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En la historia de la NBA hay gestos que se convierten en leyenda, y el de Michael Jordan con Tim Hallam es uno de ellos. Durante los años dorados de los Chicago Bulls, MJ no solo acumuló títulos, MVPs y récords, sino que también mantuvo una tradición íntima y poco conocida: regalarle una de sus zapatillas de cada consagración en las Finales a Hallam, el histórico director de prensa del equipo. Así, sin buscarlo, Hallam se convirtió en el custodio de un tesoro deportivo invaluable.

Todo comenzó en 1991, antes del primer anillo de los Bulls, cuando Hallam le pidió a Jordan una zapatilla si lograban el título. El equipo venció a los Lakers en cinco partidos y el número 23 cumplió su palabra, iniciando un ritual que repetiría tras cada campeonato. Portland en el '92, Phoenix en el '93, Seattle en el '96, y dos veces ante Utah en el '97 y '98: seis títulos, seis pares. Lo que comenzó como una promesa entre colegas terminó siendo un legado tangible del dominio de una dinastía.

Décadas después, ese regalo se transformó en oro. Hallam vendió los seis pares a un comprador anónimo, quien a principios de 2024 los subastó en Sotheby's bajo el nombre “The Dynasty Collection”. El resultado fue impactante: el conjunto completo alcanzó los 8 millones de dólares, estableciendo un nuevo récord mundial para zapatillas usadas en partidos. El furor por los objetos de culto vinculados a Jordan sigue intacto, incluso a más de 20 años de su último partido oficial.

Este no fue un caso aislado. En 2023, unas zapatillas que Jordan usó en el Juego 2 de las Finales de 1998 se vendieron por 2.2 millones de dólares, y en 2022, su camiseta del Juego 1 de esa misma serie fue subastada por la escalofriante cifra de 10.1 millones. Los números son tan sobrenaturales como su carrera, una evidencia más de que lo que rodea a Jordan no envejece: se valoriza.

Tim Hallam, por su parte, se retiró en 2023 luego de 45 años trabajando con los Bulls. Y aunque su nombre no aparezca en los libros de estadísticas, su vínculo con Jordan fue tan profundo como el de un compañero de equipo. “Es el final de una era”, dijo MJ al despedirlo. “Tim fue un héroe silencioso de nuestros años de campeonato. Le deseo lo mejor”. Y aunque nunca pisó la cancha, Hallam tuvo en sus manos –literalmente– una parte del legado más caro del básquet.