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James Jones, el shooter que no pensaba tanto y hoy es el cerebro de Phoenix

12:21 15/06/2021 | Se lo criticaba diciendo que jugaba por ser amigo de LeBron James. Hoy, es el cerebro atrás de los Suns desde el puesto de general manager.

James Jones, una de las claves de estos Suns

No sabemos si a usted le pasa lo mismo, pero a nosotros nos ocurre muchas veces. De repente, nos encontramos con algún exjugador mediocre, o al menos no de los buenos, en un cargo importante en algún equipo de la NBA y la primera reacción es de sorpresa. Dura segundos. Después, la pregunta surge automáticamente: ¿por qué tiene que haber sido un gran jugador una persona que tiene que tomar ahora otro tipo de decisiones?

Ocasionalmente, ocurre que cumplan los dos aspectos (gran jugador y gran dirigente), pero no es habitual: Jerry West probablemente sea el que más alto llegó en ambos rubros. Larry Bird es discutible. Danny Ainge lo mismo. ¿Pat Riley? Mmm, no muy distinto al caso de Phil Jackson. Que igualmente como directivo hizo agua en los Knicks. El caso que nos convoca hoy para analizar es James Jones. Nombre y apellido de lo más comunes. ¿Lo recuerden?

Jones era aquel desgarbado alero de 2 metros, flacucho, que a nivel global se hizo conocido cuando LeBron James llegó a Miami y el Heat se metió en cuatro finales consecutivas, ganando dos anillos de campeón. Jones no tenía mucha participación, pero su mano dulce de tres puntos le servía a LeBron para que, si se cerraban defensivamente ante sus penetraciones, él tuviera alguien muy certero para tirar de tres. Un absoluto especialista. Sin jugar mucho (19 minutos en el primero de los años del Big Three), sedujo a James. 

Tan así fue que LeBron se lo llevó a Cleveland cuando se fue de Miami y siguieron como compañeros hasta que Jones se retiró en el 2017 con 36 años. "Fue el mejor compañero que tuve en toda mi vida", declaro James sobre él en su momento. Siendo un jugador del montón, que ganó un dinero importante (casi 26 millones de dólares en su carrera), encontró trabajo rápido: un mes después de perder 4-1 la final contra los Warriors, fichó como vicepresidente de operaciones de Phoenix Suns.

No parecía un trabajo demasiado atractivo. Los Suns, de ser grandes protagonistas en los 2000 con Steve Nash, Amare Stoudemire y demás, habían sido 28º en la 2015/16 y 29º en la 2016/17, no alcanzando en ninguna de las dos temporadas 25 partidos ganados. Eso generó que, tras una tercera campaña espantosa (30º en la 2017/18, el peor de todos los equipos NBA), volara por los aires el general manager, Ryan McDonough. 

Jones quedó como GM interino junto con Trevor Bukstein y el 19 de abril de 2019 lo confirmaron en el cargo, a pesar de que en ese 2018/19 se llegó al piso: récord de 19-63. "Acepté este trabajo diciendo que sería un desafío para mí ayudar a los jóvenes que están aquí en Phoenix, haciendo todo lo posible para ver su éxito y vivir su sueño", dijo Jones hace poco en una entrevista con AP. “Eso se convirtió en mi motivación. Entonces, cuando comenzamos el trabajo de cambiar la cultura de la franquicia, fue más como, 'Oye, esto no se trata de que vayamos a tratar de encontrar jugadores que puedan hacernos volver a ser. Se trata de tomar a los jugadores que tenemos y ayudarlos a crecer". 

Entonces se dedicó a mover piezas con arte, un objetivo y algo de tiempo, aunque tantas malas campañas seguidas no otorgaban mucho. Una de las primeras negociaciones que hizo fue mandar a Trevor Ariza a Washington por Kelly Oubre y Austin Rivers. Todavía era interino. A los 3 días que asumió como GM, echó al esloveno Igor Kokoskov como coach y dos semanas después fichó a Monty Williams. Luego se trajo de Minnesota en un canje a Cameron Johnson y Dario Saric. Fichó a Ricky Rubio, renovó contratos y armó la jugada maestra: metió a varios en una bolsa y los dio a todos por Chris Paul, en noviembre del año pasado, luego de la burbuja. 

Esa burbuja fue, quizá, el comienzo del cambio. Si bien el equipo no había tenido una serie regular despampanante (34-39), sí había sido digna. Pero en la burbuja clavó 8-0 y se quedó a nada de meterse en el play-in para jugar los playoffs. Explotó Devin Booker, se empezó a ver la mano de Williams, la química que había sin súper estrellas (ahora Booker lo es), con Ayton cada vez más completo, con arribos que encajaron como piezas funcionales (Payne) y sacándose las que ya no servían para esta nueva etapa. 

Paul fue el único caso en el que fueron por un peso pesado para agregar a un equipo joven con talento. Después Jones le sumó rápidamente otros fichajes elegidos milimétricamente: Jae Crowder, antes del inicio del torneo, y Torrey Craig en marzo de este año. El resultado está a la vista: tuvo un récord de 51-21, el segundo mejor de la 2020/21 de la NBA, sacó de la cancha a los Lakers de LeBron 4-2 en primera ronda, barrió a Denver 4-0 en la segunda y espera por Utah o los Clippers. 

A esta altura, nadie les puede sacar el sueño del anillo de encima. Algo que los Suns nunca consiguieron en su historia, ni siquiera en los años dorados de los 70 (Alvan Adams y un tal Pat Riley jugaban en el equipo), los 90 (Barkley y Kevin Johnson) o los 2000 (Nash y Stoudemire). No se necesitaba tanto dinero para volver a estar arriba. Se necesitaba una mente abierta. Y la consiguieron con James Jones. El shooter que, jugando, sabía que solo tenía que esperar para disparar. 

Fuente: 
AP

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