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La historia más comentada de la temporada NBA terminó como un drama anunciado en el Crypto Arena. Los Lakers, con LeBron James y Luka Doncic como protagonistas de una dupla que ilusionaba, cayeron ante los Timberwolves por 103-96 y se despidieron de los playoffs con un claro 4-1 en contra. El último capítulo fue una clase magistral de Rudy Gobert, que se inscribió en los libros al firmar 27 puntos y 24 rebotes, una hazaña que solo habían logrado en esa cancha Shaquille O’Neal, Tim Duncan y Anthony Davis en este siglo.

La derrota dejó al descubierto la principal herida del equipo: la ausencia total de un pivote confiable. JJ Redick apostó por un sistema sin un cinco clásico durante buena parte de la serie. En el juego definitivo, dejó sin minutos a Jaxson Hayes (2.13 m) y recurrió a fórmulas de emergencia como Rui Hachimura, Jarred Vanderbilt y Maxi Kleber, este último aún entre algodones. “Podés decir ‘juguemos con un pivote’, pero no podíamos anotar. Hay un sacrificio en todo esto”, argumentó Redick, en conferencia. “Nos pusimos en posición de ganar el Juego 4 en tres oportunidades y fallamos cada vez”.

LeBron James, quien a los 40 años promedió 24.4 puntos, 7.8 rebotes y 8.2 asistencias en la temporada, dejó una frase con sabor a pólvora sobre la fallida estructura interior del equipo. “Sin comentarios. Porque mi colega AD (Anthony Davis) dijo lo que necesitaba en ese sentido y lo echaron la semana siguiente. Así que mejor no voy a comentar eso”, lanzó con ironía, al recordar el pedido de Davis por un pivote clásico antes de ser traspasado para que llegara Doncic. La operación, celebrada como un golpe de efecto, terminó desbalanceando al equipo.

El experimento Lakers 2024/25 ofreció ráfagas de alto vuelo pero nunca terminó de sostenerse. El resultado final dejó a Doncic sin su socio ideal en el pick and roll y a los angelinos con una herida autoinfligida. Ni Trey Jemison ni Christian Koloko fueron soluciones, y Mark Williams quedó descartado por un examen médico que la dirigencia no aceptó y que él aún recuerda. “Voy a hablar conmigo mismo para decidir si sigo jugando”, confesó LeBron, dejando el cierre abierto a una secuela más, pero esta vez con sabor amargo.