Melo, a corazón abierto: “Nunca pensé que podía tener esta carrera”
14:48 26/05/2022 | Hace días, Martín se retiró de la práctica profesional vistiendo la camiseta de 9 de Julio de Río Tercero, el club de sus amores. Hablamos con él y repasamos su trayectoria.
El básquet para muchas personas es una elección de vida, un estilo de vida, una actividad que los marca desde la función que cumplan: jugador, entrenador, árbitro, etcétera, y que luego, una vez terminada su actividad como tal, los acompaña por el resto de sus vidas, principalmente por las relaciones que se generan.
Con el avance de la tecnología, los medios de transporte y las facilidades para la comunicación se han derribado las barreras de las distancias. Pero antes, hace un par de décadas, las distancias parecían más lejanas y las posibilidades de reencontrarse eran contadas y pocas cuando uno estaba lejos.
Estos avances tecnológicos y de medios de transporte y comunicación que hacemos mención, cambiaron la vida de las personas y nuestro deporte no quedó exento al respecto.
Hace unos días se retiró de la práctica profesional Martín Melo, un jugador de la vieja escuela, que tuvo una carrera que perduró durante más de dos décadas y en la cual recorrió el país de norte a sur y de este a oeste, jugó con grandes leyendas argentinas y, además, se coronó campeón en una ocasión de la Liga Nacional.
Hace más de dos décadas, armó su bolsito y partió desde su Río Tercero natal hacia Córdoba capital con un firme propósito: convertirse en jugador profesional. Pero delante tenía una tarea difícil de lograr y no solo por lo que significaba dedicarse de lleno al básquet sino que estaba en una de las mejores canteras del país en ese momento: nada más y nada menos que en Atenas de Córdoba, el mejor club de la historia de la Liga Nacional de Argentina.
En su primer año como profesional se dio varios privilegios juntos: formó parte de un plantel plagado de estrellas, encabezado por el gran ídolo del equipo cordobés: Marcelo Milanesio. Además estaban Leo Gutiérrez, Walter Hermann, Andrés Pelussi, Bruno Lábaque, Stanley Easterling, Joseph Bunn y JJ Eubanks, entre otros.
“Ese equipo era zarpado, era maravilloso, eran todos monstruos”. Luego agregó: “Era otra liga pero te preparaban para eso porque los entrenamientos eran durísimos. Si vos no estabas preparado, te sacaban de la cancha”. Además contó detalles de algunos de esos jugadores: “Los vi hacer cada cosa. Walter siempre fue un talentoso y era tremendo lo que jugaba; Leo, por algo terminó siendo entrenador, siempre hablando, siempre ayudando, siempre diciéndote en qué podías sumar”.
Por último, sintetizó: “Si de algo no me voy a olvidar, es de ese año. Jugué con las mejores figuras del básquet argentino. Recuerdo los partidos contra Estudiantes de Olavarría, el equipo que tenían, la cancha cómo estaba. Había una rivalidad muy grande”.
En la cantera del griego había mucho material: además de Melo estaban Fernando Funes, Emiliano Martina, Pablo Moya. Un gran plantel, comandado por Horacio Seguí, que logró quedarse con el campeonato tras superar a Estudiantes de Olavarría en la definición, en lo que sería el retiro de Milanesio.
Reconoce que en su momento, cuando él era adolescente, las opciones para poder llegar eran pocas, era más difícil poder convertirse en jugador. Por varios motivos, no solo por la cantidad de equipos, sino porque había menos jugadores y solo jugaban los mejores. Además, al haber poca difusión, era complicado que puedan seguir o detectar a un joven talento fuera de las grandes urbes.
No solo eso, también en el TNA había mucha competitividad, la cantidad de clubes era muy inferior a la actualidad y la lucha por el ascenso era feroz, con lo cual tampoco era muy habitual que los chicos tengan su lugar para mostrarse.
“Antes era mucho más difícil, había muchos menos equipos, no existía la ficha U23. Se complicaba un poco más”, comentó al respecto. Pero sabe y es consciente que ese paso por Atenas fue el que lo preparó y lo terminó de moldear como jugador para estar durante 10 años en el máximo nivel nacional. Por entonces, el griego cordobés era la máxima aspiración en el plano nacional, era el mejor equipo del momento. Fue una etapa dura: entrenaba con la U19, iba a hacer gimnasio, después a entrenar con el equipo de la Liga Nacional y después volver a la sede del club para jugar con la primera local.
“Cuando pienso y analizo que jugué durante 10 años en la máxima categoría, tuve la suerte de ascender dos veces en el TNA, compartí el año del retiro de Marcelo, para mi es la máxima figura del básquet argentino. Mi carrera me dejó muchísimas cosas. Cuando era pibe, soñaba con jugar, pero nunca pensé que podía llegar a tener esta carrera, es muchísimo más de lo que esperé pero lo fui a buscar también. Terminé jugando 10 años en la máxima categoría, hice una linda carrera”, contó Martín.
Si bien se retiró del básquet, va a seguir ligando al deporte. Hace algunos años comenzó a trabajar como representante de jugadores, además vive muy cerca del 9 de Río Tercero, el club de sus amores. El menor de sus dos hijos, el varón, práctica básquet en la institución, así que es moneda corriente cruzarlo en las instalaciones. Pero no solo eso, “Estos días que se conoció que me retiro, me empezaron a llamar amigos del básquet para que los vaya a visitar a distintos lugares del país: Neuquén, Corrientes, Santa Fe. Esas son las cosas más importantes que te deja el deporte y es el fruto más lindo de esta actividad”, contó.
“Ahora, mientras hablo con vos y pienso y analizo lo que fue mi carrera, me enorgullece mucho. Es mucho el sacrificio que hace un deportista y siento que me voy lleno y vacío. Lleno porque el básquet me dio todo y vacío porque siento que ya di todo, no me queda más nada”, se sinceró.
Pero no fue todo color de rosas a lo largo de su carrera, así hacía el balance de su trayectoria y su mejor momento y el peor: “Mi mejor año deportivo fue cuando jugué el primer año en 9 de Julio de Río Tercero en la Liga Nacional, en 2010. A su vez, termino el año rompiéndome la rodilla. Ese, entre lo deportivo y lo de la lesión, fue mi mejor año porque la cabeza me hizo un clíck, me hizo dar cuenta de muchas cosas, valorar otras cosas. Los años posteriores a esa lesión de rodilla, fueron muy buenos porque pude jugar con la cabeza de una persona adulta. Lo de la lesión fue un crecimiento mental muy grande y salí potenciado de esa situación. Siento que antes de esa lesión, perdí tiempo buscando mi mejor versión. Hubiese necesitado tener un guía, una persona que me diga qué era lo que tenía que hacer, lo mejor para mi. Comunicarse con la familia en ese momento era muy difícil y siento que haber tenido esa figura me hubiera ayudado”.
Hizo un silencio y agregó: “Me hubiese gustado madurar antes, tener la cabeza que tuve con los años cuando era más chico para entender cómo es esto, para optimizar el tiempo, para no perder el tiempo en pavadas. Lo que le hace el clíck a un jugador y lo lleva a la elite es madurar antes y entender por dónde van las cosas. Pero estoy feliz, super contento de lo realizado”.
Federico Radulovich / [email protected]
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