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Sam Presti tenía apenas 22 años cuando ingresó a la NBA por una puerta lateral y oscura: la de un video coordinador metido en un cuarto de limpieza reciclado en el viejo Alamodome de San Antonio. Era el año 2000 y el flamante graduado de Emerson College solo quería trabajar en básquet. Veinticinco años después, es el arquitecto del nuevo campeón de la NBA, los Oklahoma City Thunder, y acaso uno de los mejores ejecutivos de este siglo. Su historia no es solo la del GM más joven en la historia de la liga en su momento, sino la de alguien que construyó dos veces una dinastía desde cero, aprendiendo de los errores del pasado y sin vender nunca sus convicciones.

El recorrido es cinematográfico. Mientras todavía no tenía ni oficina, Presti empezó a recolectar videos de un adolescente francés llamado Tony Parker, por medio de un "mercado negro", al que terminó convenciendo a la franquicia texana de seleccionar. Fue el primero en ver lo que otros no veían. Popovich y Buford, los jerarcas de los Spurs, no tardaron en detectar que ese joven tímido y meticuloso no solo era inteligente: era especial. De la videoteca saltó a la gerencia y, en 2007, a los 29 años, asumió como general manager de los Seattle SuperSonics, franquicia en proceso de mudanza a Oklahoma City. En apenas tres drafts, armó un núcleo irrepetible: Kevin Durant, Russell Westbrook, James Harden y Serge Ibaka. Tres futuros MVP, todos seleccionados por la misma cabeza en un lapso de tres años. La versión 1.0 de los Thunder parecía imparable.

Pero la historia no tuvo final feliz. OKC fue finalista en 2012 con apenas 23.5 años de promedio de edad, pero la decisión de la dirigencia de no pagar el impuesto de lujo los obligó a cambiar a Harden por piezas menores. Luego vinieron la lesión de Westbrook, la partida de Durant, las frustraciones repetidas con Carmelo Anthony y Paul George, y el golpe final en 2019: la eliminación a manos de Portland y el adiós simbólico de Lillard con ese triple eterno. Era el final de una era. O eso parecía.

Porque ahí es donde Sam Presti mostró su mejor versión. Cambió a Westbrook y George, consiguió a Shai Gilgeous-Alexander y una montaña de picks. Fichó a Chris Paul para mentorear, le dio rodaje a los jóvenes, contrató a Mark Daigneault, a quien había formado en la G-League, y apostó por reconstruir desde los cimientos. Eligió con paciencia: Josh Giddey, Jalen Williams, Chet Holmgren. Se equivocó con algunos (como Ousmane Dieng), pero con tantos picks en el bolsillo, no necesitaba ser perfecto. Acumuló elecciones de draft, usó el espacio salarial para absorber contratos y sacar más activos, y hasta rescató a Alex Caruso, pieza clave del anillo 2025.

Este año, Presti coronó su obra: el Thunder es campeón de la NBA con el plantel más joven en consagrarse desde 1977. Shai fue MVP. Daigneault, el entrenador del año. Y Presti, por fin, el líder en la sombra que se consagra con un anillo tras 18 años en la franquicia. A los 47, no parece cerca del final. Con más de 10 picks de primera ronda aún disponibles, un núcleo joven y disciplinado, y a Nick Collison como aliado en la gerencia, Oklahoma City apunta a convertirse en la San Antonio del siglo XXI. Justo como lo soñó el muchacho que un día persiguió a Buford por la cancha para conseguir una pasantía.