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No había muchas dudas, más allá de la excelente campaña de Trevor Jenkins en Memphis o de Erik Spoelstra en Miami. El premio al mejor entrenador del año era para Monty Williams y este lunes la NBA confirmó la noticia esperada. Ya no hay premios gordos por debelar, tras conocerse también el de Nikola Jokic (aún no oficializado por la Liga).

Monty Williams hizo la carrera habitual. Fue jugador de la NBA (adivine, sí, jugó para Popovich en San Antonio), luego entró como asistente en Portland, tuvo su chance como principal en New Orleans 5 años después (en 5 años hizo buenas, regulares y malas campañas), volvió a ser asistente en OKC y en Philadelphia y desde 2019/20 comanda el barco de los Suns, que cada año subieron varios escalones, pasando del 34-39 de ese año (8-0 en la burbuja de Orlando, pero no les alcanzó para entrar en playoffs), al 51-21 de la 2020/21 (subcampeones de la NBA) al 64-18 de este (mejor récord).

Williams es de los entrenadores más calmos de la NBA. Quizá su historia de vida (su esposa se mató en el 2016 en un accidente de auto, atropellada por un coche que se cruzó de carril), quedando al cuidado de sus 5 hijos, hizo que el mundo entero le tomara un enorme cariño a este hombre de 50 años que construye en base al buen trato, la búsqueda del buen juego y del buen clima. 

Este año hizo de los Suns el mejor del torneo, con un líder vocal (Chris Paul), al que sabe perfectamente cómo acompañar, con un líder deportivo como Devin Booker y con un largo grupo de jugadores que saben qué tienen que hacer para ayudar a ganar. Williams nunca se pone adelante de ellos. Los ordena y encamina. Nadie merecía este premio como él y por eso terminó sacándole una gran ventaja a Jenkins en el primer puesto (458 puntos a 270).