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¿Mala suerte, Mr. Wemby?

20:28 09/02/2024 | Estuvimos en Orlando cubriendo al Magic contra los Spurs. Fuimos a ver al joven sensación, Victor Wembanyama, y aquí les contamos la experiencia.

Wemby en acción, aprovechando sus interminables brazos (Getty)

No le doy crédito a la mala suerte. No la responsabilizo. Me parece un facilismo que lleva a un espiral negativo y le resta a uno reacción. Y eso que vengo en racha. En dos meses tildé, entre cosecha personal y universo íntimo familiar, fractura de una mano, faringitis, conjuntivitis, rotura de ligamento cruzado de rodilla, diverticulitis aguda, fractura de rótula, reacción alérgica marca ACME y deshidratación leve, añejada en roble, con suave presencia de taninos en boca. 

Así y todo, con esa pesada mochila que no me permite vibrar muy alto cual tiktokera que no sabe cambiar un flotante, quería ir y ver al unicornio. Al espárrago francés llamado a ser el que cambie el juego. Al que algunos dicen que no existe, que son los padres, como los Reyes Magos. Quería ver en vivo a Víctor Wembanyama. Escucharlo hablar, evaluar su confianza, su atención al momento que vive. Asombrarme o no con sus 2.24 metros de agilidad y su envergadura de criatura mitológica. Ver qué dicen de él los cercanos. Qué cuenta sobre el trabajo semanal con Manu Ginóbili. Y cómo la va llevando Greg Popovich con el desafío Wemby en su gran acto final de birlibirloque basquetbolero.

Y arranqué mal. Todo lo que pensaba hacer en la previa al partido, ese contacto de tú a tú, se esfumó en el momento en que un individuo, sin pensar en el perjuicio que podía generar a los demás, se tiró delante del Brightline, el nuevo tren a gran velocidad que une Miami y Orlando (y viceversa). No necesito decir quién no iba en la formación que padeció el luctuoso incidente (sí, sí, se murió), pero sí estaba montado en la que venía media hora detrás. Dos horas detenidos. ¿Mala suerte? No, pero extrañé el Urquiza a Lemos. 

Empecé mi encuentro cercano con Wemby en el minuto 8 del primer cuarto, cuando me asomé a la duela (siempre quise meter esta palabra) del Kia Center, hogar del Magic del carismático Fugazza Banchero. Me ilusioné porque ya sumaba 7 puntos. Pero la fantasía se desvaneció en segundos porque ya se notó que los Spurs no podían con ellos mismos y que no iban a poder ni en un millón de minutos esa noche. El flaco Victor cayó en un San Antonio que refleja en cancha lo que expone la tabla: es, hoy por hoy, el peor equipo del Oeste. ¿Mala suerte?

El talentoso Mr. Wemby

Impresiona físicamente. Uno no termina de recorrerlo de lo largo que es y lo lejos que pueden llegar sus brazos. Incluso por momentos sorprende ver su mano tan separada del resto del cuerpo. Y en ese contexto maneja una gracia de movimientos impactante. Lo ves frenar y lanzar de frente al canasto y sonreís. La clave de que es un tremendo jugador la dio el público local: aplaudieron y vitorearon cada lanzamiento errado, cada pérdida, cada rebote que resignó ante los enanos de azul. Y eso es un síntoma: “menos mal que este pibe hoy está apagado porque si estuviera despierto…”.

El Victor Wembanyama que me tocó ver en persona fue como haber empezado a leer el prospecto de un medicamento por las contraindicaciones. Fue una noche en que no gravitó cerca del canasto, nada de rebote para un 7’4, le volcaron la pelota in his face, se enojó poco y lo movieron muy fácil de su posición. La acción terapéutica básica la tuvo: el tiro, la velocidad para la transición, volcadas maravillosas con sus brazos de aguja de tejer. 

Pero ni contra Orlando, un equipo acusado y con pruebas condenatorias de rifar los segundos tiempos, este Wemby y estos Spurs pudieron hacer demasiado para evitar la sexta derrota en fila, ante la mirada resignada de Pop. Sin embargo, se sabe, la mirada de resignación de Popovich no significa que tenga ganas ya de estar en su casa, disfrutando de su merecido retiro. El coach que enfrenta su último gran desafío como escultor de grandes jugadores para convertirlos en estrellas de la NBA siempre tiene algo para decir, algo para observar que los ojos de los simples no advertimos hasta el momento en que el head coach de las Espuelas lo señala, tranquilo, como si estuviera contando que hoy no entró ni un cliente a su negocio de venta de antigüedades: “Es una experiencia nueva para él esto de jugar 4 partidos en una semana. Le va a pasar que se va a quedar sin nafta, pero luego va a recuperarse. ¿A quién no le pasa?”. En boca de cualquier entrenador suena a excusa para una noche que ni siquiera fue mala. Pero sabemos que Gregorio rara vez dice algo que no piense. Nunca lo hizo, no va a empezar a esta altura de la soiree.

El unicornio pudo no haber cumplido. Mala suerte para los que fuimos ad hoc. Incluso para los hinchas de Orlando que suspiraron aliviados ante cada tropiezo del Flaco de Le Chesnay. Se burlaron, pero también se lo perdieron. Ellos lo saben. Sus compañeros lo saben: “Todos los que van a verlo tienen enormes expectativas porque él hace cosas increíbles en cada juego. Pero tiene 20 años. Está aprendiendo”, tuvo que aclarar Devin Vassell (y lo dice como si fuera un veterano y tiene 23, como cuando un nene de segundo grado dice “yo, cuando era chico…”). “Nosotros también tenemos que ayudarlo. No podemos tirarlo a la cancha en un partido caliente y esperar que él lo gane solo. Tenemos que hacerle el juego más sencillo para que se luzca”, completa Vassell, como haciéndose cargo de que, quizá, ellos también esperan siempre que Wemby resuelva todos los bolonquis porque tiene con qué. 

¿Mala suerte? Naaaaa. No creo en la mala suerte (¿o acaso no leyeron el principio de la nota?). No fue la mejor noche para ver brillar a Victor Wembanyama. Pero leí el prospecto completo, más allá de las contraindicaciones, y está claro que la acción terapéutica del Wemby Compuesto en grajeas de 20 mg va a funcionar. Ante cualquier duda, consulte a su coach.

Gustavo Dejtiar / Enviado especial a Orlando, Estados Unidos
 

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