NBA 2019/20

Danny Ainge, uno de los mejores gerentes generales de la NBA

17:55 01/03/2020 | El gerente general de Boston Celtics es conocido por su capacidad para valorizar jugadores. Bajo su ala Boston volvió a ser el grande de siempre.

Ainge viene siendo exitoso en Celtics (Foto: NBA)

“Encontraremos un camino… y si no, lo crearemos“, le dijo Aníbal Barca, el general del ejército cartaginés, a sus tropas mientras se encontraban ante la utópica misión de cruzar los Alpes con apenas 80.000 hombres y 37 elefantes de guerra. Era el año 218 a.C. y en el ínterin tuvo lugar la Segunda Guerra Púnica, en el que se enfrentaron las dos potencias que en ese entonces dominaban el Mediterráneo occidental: Roma y Cartago. 
Cumpliendo un juramento que Aníbal le había hecho a su padre Amílcar y ante la sensación de que sus tropas no tenían la mínima esperanza de cumplir con lo cometido, el joven comandante soltó la inspiradora frase que sirvió de arenga para que sus dirigidos comenzasen a creer, a ser conscientes de la hazaña que meses después lograrían. Al llegar la primavera, los de Cartago llegaron a la península italiana, en donde encontrarían un sinfín de batallas, las cuales siempre supieron vencer para tomar las ciudades por asalto, una por una, siempre de sorpresa y antes de que todos despierten. 

Al igual que Aníbal, Danny Ainge llegó a Boston Celtics tras 20 años de fracasos y pérdidas, en las cuales parecía inverosímil que los verdes volviesen a ser alguna vez contendientes al título de la competición de baloncesto más importante del mundo. Sin embargo, el mánager general se adaptó a los recursos que poseía, supo mover de manera correcta las fichas indicadas y, sólo cinco años después de su contratación, puso al equipo en el lugar que siempre supo estar, coronándose campeones y construyendo un legado ganador que se mantiene hasta el día de hoy. 

En su periplo no le tembló la mano para traspasar a jugadores emblema del equipo, como Kevin Garnett, Paul Pierce o Rajon Rondo, a cambio de futuras elecciones del draft y confió en sus instintos al apostar por algo mejor de lo ya establecido, como en el caso de Isaiah Thomas, quien supo guiar al equipo a tres postemporadas consecutivas, mientras se transformaba en el anotador más prolifero desde que Larry Bird llevaba puestos los pantalones verdes con su larga melena rubia. 

Algún tiempo atrás 

Tras una década viviendo en las sombras de las proezas erigidas por los Celtics de los ochenta, Danny Ainge llegaba al equipo en periodo de post guerra, encontrándose con una ciudad despedaza por lo que alguna vez supo ser. Los resultados no se adaptaban a lo que necesitaba una franquicia que sólo conocía lo que era vencer y había escasos materiales para revertir la situación. 

Pese a las adversidades, y con un nuevo cambio en la directiva, Danny fue ascendido al puesto de general manager luego del despido de Chris Wallace, quien le había enseñado como manejarse en el mundo de los negocios. Inmediatamente, el nuevo gerente trasladó la pasión con la que siempre se caracterizó en la cancha para aplicarla en la mesa con los trajeados. No le tembló el pulso para traspasar a Antoine Walker (una de las estrellas del equipo) y completó una limpieza tal que fue Paul Pierce el único que se salvó del baño. 

En la primera temporada completa con Ainge al mando, los resultados no acompañaron y el entrenador principal, Jim O´Brien, dimitió a mitad de año. Luego, le tocó el turno a John Carroll, a quien también le quedó grande el saco y, tras haber sido eliminados en primera ronda de playoffs, llegó el turno de nombre nuevo en los banquillos norteamericanos. Su nombre era Doc Rivers y en su cv tenía apenas cuatro años de experiencia en su periplo (sin pena ni gloria) con Orlando Magic. 

Durante las dos temporadas siguientes la flor continuaba siendo regada, pero la semilla no podía crecer y las elecciones del draft seguían imberbes. A esto se le sumaba una nueva lesión de Paul Pierce, su principal estrella, la cual multiplicó las deficiencias en la formación y dirección de una plantilla que venía de mal en peor, causando la obtención de tan sólo 24 victorias en la 2006-2007. 

Ultimátum 

Después de tantas complicaciones, la luz no parecía sobresalir al final del túnel y fue el mismo Pierce quien, ante los rumores de su traspaso, pidió explicaciones a Ainge. Finalmente, Danny mantuvo al número 34 tenía para decir y en la noche del draft 2007 canjeó a Delonte West, Wally Szczerbiak y la elección número cinco de ese año por el jugador franquicia de Seattle Supersonics, Ray Allen. 

Además, en julio de ese mismo año, Ainge logró otro traspaso al enviar a Al Jefferson, Sebastian Telfair, Ryan Gomes, Gerald Green, Theo Ratliff y dos futuras elecciones de draft a cambio de Kevin Garnett, uno de los mejores jugadores interiores de todos los tiempos. 

Con la llegada de Ray Allen, Kevin Garnett y una serie de jugadores de rol del calibre de Sam Cassell, James Posey y Eddie House, más la calidad de Paul Pierce, y unos jóvenes con licencia para matar como Rajon Rondo, Tony Allen y Kendrick Perkins, los Celtics de la temporada 2007-2008 se convirtieron en el mejor equipo por antonomasia de la NBA. Se quedaron con el mejor récord entre los 30 equipos (66-16) y se coronaron campeones del mundo tras derrotar a Los Angeles Lakers en una serie que dominaron con autoridad (4-2), desplegando un baloncesto excelso que rozaba la perfección en ambos costados de la cancha. 

Luego de casi una década en el Olimpo del baloncesto, compitiendo al más alto nivel, con un grupo de amigos que estaba por encima de todo, los Celtics comenzaron a languidecer y la veteranía empezó a pasar factura. Las lesiones y los minutos dosificados se apoderaron de la plantilla verde y tanto Garnett como Pierce, Allen y Rondo debieron perderse partidos en consecuencia. Finalmente, una derrota en primera ronda en la temporada 2012-2013 frente a New York Knicks (4-2) terminó siendo la gota que rebasó el vaso y la reconstrucción era nuevamente inminente. 

A todo o nada 

Dicen que lo más difícil es decirle adiós a quien se amó, que las despedidas son esos dolores dulces y que nada es más aventurado que volver a empezar. Sin embargo, Danny Ainge dejó los sentimientos de lado e ideó un plan para mantener la combatividad, dejando sentado que el equipo está por encima de todo y que nadie ni nada es más importante que Boston Celtics. 

Con cabeza fría y a pesar de las proezas logradas, el gerente general dejó ir a Doc Rivers y contrató a Brad Stevens, quien no contaba con experiencia NBA, pero que había tenido grandes desempeños en la Universidad de Butler, en la cual se convirtió en el primer entrenador en llevar al equipo a un Final Four de la NCAA. Luego, Paul Pierce, Kevin Garnett y Jason Terry fueron traspasados a Brooklyn Nets, a cambio de Gerald Wallace, Kris HumphriesMarShon Brooks, Keith Bogans y Kris Joseph, además de tres futuras elecciones del draft que los de la Gran Manzana todavía se lamentan hasta el día de hoy de haber aceptado. 

En la temporada 2013-2014, con Stevens al mando de la nave por primera vez, los Celtics finalizaron su participación consiguiendo apenas 25 victorias 57 derrotas. Pese a ello, la confianza en Brad era absoluta y todos confiaban en el proceso. Después, la construcción vía draft volvía a ser importante y, en mayo de ese último año, el nombre de Marcus Smart era pronunciado por la suave voz de Adam Silver. 

El siguiente periodo estival tampoco fue bueno, el equipo no encontraba rumbo y “el loco de los traspasos” tenía que volver a tomar una decisión. Sorprendentemente, Ainge puso de nuevo a la franquicia por encima de todo y canjeó a Rajon Rondo, el único integrante del campeonato conseguido en el 2008 que quedaba en la plantilla. Gracias a su partida llegó un especialista defensivo Jae Crowder, el confiable base Jameer Nelson, el atlético interno Brendan Wright y una serie de rondas de draft. 

Finalmente, el arribo de jugadores como Tyler Zeller e Isaiah Thomas causó inmediato impacto e hizo que los Celtics tuvieran una racha muy buena, logrando la clasificación a los playoffs 2015. Una vez allí se enfrentaron a los Cavaliers de Lebron James, en donde no pudieron frenar al rey y perdieron la serie sin siquiera ganar un partido (4-0). Sin embargo, los nuevos celtas dejaron plasmado un mensaje, una señal de que la suerte volvía a sonreírles, de que los tréboles volvían a crecer en los pastizales de Boston. 

Tanto nadar para morir en la orilla 

En la temporada 2016-2017, con nuevos integrantes y espíritu innovador, Danny armó un equipo competitivo por primera vez en más de una década y todos estaban felices. Nueve de los 15 jugadores del equipo provenían de distintos traspasos que empezaron en 2013. Además, Ainge batió el récord de selecciones en un mismo draft luego de elegir a ocho jugadores, incluido Jaylen Brown, quien es aún una de las piedras angulares del sistema de Stevens. En la agencia libre también pisaron fuerte y contrataron a Al Horford, uno de los mejores pivotes de la competencia. 

Isaiah Thomas, quien había pasado de ser uno de los armadores reservas en Phoenix Suns, veía como sus minutos y su preponderancia en la duela aumentaban. Rápidamente se convirtió en el máximo anotador del equipo y promedió 28,9 tantos por juego, logrando ser el jugador que más puntos promedió en una temporada en Boston desde el gran Larry Bird. Él era el centro del planeta verde, un intocable en el que todos confiaban gracias a su talento, que pintaba obras de arte pintadas con su indefendible zurda. 

La temporada no podía ser tan perfecta. El equipo celta terminaba primero en la Conferencia y en sus dos primeras llaves de playoffs trabajó más de la cuenta, pero eliminó a Chicago Bulls y a Washington Wizards, dos de las franquicias que le habían dado más de un dolor de cabeza en los últimos años. Sin embargo, en las finales del este estaban Lebron James y sus Cleveland Cavaliers, quienes otra vez fueron sus verdugos y les vencieron al mejor de cinco partidos, dando por terminado el año y con la sensación de que se podía jugar mejor, de que todavía faltaba algo por hacer. 

El cielo es el límite 

Con eso dicho, el loco de los traspasos sabía que tenía que provocar un nuevo huracán, un último terremoto que lo transporte a la utopía de su equipo perfecto, aquel que soñaba mientras dormitaba en su fría cama durante el invierno de Massachusetts. Gracias al negocio hecho con los Nets en el 2013, Ainge tenía en sus manos la posibilidad de elegir primero en el draft 2018, a pesar de que su franquicia había ostentando el primer puesto en la pasada temporada regular. 

Cualquiera hubiera pensado que la elección estaba cocinada y que los Celtics elegirían a su mejor postor en el sorteo. Sin embargo, Danny todavía no estaba satisfecho y, cuatro días antes del draft, provocaba otro infarto a los fanáticos celtas al traspasar a Philadelphia Sixers su pick número uno, a cambio del pick número tres en la lotería de ese mismo año. Luego, Adam Silver pronunciaba el nombre y apellido de Jayson Tatum, un alero de 2,03 proveniente de la Universidad de Duke que en su única temporada en la NCAA había promediado 16,8 puntos, 7,3 rebotes, 2,1 asistencias, 1,3 robos y 1,1 tapas en 29 partidos. 

¿El segundo paso? rompieron otra vez el mercado y contrataron a Gordon Hayward, una de las figuras de la última temporada. Pero el calvario no había terminado y Ainge tomaba otra polémica y arriesgada apuesta al traspasar a Isaiah Thomas, Jae Crowder, Ante Zizic, un pick desprotegido de primera ronda para el draft del 2018 y otro pick (de segunda ronda) para el draft del 2020 a cambio de Kyrie Irving, quien había solicitado el traspaso a Cleveland Cavaliers unos meses antes, con el deseo de conseguir un rol más protagonista. 

Con la casa en orden, Danny Ainge finalmente veía como su anhelada utopía tomaba forma. Nada podía cambiar y todo estaba bien. A pesar de una escalofriante lesión de Gordon Hayward y algunos contratiempos de Irving, Stevens y sus dirigidos se las arreglaron para llegar otra vez a las finales de la Conferencia Este. Lamentablemente, los de Boston perdieron la serie en el séptimo partido, pero lograron al fin probar a James y sus Cavaliers que los reyes también pueden sangrar y que lo mejor está por venir. 

El artífice del éxito 

Como Aníbal en su expedición a Italia, Danny Ainge no contaba con múltiples recursos para tener éxito y tuvo que valerse de su astucia e ingenio para lograrlo. Confiando en sus decisiones y en el talento de terceros, el gerente general de Boston Celtics logró engañar a todos, dando la sensación de estar perdiendo cuando en realidad estaba ganando por años y años de distancia. 

Atacando por sorpresa y anticipándose a los movimientos de sus contrincantes, Danny aplicó las filosofías de batalla del comandante de Cartago para alcanzar la tierra prometida y, mientras el resto de sus colegas desayunaban, él ya se estaba preparando la cena, soñando con la quimera de un equipo perfecto creado a base de apuestas y corazonadas. 

Porque el mundo es para los valientes, para los que se atreven a desafiarlo y a conquistarlo. Porque si hay un camino lo encontraremos… y si no, lo abriremos. 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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