Informe

El estilo de conducción soviético/yugoslavo, en retirada

08:45 20/11/2022 | Durante décadas dominó el formato de cómo liderar en Europa y el mundo, pero los tiempos cambiaron y el sistema se extingue.

Ivanovic, Saras, Obradovic e Ivkovic, entrelazados por la historia

A partir del regreso a las canchas de Dusko Ivanovic esta semana con el Estrella Roja de Belgrao y algunas repercusiones entre exjugadores suyos, nos pusimos a revisar un poco la historia de los últimos 40 años (o más), en los que sistemas de conducción como el del montenegrino dominaron la escena europea y mundial, teniendo mucha relación con la realidad política del planeta en cada época. 

Durante los tiempos en los que la NBA no se sumó al básquet FIBA, el básquetbol mundial estuvo dominado claramente por dos potencias que, como tal, ya no existen: la Unión Soviética y Yugoslavia. Ambas, relacionadas entre sí, aunque el Mariscal Tito fue lo suficientemente vivo para no quedar tan sometido bajo el ala soviética como otros vecinos, aunque sí dependiera económica y militarmente. 

Esa época global se caracterizó por dos bandos bien diferenciados: uno capitalista occidental liderado por Estados Unidos (con poca relación en el básquetbol con el resto del mundo) con pocos representantes importantes en el alto nivel mundial en el básquet, y otro comunista, con la URSS como gran representante, más un buen número de satélites, entre los que estaba Yugoslavia. 

Esto provocó que predominara y se hiciera fuerte un estilo de conducción autoritario, casi militar, que en el rubro entrenadores tuvo muchos más representantes del lado yugoslavo que del soviético, donde casi todo se centró en el todopoderoso Aleksander Gomelski, DT de la URSS y del implacable CSKA, el equipo del ejército. 

Por el lado yugoslavo, hubo decenas, pero todos con una línea parecida de mando: absolutamente vertical, sin debate ni posibilidad alguna de diálogo jugador-entrenador: Ranko Zeravica, Mirko Novosel, Aleksandar Nikolic, Kresimir Cosic y más. La forma podría resumirse en: mano dura, entrenamientos a morir, pocas libertades y esquema rígido. Era lógico. Así habían vivido sus vidas fuera del básquet, en un regimen donde la libertad, la democracia y el debate valían poco. 

El éxito deportivo de estos equipos hizo que sus representantes se exportaran a toda Europa y fueran el tipo buscado por los poderosos. Así, durante muchos años, los originales y sus discípulos (por origen o por convicción), coparon el mapa. Entonces entraron en el juego entrenadores de otros países, pero con ese mismo ideario, como Ettore Messina como figura rutilante. Ettore fue el entrenador más importante de Europa al menos durante 10 años, desde 1997 al 2008, en donde ganó 4 Euroligas, 2 con Virtus Bologna y 2 con CSKA. Estilo rígido. Sostenido en parte en el miedo del jugador hacia su jefe. Implacable. 

Probablemente ese período fue el de mayor auge de ese estilo, con Dusan Ivkovic, Dusko Ivanovic, Boza Maljkovic y, empezando ya la transición, el número uno de este siglo, Zeljko Obradovic. El actual entrenador del Partizán, podríamos decir, es tan inteligente que supo domar su propia educación con los cambios que se fueron dando en el mundo, que en apenas dos años vio desaparecer a ambas potencias: Unión Soviética y Yugoslavia (1991-1992). Justamente la guerra de los Balcanes también terminó teniendo enorme incidencia en el carácter y forma de manejarse de los oriundos de los países implicados. Una guerra nunca es gratis. 

Obradovic nunca pudo deshacerse de sus raíces y siguió con el estilo bravucón, de exponer a sus jugadores, pero al mismo tiempo fue acomodándose al mejor trato en el día a día, por eso es difícil encontrar a ex que lo critiquen. No pasa lo mismo con el resto, como quedó evidente esta semana con Ivanovic y algunos ex (Fontecchio, Stauskas, Baldwin), con el propio Dusko burlándose cuando trascendió que su primera práctica con el Estrella Roja fue de 5 horas: "No es cierto, fueron 6 horas y media". 

Otro que está en el ojo de la tormenta por seguir insistiendo con este formato en retirada es Saras Jasikevicius. Aunque es difícil a veces poner en perspectiva algunas cosas, Saras se crió en el sistema soviético de plena guerra fría (nació en 1976 en Lituania), y evidentemente mamó un sistema que le quedó y que no pudo adecuar, pese a ser Lituania siempre un país más abierto y que, de hecho, fue de los primeros en independizarse de la Unión Soviética. 

El coach del Barcelona se gana día a día algún problema por esa forma de conducir y de tratar a sus dirigidos, que intenta ser como la de Obradovic actual (Saras jugó varios años para Zeljko) pero termina siendo una mala copia. Porque Obradovic cimentó su crecimiento con éxitos, y Jasikevicius por ahora viene sumando más fracasos que logros. 

Mención especial para dos casos en distintos lugares del mundo: Bobby Knight y Rubén Magnano. Knight fue el representante máximo de ese estilo soviético-yugoslavo en el mundo universitario. Durísimo, físicamente gigante, imponía respeto desde el autoritarismo. Con sus dirigidos, con los árbitros, con la prensa. Imágenes suyas tirando una silla al campo de juego por una protesta o diciendo en una clínica argentina que diría algo que todos iban a estar de acuerdo: "Todos los jugadores son unos hijos de puta", no sorprendían.

Coronó su estilo diciendo alguna vez: "Cuando muera, solo quiero que me entierren boca abajo para que así todos aquellos que me odien puedan venir a besarme el culo". Inmodificable. No le interesaba tampoco. De hecho, la Universidad de Indiana lo despidió en el año 2000 por sus malos tratos, luego de hacerse pública una imagen en donde tomaba del cuello a uno de sus jugadores. 

Por último, ponemos a nuestro Rubén Magnano. El cordobés durante mucho tiempo se manejó con ese estilo de exigencia al máximo, que le dio muy buenos resultados, al punto de ser el único DT no estadounidense, ni soviético ni yugoslavo campeón olímpico. Sus maneras fueron quedando en desuso quizá y tanto en Brasil, como ahora en Uruguay, él las mantiene. Es un convencido y está bien. Muere en su ley. Igual, no es el mismo de hace 25 años. Como tampoco Ivanovic. Algo han cambiado. 

Uno de los mejores ejemplos de lo que avanzó el mundo del deporte profesional en el manejo de sus atletas es Dimitris Itoudis. Formado durante casi una década como asistente de Obradovic, le tocó reemplazar a Messina en el CSKA en el 2014, y lo hizo con un estilo moderno, democrático, sin estredencias. Es uno de los jóvenes que mejor captó el nuevo escenario mundial. Pablo Laso, hasta el año pasado, fue otro caso similar. Quizá incluso más impactante, por el peso de manejar al Real Madrid, el club más importante del mundo. Todavía no son mayoría, pero el cambio de mando está bien claro. Y, quizá en el puesto 1, el italiano Sergio Scariolo, un maestro en el arte del manejo de personalidades variadas. Y de cómo convencerlos en seguirlo. 

La realidad es que el mundo general es otro, la conexión e interacción entre las personas es distinta, los jóvenes se crían en otra libertad y ya casi nadie acepta o está abierto a ser sometido a maltrato por temas laborales, donde está incluido el deporte. Es más, el cambio se ha producido de arriba hacia abajo, en este tsunami (positivo), en donde las mujeres, los gays y demás segmentos postergados o discriminados, consiguieron empoderarse. Los clubes, las federaciones, ya no quieren exhibir ese tipo de conductores. Les escapan. El mundo es otro y las facilidades para darse cuenta y adaptarse son enormes. Sin embargo, siempre habrá aquellos que elijan seguir por su camino. A la larga, están en todo su derecho también, aunque con el alto riesgo de caminar solos. 

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