Informe Especial

Confiar en el proceso, la marca intangible del seleccionado argentino

17:23 23/02/2021 | 11 debutantes en poco más de un año, una reconstrucción que va edificándose y la clasificación en el camino. Un análisis del proyecto.

Argentina logró la clasificación ante Chile (Foto: FIBA)

Luego de la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, la situación empezó a cambiar en España. Primero dimitió Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno y luego un imberbe Adolfo Suárez fue la apuesta del Jefe del Estado, Juan Carlos I de Borbón. El país arrastraba una grave crisis económica, la inflación era del 19% y estaba pronosticada a ser del 30% en 1977. El desempleo era del 5% y la deuda externa llegó hasta los 5000 millones de dólares en ese último año mencionado.

La inflación era la termita que en vez de paredes comía billetes y había que detenerla como sea. Precisamente por eso empezó a gestarse la noción de un acuerdo, un contrato social de la magnitud de Jean-Jacques Rousseau... Tras disputas, encuentros y desencuentros aparecieron los Pactos de la Moncloa, que fueron firmados el 25 y el 27 de octubre de 1977, en busca de procurar la estabilización del proceso de transición hacia un sistema democrático. Todo se ratificó en el Congreso y en el Senado y comenzó a tener vigencia. 

Paulatinamente la economía (y España) se recuperó con la ayuda de todos, teniendo paciencia y confiando en el trabajo en conjunto de dirigentes aptos. 44 años después un proceso se lleva en marcha, no en España, sí en Argentina. Es el seleccionado nacional de básquet y el acuerdo de entrenadores, cúpula directiva y jugadores logró resultados que hasta hace unos bostezos eran inesperados. 

Manu Ginóbili, Luis Scola, Carlos Delfino, Juan Ignacio Sánchez, Fabricio Oberto, Pablo Prigioni... El Monte Rushmore del país sudamericano, el grupo de gigantes que una vez fue David y derrotó a Goliat, una y otra y otra vez. Después de ellos, cual plantación de palta abandonada en un terreno, todo fue sequía y la situación parecía perdida.

Sin embargo, los nacionales se levantaron y se recuperaron como España luego de la más dura dictadura. Apostaron por los jóvenes, confiaron en el liderazgo de los veteranos y mezclaron la fórmula creyendo en el camino y en las decisiones tomadas.

 
Otros pestañeos después, cuando nadie se lo esperaba, ese equipo volvió a pelear sin armas en el cuadrilátero de los mejores, quedándose a un partido de colgarse la de oro en el Mundial de China 2019 y demostrándoles a todos que, como en los Pactos de la Moncloa, con un plan y disciplina la gloria arriba. 

Los Juegos Olímpicos de Tokio debieron celebrarse el año pasado, pero el camino por un virus quedó truncado. En el medio surgió otro torneo, el clasificatorio a la AmeriCup 2022, donde la selección pudo aplicar otra vez ese proceso, importando siempre el desarrollo y no (tanto) el resultado. 

Pocas veces en la vida se consiguen los dos objetivos planteados en el mismo momento, eso sucedió con Argentina, que proyectó chicos y se clasificó en el intento, cerrando el torneo en la segunda posición con cuatro victorias y dos derrotas en seis partidos. 

En ese santiamén fueron 11 los jugadores que vistieron por primera vez la celeste y blanca. Sí, no escuchan mal, 11 basquetbolistas en un lapso que va desde el 20 de febrero del 2020 hasta el 21 de febrero del 2021.

Martín Cuello, Pedro Barral, Fabián Ramírez Barrios, José Vildoza, Franco Baralle, Leonardo Lema, Fernando Zurbriggen, Juane De la Fuente, Fausto Ruesga, Matías Solanas y Martín Fernández fueron los elegidos, todos, a excepción del exarmador de Obras, criollos que hasta hoy en día militan en la Liga Nacional, algo que también es muy destacable.

Por último, la selección tuvo un 39% de minutos con jugadores U23 y en las últimas dos ventanas compitió con solo basquetbolistas del torneo doméstico. En esos cuatro partidos los nacionales ganaron tres encuentros y perdieron solo uno, con la clasificación a la AmeriCup ya guardada en el disco duro de su computadora. 

Ganar es importante, pero no lo es todo. Competir, desarrollar, apostar, arriesgar, adaptarse, luchar y mejorar. No hay otro secreto. Quizás se pierda en el intento, que eso no genere descontento. Es una pausa para cargar nafta y continuar creciendo, buscando en el futuro volver a conquistar. Paciencia, paciencia, no es ciencia, es un pacto.  

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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