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Sergio Hernández, el entrenador con más títulos en la historia del básquet argentino, guarda cientos de historias en su memoria. Sin embargo, hay una que lo acompaña con un sabor especial, no solo por lo que significó en su formación, sino por el protagonista: León Najnudel. En sus primeros años como técnico, el bahiense tuvo el privilegio —y el desafío— de enfrentarse a quien fue el padre de la Liga Nacional. Fue durante un cruce de playoffs, cuando dirigía a Sport Club Cañadense, y debió tomar una decisión forzada que terminó generando una llamada inesperada.

“Tenía un jugador increíble en esa época en la que estaba en Sport Cañada de Gómez, que se llamaba Gabriel Díaz. Podía jugar de base, de escolta y de alero”, recordó Hernández. Gaby Díaz había llegado al club en 1990 tras la frustrada negociación con el TAU Cerámica de España. Con la camiseta del equipo santafesino disputó 102 partidos en sus últimas dos temporadas como titular, promediando 15 puntos, 4.7 rebotes, 2.2 asistencias y 1.5 robos. Su perfil versátil lo convirtió en pieza clave para el equipo, e incluso integró selecciones juveniles y mayores de Argentina, participando en torneos como el Mundial Sub-22 de 1993 y el Sudamericano de 1997.

En aquella serie, un problema de lesiones lo llevó al Oveja a experimentar. “Contra León lo puse a Díaz de cuatro. Najnudel soñaba con el base de 2,00 metros, con el escolta de 2,05, etcétera. Él fue el más pesado con el tema de correr los puestos”, explicó. Pero más allá de lo táctico, lo que ocurrió después fue una lección que Hernández nunca olvidó. “Jugando contra él en playoffs, yo tengo un problema de jugadores lesionados y lo pongo a Gaby Díaz de cuatro, donde no tenía ninguna posibilidad de proyección internacional. Fue una emergencia, la verdad”.

La mañana siguiente al partido, el joven técnico recibió un llamado que lo dejó sin palabras. Del otro lado del teléfono estaba Najnudel. “León me llama a la mañana siguiente por teléfono y me dice: ‘¿Qué pasa? ¿por qué juega Gaby Díaz de cuatro?’. Yo pienso que me está retando el rival. Le comento que lo necesito de cuatro porque se me lesionaron algunos jugadores. En eso me vuelve a responder: ‘¿Y a quién carajos le importa de qué lo necesitás a Díaz? Acá lo importante es qué necesita Gaby Díaz, y qué necesita el básquet argentino, no vos’”.

Así era León. Un obsesivo de la formación, un apasionado por el futuro del deporte, un ideólogo que no toleraba desvíos en su convicción por el desarrollo integral del jugador. Comprometido hasta con los equipos rivales. Así como ofrecía las grabaciones de los últimos juegos de sus equipos para que los otros hicieran scout, llamaba y se preocupaba hasta por el cambio ajeno de un 3 a 4.