Historias

Derek Anderson y una historia poco feliz con los Jail Blazers

13:15 19/06/2022 | El escolta venía de una gran temporada en San Antonio y sentía que un cambio a Portland era un salto cuantitativo en su carrera, pero el grupo de compañeros no era el mejor.

Derek Anderson y un tobogán hacia abajo con su paso de San Antonio a Portland (Foto: Getty)

A principios de los 2000, Portland contaba con un equipo tan bueno como díscolo fuera de la cancha, con un cúmulo de muy buenos jugadores, pero difíciles de llevar. Rasheed Wallace, Damon Stoudamire, Shawn Kemp, Bonzi Wells, Ruben Patterson, Zach Randolph fueron algunos nombres ilustres que le dieron vida a los Jail Blazers, un plantel donde los problemas policiales eran el común denominador, menos para uno de los recién llegados, Derek Anderson.

El escolta venía de una temporada fructífera en los Spurs con 15.8 puntos de promedio, en un equipo que estaba siempre entre los candidatos del Oeste, pero una dura derrota en las finales de conferencia ante los Lakers por 4-0, hizo que Popovich y la dirigencia buscará nuevas soluciones y dejaron ir al joven Anderson por el experimentado Steve Smith.

Derek se sumó a Portland con las expectativas de darle un salto de calidad a un equipo que estaba al borde de llegar a una final de la NBA, pero que por fuera explotaba constantemente con episodios de mala conducta y eran una noticia diaria en la sección policial de los diarios de Oregón. Posesión de marihuana, violencia domestica, peleas en el vestuario y hasta organización de pelea de perros eran los delitos que circunscribían a un plantel que se llevó bien puesto el mote de los Jail (cárcel) Blazers.

Los malos hábitos fueron minando las posibilidades, la relación se desgastó y poco a poco los jugadores comenzaron a salir hacía otros rumbos, el primero fue Wallace a los Pistons, en tanto que al resto les quedaba poco vida, sumándose las derrotas que eran una tras otra y los pedidos de traspaso caían a montones en la front office.

“Rasheed pidió ser canjeado, Damon se sentó en el extremo del banco y pidió ser cambiado. Todos estaban tratando de salir de allí y como yo era el tipo bueno que no tenía problemas policiales dijeron: ‘este no irá al periódico y dirá nada, no nos maldecirá ni nos sacará a patadas de las gradas, entonces hagamos de él un chivo expiatorio’”, contó Anderson en un programa de radio de Oregón, al momento de recordar su etapa en Portland.

Lo de chivo expiatorio se explica en que la dirigecia viendo que no podían hacer nada para salir a flote, que el equipo había explotado de indisciplina, había que reconstruir y una de las determinaciones era perder la mayor cantidad de partidos para la posición en el draft, pero tenían que disimularlo. Entonces Anderson, quien había levantado en el goleo con relación a su primer año en Oregón, se le ocurrió pedir también el traspaso, pero no sabía que esa decisión sería la más contraproducente de su carrera.

Prácticamente no lo dejaban jugar, pero las lesiones por las cuales justificaban sus ausencias eran de las más irrisorias y que obviamente dañaban la imagen profesional del jugador. Espasmos en la espalda, dolor de fosas nasales y hasta un dolor de muelas, que hizo colapsar al propio Anderson, dado que no sabía lo que expresaron para justificar su ausencia del juego y por la noche fue fotografiado comprando comida como si nada en un local de McDonalds.

“Cuando Steve Patterson me contó del incidente del dolor de muelas, le dije que no quería estar más allí y todos los jugadores dijeron: ‘déjalo ir, cámbialo’. Entonces yo sabía que esto era algo que le pasaba  a los buenos que están en una mala situación, lo exponen como un chivo expiatorio. Si yo hubiera estrangulado a un entrenador o hubiera hecho algo malo la situación hubiera sido otra seguramente, me habrían premiado. Tenían que buscar a alguien nuevo para las historias de los periódicos y entonces a quien podían acudir, a alguien que no hubiese estado en esa situación antes y ese era yo. Así fue que me transformé en el blanco de las críticas por no jugar”.

La situación fue insostenible y pasó de promediar casi 30 minutos por juego los primeros 38 partidos de la temporada 2004/05 a jugar solo nueve partidos en los 44 partidos restantes, mostrando la crónica de una salida anunciada.

A ciencia cierta no se sabe cuánto incidió en su carrera su paso por los Blazers, pero nunca más estuvo ni cerca de ser el que fue en San Antonio y terminó apagando su historia como jugador con experiencias de poco relieve en Houston, Miami donde a pesar de tener poca participación fue campeón con el Heat de Shaq y Wade y dos años antes del retiro anduvo por Charlotte.

Mauro Osores / [email protected]

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