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Denver Nuggets se metió nuevamente en un séptimo partido de playoffs, esta vez con una victoria sólida ante Oklahoma City en casa. La serie ahora se traslada al Paycom Center, donde el Thunder buscará aprovechar su localía para cerrar el cruce. Sin embargo, hay un dato que no puede pasarse por alto: mientras OKC llega con talento y frescura, Denver lo hace con historia, oficio y un largo prontuario en definiciones de este tipo.

La diferencia de experiencia es brutal. Ningún jugador del plantel de OKC ha ganado un séptimo partido en su carrera, y apenas dos lo han disputado: Shai Gilgeous-Alexander en 2020 con este mismo equipo (derrota ante Houston) e Isaiah Hartenstein con los Knicks en la última postemporada (derrota ante Indiana). Del otro lado, Denver acumula nada menos que 23 victorias en séptimos juegos. Jamal Murray, Nikola Jokic y Russell Westbrook tienen cuatro triunfos cada uno en esa instancia, y nombres como Michael Porter Jr., Aaron Gordon y Christian Braun también saben lo que es ganar con la soga al cuello.

Desde 2019, los Nuggets jugaron seis séptimos partidos: ganaron ante San Antonio (2019), Utah (2020), Clippers (2020) y esta misma temporada frente a los Clippers; perdieron frente a Portland (2019) y Minnesota (2024). En tres de los últimos siete años, jugaron séptimo tanto en primera como en segunda ronda. Es decir, están curtidos. Saben sufrir, saben cómo manejar los tiempos, cómo dosificar y cuándo golpear. OKC, en cambio, se lanza al vacío por primera vez en serio con este núcleo.

La presencia de veteranos como Westbrook y DeAndre Jordan, aunque con roles menores, le aporta al vestuario un respaldo emocional y estratégico que puede ser vital en un contexto de máxima presión. Westbrook, en particular, tiene récord de 4-1 en séptimos partidos y volverá a jugar en la ciudad donde fue ídolo. Además, la derrota del año pasado ante Minnesota sirve como lección reciente para un equipo que aprendió a no confiarse, incluso en casa.

Por todo esto, más allá de la localía de OKC y el altísimo nivel de sus jóvenes figuras, Denver llega con una ventaja que no se entrena: el peso de haber estado ahí antes.