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La historia de Myles Turner no tiene los brillos de un ascenso meteórico ni los titulares de una superestrella. Es la de un tipo que eligió persistir. Nacido en Bedford, Texas, Turner fue un joven prodigio de 2.11 metros con buenas manos y un instinto natural para bloquear tiros. Tras una temporada en la Universidad de Texas, fue elegido 11º en el Draft de 2015 por los Pacers. Allí comenzó una carrera marcada por las expectativas no siempre cumplidas, los golpes físicos y el murmullo constante del traspaso inminente. Año tras año, su nombre sonaba en la mesa de cada gerente general. Pero nunca se concretaba.

Turner, sin embargo, no se quebró. Aunque admitió públicamente que los rumores lo “rompieron” emocionalmente, también reconoció que aprendió a encontrar su lugar. En un emotivo testimonio en The Players' Tribune, confesó que llegó a tener dificultades para levantarse día a día. “Estuve en la lista de transferibles seis años. Pero eso que pasó después de la última temporada me revitalizó. Me volvió a enamorar del básquet”. En lugar de dejarse llevar por la frustración, eligió crecer. Y esa evolución fue tan mental como técnica.

El interno pasó de ser un “taponador compulsivo” con lagunas defensivas a convertirse en una ancla sólida y confiable. Esta temporada en playoffs promedia 16.2 puntos, 5.4 rebotes y 2.4 bloqueos, con 51.7% de campo y 38.6% en triples, números que muestran la maduración de su juego. Su capacidad para abrir la cancha y al mismo tiempo proteger el aro es esencial en el esquema de Rick Carlisle. En ofensiva, es el socio ideal de Tyrese Haliburton. En defensa, es el custodio silencioso que obliga a cualquier rival a pensar dos veces antes de atacar el aro.

A los 28 años y con 10 temporadas en la misma franquicia, Turner encara sus primeras Finales de la NBA. En un contexto que se devora proyectos a la menor señal de debilidad, él encontró el modo de permanecer. Mientras muchos de sus contemporáneos saltaron de equipo en equipo buscando encajar, Myles se mantuvo en Indiana. Su constancia, una virtud rara en la era de los traspasos compulsivos, terminó por convertirlo en símbolo de una franquicia que volvió a creer. Ahora, a un paso de la gloria, Turner tiene también una decisión que tomar: su contrato expira y será agente libre. ¿Buscará un nuevo destino o apostará por el hogar que lo formó, lo dudó y finalmente lo adoptó? Sea cual sea su futuro, su presente ya es una recompensa.