El asombroso e insólito camino de Masai Ujiri hacia la NBA
20:48 23/08/2020 | Nació en Inglaterra y se crió en Nigeria. Quiso ser jugador de básquet, pero el universo tenía otros planes. Hizo de todo para llegar a Raptors.
Nació en Inglaterra, pero se mudó a Nigeria dos años después. Soñaba con ser jugador de básquet. El destino tenía otros planes. Se convertiría con el tiempo en el arquitecto de Toronto Raptors. Esta es la sorprendente, maravillosa, insólita y atípica aventura de Masai Ujiri hacia la NBA y la cima de Canadá.
Su inicio fue en Bournemouth, un hermoso lugar costero que se encuentra en el sur de Inglaterra. Masai nació mientras su madre, de Kenia, y su padre, de Nigeria, se encontraban en la ciudad estudiando. Al terminar la universidad, la familia decidió volver a África.
Masai tenía apenas dos años cuando llegó a Zaria, Nigeria. Todo era nuevo, no entendía mucho. A pesar de eso las raíces inglesas seguían arraigadas en él y desde pequeño se interesó más por el futbol que por el básquet, por lo que le encantaba el deporte de la pelota blanca.
Sin embargo, su interés por el fútbol comenzó a mermar a los 13 años. A su pueblo habían empezado a llegar videos de partidos de la NBA, una liga y un deporte que Masai ni siquiera conocía. Inmediatamente se enamoró de un compatriota suyo. Su nombre era Hakeem Olajuwon.
Su amor por la naranja no hizo más que crecer constantemente. Tal fue su locura que al llegar a la secundaria no tenía otro objetivo que la NBA. Constantemente le expresaba el deseo a sus padres de que le dejaran ir a jugar a Estados Unidos. No había otra cosa en su cabeza.
Estados Unidos como norte
Al final sus progenitores terminaron cediendo. Le concedieron permiso de irse a Seattle, en donde se quedaría con una familia amiga. Allí se enrolaría en Nathan Hale High School. Era la primera vez que su tenacidad conseguía objetivos y esto lo marcaría hasta el día de hoy.
Su vida en Estados Unidos no fue para nada fácil y al comienzo le costó adaptarse. Pero Masai entendía que era el único camino para subir escalones y no pondría marcha atrás. Con 1.93 metros era un destacado atleta, que compensaba la falta de talento con energía y sacrificio.
Finalmente lograría recibirse y su objetivo era la NCAA. Sin ofertas de universidades de renombre, Masai se inscribió en una universidad junior de Dakota del Norte llamada Bismarck State. Allí se mantuvo por dos años, pero no estaba satisfecho. Quería algo mejor.
Decidió transferirse a la universidad de Montana State. Sin embargo, la realidad seguía poniéndose enfrente. Sus sueños se evaporaban como humo, todo apuntaba a que su oportunidad no estaba ahí. Luego de apenas un semestre le hizo caso al canto de sirenas y renunció.
Hacia el viejo continente
Se fue a probar suerte a Europa, más precisamente al Derby County de Inglaterra. Su primera experiencia en el viejo continente no sería muy buena. Sólo aguantaría un año y dejaría de lado la ilusión. La decepción otra vez le jugaba una mala pasada.
Su recorrido por Europa no fue de lo más gratificante y constantemente se movió de lugares. Jugó en equipos de Bélgica, Alemania, Finlandia y Dinamarca. Pero el destino seguía riéndose, no era lo que tenía preparado para él. Esto provocó que vuelva a Nigeria.
Seis temporadas de bajo nivel le hicieron comprender que no tendría un futuro como jugador. También provocaron que comience a fijarse más en las oficinas que en la pelota. Le interesaba mucho estar en un despacho que sea suyo y de nadie más.
Poco a poco entendió cómo funcionaba el básquet FIBA. Estudió sus estrategias, las tácticas de los entrenadores y los fundamentos de cada equipo por el que pasó. También le encantaba la Euroliga. Más tarde esto se convertiría en su principal ventaja.
La NBA en la mira
El punto de inflexión se dio en 2002 Masai había cambiado su enfoque y estaba de nuevo decidido a hacerse un hueco en la NBA. Si no sería jugador al menos se convertiría en alguien importante en la liga.
Inmediatamente después, Ujiri se tomó un avión y partió hacia Washington a buscar trabajo. Comenzó asistiendo a torneos universitarios, charlando con otros entrenadores y pensando cómo causar impactos significativos. Esto lo llevó a crear una red de networking con scouts NCAA.
Gracias a su red se hizo conocido entre los reclutadores y el personal de recursos humanos de distintas franquicias de la NBA. También asistió a todos los partidos y torneos de esos años de las conferencias universitarias Big East y Big-12.
Los réditos florecieron en 2003, mientras acompañaba a un jugador nigeriano a una prueba en Orlando. El gerente general era John Gabriel y el entrenador un tal Doc Rivers. Entre charla y charla Masai impresionó a los dos, quienes decidieron contratarlo como scout internacional.
A pesar de ello, el trabajo no era remunerado. Ujiri tenía que pagar todo de su bolsillo. No había viáticos, viajes ni sueldos. Ni siquiera podía cobrar por un caramelo. Así y todo, lo aceptó y se esforzó día y noche para ser el mejor.
Casi un año después de su trabajo ad honorem, el destino por fin le sonreiría y el joven scout recibiría la oferta que tanto había estado esperando. Kiki Vandeweghe, general manager de Denver, le ofrecía un puesto de scout internacional. ¿La diferencia? Esta vez sí era remunerado.
Comienza lo bueno
En Colorado se afianzó velozmente como uno de los trabajadores más obsesivos. Su esfuerzo comenzaba a ganar muchos pretendientes. Esto provocó el robo de Bryan Colangelo, quien se lo llevó a Toronto luego de nombrarlo nuevo director de scouting global.
Tan sólo una temporada después volvió a ascender y fue designando asistente del general manager. En un año había sido director y ahora mano derecha de Colangelo. Su crecimiento no parecía tener fin, estaba cada vez más cerca de aquel objetivo con el que había soñado en Europa.
Como buen despechado, Denver quería de nuevo a Masai y no aceptaría menos. Es por ello que en 2010 le ofreció algo que no podría resistir: el puesto de gerente general. Sin dudar aceptó y de inmediato fue un mártir. Se convirtió en el primer gerente general africano en la NBA.
Apenas un año después de su llegada a Denver, el GM traspasó a Carmelo Anthony, la estrella del equipo. A cambio llegaron Koufos, Chandler, Felton, Gallinari, Mozgov, y un pick que luego se convertiría en Jamal Murray. Como en la actualidad, Ujiri había tomado una gran decisión.
Denver logró el mejor balance en la historia de la franquicia, consiguiendo 57 victorias y 25 derrotas. Además, Masai fue nombrado ejecutivo de la temporada y su entrenador, George Karl, el mejor de la liga.
Cuando todo parecía perfecto, Toronto volvió a llamar a su teléfono. Le había hecho una oferta irresistible, la quimera de todos los ejecutivos. Estaría al frente de la gerencia, pero también de las operaciones de baloncesto. Ah... y le pagaría 15 millones de dólares por cinco años.
La nueva era
Tal y como a él le encanta, no le tembló la mano para empezar una reconstrucción. En su primera temporada traspasó a Rudy Gay y Andrea Barganani, y le entregó las llaves de Toronto a DeRozan y Kyle Lowry, quien en ese momento no eran ni una sombra de lo que son ahora.
Gradualmente, Toronto fue creciendo y convirtiéndose en un personaje frecuente en playoffs. Esto permitió solidificar el terreno para que en 2016 lleguen a sus primeras finales de conferencia. En tierra canadiense, Masai lograba lo que ni Carter, ni Bosh ni McGrady habían podido.
Posteriormente, las buenas noticias comenzaban a ser regulares y la ambición se cargaba de frustración. En las próximas dos temporadas volvieron a perder ante los poderosos Cavaliers de LeBron James. El equipo parecía estar maldito y muchos pedían su renuncia.
La presión ya salía de la olla y los cambios tenían que ser concretos. Sin pulso flojo, el gerente despidió al entrenador, Dwane Casey, y traspasó al mejor jugador, DeMar DeRozan. A cambio llegaba el cuestionado Kawhi Leonard y Danny Green, ambos con experiencia de campeonato.
Como cuando canjeó a Carmelo Anthony en Denver y a Rudy Gay en Toronto, el destino otra vez se mofaría ante sus ojos. Raptors volvía a estar en lo más alto, renovado de espíritu y lavado de cerebro. En la temporada regular de la temporada pasada conseguirían 58 victorias y 24 derrotas y luego se coronarían campeones en las finales de la NBA.
Un distinto
Toronto fue el primer equipo canadiense en conseguir el anillo y Masai el primer gerente general africano en colocárselo. Todo un hito para un chico que deseaba ser jugador y que moldeó sus pretensiones para llegar de una u otra forma a lo más alto. Era su lucha, su triunfo.
Señor dentro y fuera de la cancha, Masai cambia el mundo a cada paso. Esta es la historia de Ujiri, el arquitecto de Toronto.
Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
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