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La ecuación cambió y los números son contundentes: solo 106 jugadores se declararon tempranamente al draft de la NBA 2025, el número más bajo desde 2015, muy lejos de los 353 de 2021, antes de que se implementara el sistema NIL (Nombre, Imagen y Semejanzas). Desde que los atletas universitarios pueden ganar dinero legalmente por su imagen, muchos prefieren quedarse. ¿Para qué irse, si en la NCAA ahora también hay millones?

Hoy, hay universidades que pagan hasta $10 millones de dólares por año en sueldos NIL para sus planteles, con contratos individuales que superan lo que cobraría un novato NBA. Por ejemplo, el pick #28 del draft ganará $2.8 millones, pero Robert Wright III firmó un acuerdo de $3 millones con BYU, y J.T. Toppin decidió seguir en Texas Tech tras recibir $4 millones. No son casos aislados: la NCAA se volvió una liga profesional sin título oficial.

Además, hay jugadores que usan el draft como una herramienta de presión: se presentan, tantean el terreno y vuelven a la universidad con contratos mejores. Ya no se trata solo de cumplir un sueño o dar el salto al profesionalismo: el objetivo también es maximizar ingresos, y para muchos, eso significa quedarse donde están. La baja de presentaciones adelantadas ha sido una imagen de impacto. La curva va de los mencionados 353 del 2021, a 283 en 2022, luego 242 en 2023, 195 en 2024 y los actuales 106.

La tendencia es clara: mientras el NIL siga creciendo, la NBA tendrá que competir no solo con otras ligas, sino con su propia antesala. La universidad ya no es solo formativa: también es un destino lucrativo. Y para los jóvenes talentos, hoy más que nunca, vale preguntarse si realmente conviene irse. La presencia demorada, pero al final confirmada de Cooper Flagg almenos dice que para los grandes talentos, la NBA sigue siendo el gran escenario.