Río 2016

El balance argentino: objetivo cumplido, dio su máximo

12:52 22/08/2016 | Antes de Río, la meta era jugar al tope y ver dónde estábamos parados. Se cumplió, y un mal cruce quizá nos dejó por debajo de lo que se podría haber alcanzado.

Oveja saluda emocionado a Manu tras el final; se viene otra etapa en la selección (Foto FIBA)
 

El análisis del equipo argentino habría que dividirlo en 3 partes. Antes del comienzo de la preparación, el gran objetivo de este equipo era poder competir. Y eso no implicaba resultados, sino estar a la altura de una competencia que reúne a los mejores del mundo, y donde en general van los mejores del mundo. Mucho más exigente que un Mundial. Después de 4 años sin Ginóbili y Delfino, cómo repercutirían sus presencias era una incógnita. Y la tremenda difucultad que representaba el Grupo B acrecentaba las dudas.

La segunda parte debería incluir todo el proceso previo, principalmente el de los amistosos en Argentina (Tecnópolis y Orfeo). Vencer en una semana a Lituania, Croacia, Serbia y Francia, fueran amistosos o no, puso a Argentina en otro foco, tanto interno, como externo. Los propios jugadores subieron su autoestima y confianza y, al mismo tiempo, mandaron un mensaje al resto de “no me olviden”.

Entonces llegó la tercera parte. Los Juegos. Por su formato (partido cada dos días), era un campeonato en el que la veteranía podía tener ventajas, la experiencia de contar con 4 jugadores con 4 Juegos Olímpicos también, y el descanso en el medio, la posibilidad de manejar una rotación distinta a la de un FIBA Américas o Mundial, por ejemplo. Salvo Ginóbili, y hasta cierto punto, Oveja exigió al máximo a todos, consciente de que las chances pasaban por mantener a los longevos el mayor tiempo posible en cancha. A eso, se le podía agregar un Campazzo en plena explosión internacional (fue uno de los mejores 3/4 bases del torneo), Garino en una función impecable y clave, Laprovittola dando buenos minutos como base o escolta y el resto intentando aportar algo en el poco tiempo restante. 

Una de las mayores virtudes que mostró Argentina fue apostar a ganar. No salió nunca a ver qué pasaba, intento tener la iniciativa, fue muy ofensiva (segundo promedio en Río de puntos a favor), y gastó en cada partido los cuerpos que tenía para ofrendar. Alguno podrá decir que se jugó demasiado con los veteranos, que los pivotes jugaron poco y varias cosas más. El tema es entender por qué se hizo y, en todo caso, cuál era la alternativa.

Ejemplo 1: veteranos en cancha. Más allá de la presencia fundamental que significaban, en este orden, Ginóbili y Scola, lo que más le costó a Argentina fue jugar sin Nocioni, sobre todo, y sin Campazzo. Con lo cual, una exageración de tiempo sin ellos podía significar quedar afuera de los cuartos, básicamente en el juego ante Brasil. Nocioni fue el mejor defensor interior, decisivo en la toma de rebotes en el tablero propio, y el sacrificado de siempre en bancarse a tipos más altos, jóvenes y fuertes en la posición de 4.

¿Por qué Scola de 5? Primero, porque nuestros cincos no estaban listos para este nivel. Delía por su retrasada progresión, y Acuña porque, si bien lo que hizo fue muy meritorio, a la larga terminaba generando algunas desventajas, aunque menos que Delía. Scola, salvo excepciones, no puede defender a los cuatro rivales que arrancan a 7 metros del cesto, como Saric, Marquinhos, Jankunas o cualquier otro con tiro de 3. Le genera mucho desgaste, ya no tiene la velocidad para regresar ante una penetración y, sobre todo, perdería piernas para atacar, que hoy es su mayor poderío, aunque también distinto al de antes. Además, Scola de 4 implicaba Nocioni de 3, con problemas similares a los de Luis. Chapu no está para correr a tipos como Rudy Fernández o Leandrinho.

Eso condicionaba muchas veces la formación en cancha, pero como Hernández es un gran apostador, y ve rápido lo que pasa en la cancha, nunca se vio ahorcado por esa situación, salvo ante Estados Unidos, claro. Con Campazzo, Argentina tuvo una velocidad extra, donde podía correr, que debería ser su marca a futuro por el plantel que se viene. Si Argentina no consigue correr, en los próximos años tendrá muchos problemas, porque será muy difícil que pueda encontrar pronto alguien que le genere juego interior en ataque. Por eso funcionó muy bien por momentos la dupla Campazzo-Laprovittola. Y Garino. En definitiva, Argentina disimuló la mayor cantidad de tiempo posible todas sus falencias, que con los años son más, y potenció sus virtudes, que son menos que antes, porque ni Manu puede desequilibrar tanto en el uno contra uno ni Scola puede bailar a los internos opuestos en el poste bajo. El juego argentino ya es mucho más exterior, con lo cual, a lo que decíamos de correr, súmele lo decisivo que será tener más tiradores, en las posiciones del tres y del cuatro. 

¿Podría haber jugado mejor Argentina? Sí, siempre se puede. Creemos que, con este plantel, mucho más no se podía esperar. Y estamos convencidos, de hecho, que fue más de lo que esperábamos hace dos meses. Y que, de no haberle tocado Estados Unidos en el cruce, podría haber ganado o perdido contra cualquier otro. Pero hubiese tenido chances.  Quizá algunos añoran el pick and roll de Prigioni con Scola, o el maravilloso juego de pases donde cualquier podía definir. Mala noticia: eso no existe más. Los jugadores son otros, y los que se repiten, cambiaron su juego. Lo peor que podría hacer ahora Argentina es intentar hacer algunas cosas que antes hacía perfecto porque tenía jugadores para hacerlas, con jugadores distintos que no pueden. El 4/5 que formaron Scola-Oberto durante 12 años fue de lo mejor de la historia del básquet FIBA. Con Wolkowyski y Gaby Fernández de backup. Sería ilógico pensar que algo así se puede replicar a corto plazo. Lo único malo que tienen las generaciones brillantes como la nuestra es que se acaban. Como todo.

El próximo entrenador

Después de los Juegos de Río, terminó el contrato que unía a Sergio Hernández con la Confederación. ¿Cuál es la idea? Desde la CABB, Federico Susbielles tiene decidido tomarse un tiempo para elegir. No antes del 2017 (febrero/marzo). Muchos creen que seguirá Sergio Hernández, aunque eso dependerá mucho de la idea global que se tenga en cuanto a cómo manejar los cambios que se vienen en FIBA con el tema de las ventanas, que comenzarán en noviembre del 2017.

Si la decisión es que sea fulltime, como tenemos entendido que será, quizá los candidatos se achiquen, aunque el propio Hernández hoy no tiene equipo y le dijo a Básquet Plus que estaría dispuesto a seguir. “Todavía no he tenido ninguna charla con Susbielles acerca de mi continuidad o no, pero yo no tengo problemas. Si hay un equipo al que yo siempre escucharía sería la selección argentina, es obvio, de eso no tengo ninguna duda. Siempre estaría dispuesto. La selección me genera un desafío, un crecimiento, algo que me permite ilusionarme. Todas esas condiciones las encierra la selección argentina. El presidente de la Confederación con su gente tendrá que hacer ahora un análisis, un balance de todo, tener la cabeza fría y tomar una decisión porque ahora en cualquier momento se va a venir el estado fulltime en la selección. Al cambiar la forma de disputa y pasar a hacerse ventanas el día de mañana, calculo que el próximo entrenador ya va a ser fulltime. Es un tema que van a tener que estudiar bien y lo importante es que, esté quien esté, todos los que estamos en el básquet reguemos para que el básquet argentino siga teniendo esa salud, en cualquier estamento y desde cualquier lugarcito, para que siga siendo esa selección que nos emociona en todos los torneos que juega”.

El futuro

De no mediar grandes inconvenientes, la selección no debería tener grandes problemas para clasificarse para el Mundial 2019, que tendrá 32 equipos, aun con el nuevo sistema de ventanas. Sería extraño no entrar. Faltan 3 años para eso y lo que viene, en gran parte, se definirá a partir de decisiones de fondo, tanto institucionales como individuales.

La nueva camada que liderará Campazzo, y que ya tiene algunos nombres fijos (Lapro, Garino), deberá completarse con el crecimiento de proyectos muy interesantes, como Brussino, Deck, Vildoza, Vaulet, Saiz y algunos más. Es indispensable que estos 5, más los jóvenes nacidos entre 1995/2000 (Vaulet chico, José Vildoza, Fjellerup, Caffaro, etc), empiecen a emigrar a tiempo para completar su formación.

Si eso no ocurre, retrocederemos años que serán difíciles de recuperar. Por suerte, lo hecho por Campazzo en España ha abierto nuevamente los ojos de los clubes europeos y ya están allí Laprovittola y Marcos Delía y próximamente Luca Vildoza, como Brussino y Garino partirán este año a la NBA. Ese roce fue lo que hizo explotar a la GD, y no otra cosa. No hubiese sido posible de otra manera. La diferencia que vuelven a marcar los equipos top en relación al nuestro reside básicamente allí. Quedarse con la nostalgia de lo que ya fue, sería entonces resignarse a aceptar que estos 15 años fueron un cuento. Fueron un cuento, pero no solo eso. 
 

Fabián García / [email protected]
Enviado especial a Río de Janeiro, Brasil
En Twitter: @basquetplus
 

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