La técnica de embolización, suministrando pegamento para que la vena que se rompió pueda soldarse, era el único camino en ese entonces. El neurointervencionista tampoco se animaba a hacerlo por el tamaño de la malformación que mi hijo tenía, la vena era débil”.
 

El Milagro
Eugenia, su madre, confesó que las cadenas de oración de familiares, amistades y conocidos fueron muy valiosas. Máximo puso su energía, ya que se le había derramado sangre en su cabeza y él empezó a absorber.

“Y después de tantas tomografías computadas que le hicieron a Máximo, comenzó a mejorar y el médico contó con nuevas evaluaciones para decidir los próximos pasos”, sostuvo la mamá del joven deportista. 

“Cuando lo operaron a Máximo –añade Eugenia- había muchos riesgos. Mi hijo tenía que despertar a las 36 horas y no lo hizo. Vuelve a tener otro ACV y se le endurecen los ventrículos cerebrales. Se complicó muchísimo su cuadro. Y Máximo despertó a las tres horas. Los médicos dijeron que no había sobrevivientes de esa enfermedad. No sabían cómo tenía que ser la vida del paciente de ahí en más”.

Marcelo manifestó que a los tres se les planteó la disyuntiva. “Existen dos opciones, nos dijeron los médicos: Que Máximo viva dentro en una caja de cristal, metafóricamente hablando, o que sea feliz. Decidimos que Máximo viva su vida normal. Las oraciones y los mensajes de aliento por whatsapp de sus compañeros y que mi hijo escuchaba, le hicieron muy bien. Cuando regresamos a Santiago del Estero, mi hijo tenía los ojos cruzados, perdió un poco la visión y la memoria. Eran las secuelas de su trance. Máximo puso mucha voluntad y quería tener su vida normal. Quería volver a hacer deportes. Estudiaba en los recreos y sus compañeros lo ayudaron mucho con las materias. Y no perdió el año”. 
   
Los médicos se sorprendieron de su evolución. Máximo sigue en tratamiento y viaja periódicamente a Buenos Aires. Él debe estar 24 horas inmóvil. Se concentra y cumple a rajatabla con lo que le piden los médicos en el Garrahan. Sólo piensa en jugar al basquetbol cuando está internado para los chequeos médicos.

Hace dos años, tras su intervención quirúrgica, Máximo Villalba volvió al basquetbol, pero ahora en la Asociación Atlética Quimsa (Santiago del Estero). Fue tanta su crecimiento físico (mide 186 centímetros) y técnico que se ganó un lugar, respeto y cariño de sus compañeros y entrenadores en el equipo. Y fue por más, tanto que recientemente integró la Selección Santiagueña Masculina que participó en el Campeonato Argentino de Basquetbol U13 (Preinfantiles) de San Luis.

“Fue algo inesperado para mí. Me tomó de sorpresas cuando fui a Quimsa y mis compañeros me recibieron con aplausos. Pregunté qué sucedía y me contaron que me habían convocado a la Selección de Santiago del Estero”, confesó Máximo.

Sus padres, emocionados por su hijo, no quisieron dejar pasar la oportunidad de agradecer a muchísima gente que se movilizó por Máximo. “Agradecemos al Dr. Flavio Requejo, al Dr. Gerardo Zamora, a los que trabajan en el CePSI, a los que están en el hospital Garrahan, a los compañeros y docentes de su escuela, a los amigos y a las amistades. A toda la sociedad santiagueña”, sentenciaron.

Máximo disfruta de la vida nuevamente. El destino lo empujó a pelearla desde niño y hoy ya adolescente, el basquetbol comienza a darle satisfacciones. Así sea.

Fuente: 
Ramón Avila

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