Informe especial

Cinco historias de Jordan y los Bulls que no te contaron en Last Dance

09:24 23/01/2021 | Las zapatillas de Michael que jamás se prohibieron, el inicio de la mejor intro de todos los tiempos, el rol de Tim Grover y mucho más.

Jordan en Chicago

The Last Dance revolucionó las redes sociales en medio de la cuarentena, cuando un grupo de jugadores que hizo historia fue retratado durante la última temporada en el que los Bulls fueron campeones de la NBA, en la temporada 1997/98. 

Desde Michael Jordan hasta Scottie Pippen, Dennis Rodman, Phil Jackson y compañía, la banda, que por momentos parecía de rock, fue filmada y documentada en los momentos más duros y gloriosos de aquella épica campaña.

Como es habitual, muchas partes, situaciones y relatos quedaron afuera. En este artículo Básquet Plus rescató las mejores cinco historias que no se contaron en el documental que generó adeptos y críticos en todo el universo del deporte de la naranja.

La intrahistoria de la mejor intro de todos los tiempos de un equipo NBA
"¡Y ahora, la formación titular de sus Chicago Bulls!", grita con énfasis el presentador del equipo, Tommy Edwards. La paulatina y creciente sinfonía, los toros corriendo por las calles de la ciudad y los jugadores y el público entrando en calor, excitándose segundo por segundo. Una melodía sublime, un himno que permaneció y acompañó a uno de los mejores conjuntos de todos los tiempos. Michael Jordan fue la canción y la canción fue Michael Jordan. 

El tema era Sirius de The Alan Parsons Project y su irrupción provocó un quiebre en la NBA. En una época en la que las franquicias no acostumbraban a presentar desmedidamente a sus jugadores, Chicago aportó vanguardia, innovación, diversión y espectáculo. Creó una tradición que se mantiene hasta el día de hoy y todo gracias a una canción que apareció de casualidad, sin buscarla ni esperarla. 

Todo comenzó en la pretemporada de 1984, cuando Edwards recibió un llamado de las oficinas ejecutivas de Chicago Bulls. Ellos le habían comentado que habían drafteado a un espectacular jugador proveniente de North Carolina. Esa estrella era nada más ni nada menos que Michael Jordan. "Necesitamos que crees algo especial para la previa de los partidos, porque él va a ser titular y queremos que sea el último en ser anunciado", comentaron los dirigentes. 

Como todo experimento, en los inicios la situación fue de prueba y error. Primero intentó introducir a los jugadores con el tema Thriller de Michael Jackson y luego con el soundtrack de la película Miami Vice. También modificó las frases que usaba para presentar a los integrantes del equipo y amoldando sus discursos luego de cada partido, pero nada parecía satisfacerlo. 

Un tiempo después, Edwards estaba en el cine con su esposa esperando a que empiece una película cuando de repente escuchó una canción que lo conmovió. Era Sirius e inmediatamente se dijo a sí mismo: "Esto podría servir. Esta podría ser la introducción de los Bulls". 

Sin dar muchas vueltas, y con la presión de dirigentes impacientes, comenzó a utilizar la canción para presentar a Chicago Bulls. A pesar de que en los inicios no fue un éxito, el tema se metería gradualmente en el imaginario colectivo de todos los fanáticos del básquet y del deporte en general. Chicago Bulls y Michael Jordan trascendieron fronteras y llegaron a todas las pantallas del mundo, y Sirius también los acompañó y ayudó. Show, multitudes, efervescencia, agitación. Un crisol perfecto. El mejor himno de la historia, por escándalo. 

 

Tim Grover, el hombre que le permitió dar el salto definitivo a Jordan
Todo empezó en 1989, cuando el preparador físico Tim Grover vio un artículo en un diario en el que se describía con lujo de detalles cómo Detroit Pistons estaba afectando físicamente la mentalidad de Michael Jordan. El 23 estaba cansado de ser golpeado por sus rivales, especialmente por los Bad Boys de la Ciudad del Motor, pero nunca antes había tenido consistencia en el gimnasio, por lo que su cuerpo no estaba preparado para tantos choques. 

Esto encendió una luz en el cerebro de Grover, que creyó que podía ayudar a Michael. La preocupación era que él no le diera la oportunidad, ya que Michael era un hombre reacio a probar este tipo de cosas luego de que se había lesionado en un entrenamiento de pesas. Pese a ello, Tim contactó a los Bulls y eventualmente pudo dialogar con el encargado del cuerpo atlético y con el doctor del equipo. 

Tras una serie de entrevistas, Grover finalmente se reunió con Jordan. El 23 quedó impresionado por la forma en la que el preparador físico tenía diagramado su plan y por lo convincente que era. Tim detalló lo que haría para que Michael se ponga más fuerte. Esperaba que, de esa manera, pudiera evitar las lesiones constantes que venía sufriendo. A pesar de todo, el escolta se mantuvo escéptico y no creyó al 100% que un entrenador de apenas 25 años podía ayudarlo. Pero algo le llamó la atención y le dijo: "Te doy 30 días".

Inmediatamente después, Grover comenzó a aplicar su plan. La idea era que Michael aumente su fuerza muscular sin perder la mecánica de tiro ni la agilidad que lo caracterizó durante toda su carrera. La rutina consistía en tres entrenamientos diarios: práctica a la mañana, recreo para jugar al golf, práctica al mediodía, almuerzo, recreo para jugar al golf, práctica, cena y a dormir. Todos los días lo mismo, sin parar ni frenar. 

"Michael cerraba todo lo ajeno al básquet y sólo entrenaba. No había comerciales, ni tours promocionales ni eventos, sólo entrenamientos y trabajo porque sabía que quería ser mejor que todos", comentó Grover, quien utilizó la palabra Cleanear (limpiador en español) para clasificar a Jordan. Para Tim, Michael era un líder que nunca estaba satisfecho con lo que conseguía, y siempre quería más. 

Con su nuevo preparador físico, Michael Jordan estaba más motivado que nunca y finalmente en la temporada 1990/91 logró sacar a relucir su mejor versión. Fue MVP de la temporada, Chicago logró quedarse con el primer puesto por primera vez en 16 años y el equipo salió campeón de la NBA. Además, el 23 se dio el gusto de sacarse el karma de eliminar a los Pistons en playoffs, arrasándolos sin siquiera dejarles ganar un partido. 

Luego, Jordan continuó ganando anillos (cinco más), siempre al lado de su querido Tim. A su vez, Grover todavía se mantiene como uno de los entrenadores físicos más cotizados del mercado. Trabajó con Kobe Bryant y Dwyane Wade, entre otros, escribió célebres libros y se nutrió de todo lo que consiguió con Michael. Fue una relación fructífera que cambió para bien la vida de ambos. "Te doy 30 días", le dijo el escolta en 1989. Se quedó por 15 años. 

 

Las zapatillas jamás prohibidas de Michael Jordan
"Un jugador debe usar zapatillas que no sólo combinen con sus uniformes, sino que también sean iguales a las utilizadas por sus compañeros", dictaminó el comisionado de la NBA de aquel entonces, David Stern, con respecto a la polémica decisión de Nike y de Michael Jordan de utilizar las Air Jordan 1. ¿Por qué? Porque el calzado del 23 no era rojo, blanco y negro, sino rojo y negro, lo cual estaba prohibido por la liga. 

Las zapatillas de los jugadores, según las reglas de la NBA, debían ir a conjunto con el uniforme y los calzados del resto de sus compañeros. En esa época, el color predominante y genérico era el blanco, por lo que el negro por sí solo estaba netamente prohibido. Nike quería causar una revuelta y decidió a apostar por Mike como la cara de su imagen. A su vez, la misma marca fue la que se ofreció a pagar voluntariamente la multa de 5.000 dólares que sancionaría la liga por cada partido en la que Jordan usara las Air 1 negras.  

Hasta aquí todo normal. Sin embargo, el rumor de que la marca abonó dichas sumas después de cada partido nunca se comprobó y la historia detrás del relato no es más que una fábula creada para aumentar el patrimonio económico de Nike. Lo que verdaderamente sucedió es que el 18 de octubre de 1984, Michael Jordan debutó con Chicago Bulls en un partido de pretemporada en el Madison Square Garden ante New York Knicks. 

Era el escenario ideal para empezar la campaña de marketing que acompañaría al escolta llamado a ser la futura estrella de la NBA y el mundo, por lo que Nike decidió hacer una insólita estrategia: Jordan jugó con unas Air Ship negras, que estaban pintadas de manera tal que parecieran las nuevas Air Jordan 1, que saldrían recién noviembre de ese año. Fue una artimaña que les permitió ganar tiempo y también causar un aura de rebeldía alrededor de la figura de Michael. 

Esa jugada fue sublime, pero la liga no permitiría de ninguna manera que Jordan lo vuelva a hacer. Ni con las zapatillas pintadas, ni mucho menos con las Air Jordan 1. Por este motivo, los directivos de Nike y Jordan buscaron un modelo que la NBA pudiera aceptar y llegaron a la conclusión de usar unas Air Ship blancas y rojas, que fueron portadas durante toda su temporada de novato. Este calzado era perfectamente legal, por lo que la marca jamás tuvo que pagar esa multa que siempre se intentó glorificar. 

Como en los partidos oficiales no las podía usar, Michael se ponía las Air Jordan 1 cada vez que tenía la chance, siempre jugando bajo la ley marcial de que no las podía utilizar en partidos oficiales. Precisamente por eso fue que encontró una laguna legal y las vistió en el All-Star de la NBA en 1985, adonde Jordan participó del Torneo de Volcadas. La campaña de marketing para ese entonces ya era espectacular y gigante, y le había permitido a Nike volver a ser una marca protagonista del mercado, peleando a palo con Converse, que bajo sus filas tenía a Magic Johnson y Larry Bird. 

Luego de ese concurso la NBA le envió una carta a Nike, en donde prohibía rotundamente a Jordan usar las Air Jordan 1. Sin mención al Torneo de Volcadas ni a los partidos amistosos, la decisión de la liga fue rotunda y se apoyó en el código de ese periplo. Desde ese momento se comenzó a construir el mito y se agigantó el relato al antojo de la marca. Realidad o mito, verdad o mentira. La historia la cuentan los que ganan, y aquella vez lo hizo Jordan. El resto es pasajero. 

 

Johnny Bach, el especialista defensivo menos conocido de los Bulls
"No tengo miedo de ninguno de sus jugadores, pero sí de lo que hayas preparado contra nosotros"
Scottie Pippen pronuncia una frase llena de pudor. El receptor es John Bach y la temporada es la 1994/95. Son los playoffs y el especialista defensivo menos conocido de los Bulls está en la vereda de enfrente. El número 33 es un octópodo atrás, capaz de frenar a cualquier rival, en la posición que sea y cómo sea. Nada de eso importa, no sabe lo que el arquitecto le ha preparado. 

El nombre de John Bach quizás sea poco familiar para muchos, pero sí que fue importante para que los amantes del básquet en Chicago (y el mundo) consigan sus tres primeros anillos en la NBA. Fue un exjugador que se convirtió en entrenador a los 26 años, llegando incluso a disputar 34 partidos con los Celtics entre 1948 y 1949. 

El destino lo puso en los Bulls en 1986 y desde que llegó a la Ciudad del Viento fue diseñando el modelo que le permitiría a Jackson, Jordan, Pippen y compañía coronarse en la NBA. Su faro era la Doberman Defense y, por supuesto, se podrán imaginar de qué se trataba la cosa. Después de cada victoria, Johnny dibujaba un as de espadas en la mesa para representar a un rival que quedó borrado. 

No era sutil, pero ese también era el punto que quería explotar de sus dirigidos. Era un veterano de guerra que siempre hacía alusión a una de sus experiencias allí, pero con resguardo y entendiendo que un partido no era ni una pequeña parte de lo que ocurría en esas situaciones. Escenas de películas como Full Metal Jackets mezcladas con los videos de scouting, frases como “Hombres, hoy es un gran día para morir” y muchas otras situaciones más le permitieron ser uno de los más queridos del cuerpo técnico. 

Y el respeto del mejor jugador del equipo fue el principal. Sí, su sintonía con Jordan fue perfecta y dicen que ni siquiera Phil influyó tanto con Johnny. Cualquier problema que tenía Michael con el conjunto era trasladado a Bach en busca de un consejo, una solución o, simplemente, unas palabras de calma.

Hasta desarrollar el triángulo ofensivo de Tex Winter y Phil, el sistema de Bach fue nodal para encontrar estabilidad y calmar al resto. Todo lo conseguía desde lo psicológico, utilizando artimañas de la guerra para preparar a los suyos para la batalla de cada noche. 

Así llegaron los campeonatos de 1991, 1992 y 1993 hasta que unos desencuentros con Jerry Krause lo obligaron a partir. Finalmente, Johnny fue el cebo de Phil en futuras negociaciones, en las que el entrenador sacrificó a su arquitecto defensivo para que el equipo pueda tener otras mejoras, partiendo de forma definitiva en 1994. 

Obsesión, trabajo duro y dedicación, ese fue el mensaje que materializó Chicago y que creó Bach, quien falleció el 18 de enero de 2016. Su voz aún resuena y su espíritu con fuerza dice: “No estamos acá para divertirnos y jugar. Todo lo que hagas tomátelo en serio. Así es como te volvés genial”. 

 

El Dream Team de Barcelona 1992 y la historia nunca escuchada
When The Game Was Ours (Cuando el juego era nuestro) es un libro de Jackie MacMullan, que habla de la maravillosa relación entre Magic Johnson y Larry Bird. En el texto se recorren las aventuras de una las mejores rivalidades deportivas de todos los tiempos y una de las anécdotas más interesantes se da cuando el escritor relata lo que pasó en una noche del 7 de agosto de 1992, mientras ambos estaban disputando los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. 

Los niños estaban dormidos y solo quedaban algunos integrantes del equipo sentados en una mesa del hotel. La pregunta que sembró el debate la hizo Larry Bird: “¿Qué equipo de la NBA fue el mejor de todos los tiempos?”.  

Magic defendió a sus Lakers alegando que ganaron cinco títulos, Patrick Ewing sacó su carta de los Celtics de Bill Russell y Ahmad Rashad, periodista y amigo íntimo de Jordan, habló del Boston de 1986, mientras apuntaba a Larry. "Esa línea de internos de los Celtics era brutal", dijo Charles Barkley. 

Jordan, insólitamente, estaba en silencio, pero esperó que todos hablen y esbozó: "Ni siquiera vieron al mejor equipo de todos los tiempos de la NBA. Recién estoy empezando. Voy a ganar más campeonatos que todos ustedes. Les digo eso. Tengamos esta conversación una vez que haya dejado de jugar".  

Magic le dijo que no iba a ganar cinco títulos (que equivocado estaba) y Barkley que le iba a robar uno. En medio de algunas cervezas y habanos el debate continuó por unos minutos hasta que Larry dijo: "Charles, no ganaste nada. Quedás afuera de la discusión. Ahmad, lo mismo. Patrick, no tenés campeonatos en tu haber, con lo que tenés que cerrar la boca y aprender de lo que estamos hablando". 

Barkley se fue de la mesa y el resto de los mencionados por Bird se quedaron, callados, observando el debate de los tres mejores de todos los tiempos: Larry, Magic y Michael. "Siento pena por vos. Nunca vas a poseer lo que Larry y yo tuvimos. Pasamos dos semanas sin dormir sabiendo que, si cometíamos un error, el otro lo usaría en nuestra contra para ganarnos. ¿Con quién se mide cada uno?", dijo Johnson.  

Así continuó el debate entre Michael y Magic, que no estaba listo para dejar la liga en manos del majestuoso escolta de los Bulls. Todo terminó cuando Larry, con ojos tristes, le comentó a Johnson: “Ya está. Tuvimos nuestro momento. Hubo un periodo en el que nadie fue mejor que nosotros, pero eso ya no es así. Él es el mejor ahora".  

Johnson pareció entenderlo y se mantuvo en silencio.

“Pasemos la antorcha y sigamos con nuestro camino”, sentenció el 33.   

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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