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Diario de viaje, días 9-12

Ramón, la espina malvada y los mimos de Canasta

La calor me está matando, y el ritmo del torneo también. Vuelve el diario de viaje, que promete retomar su cauce diario desde hoy.

Así, en solitario, cerramoa la fase de grupos con Chapita

Lo sé. Estoy en deuda. Lo sé. Hace días que no escribo el Diario de viaje. Mucho trabajo, básicamente, provocó este mini receso, pero estamos de vuelta para retomar el relato de lo que nos ocurre aquí en España, a este grupete reloco que convive en Sevilla desde hace una semana.

 

Justamente el tema de la convivencia es central. Los días se van sumando, somos varios en el mismo hotel, nuestras caras chocan permanentemente y, ante el menor desvío del chascarrillo a la ironía hiriente, corremos el riesgo de irnos a la banquina.

 

Es lo que ocurre en nuestro alojamiento, y no sé si no es eso lo que, inconscientemente, me ha hecho demorar el regreso al Diario de viaje. Los cruces permanentes, casi de batalla naval, con el colega Germán Beder, (a) Chapita, (a) Ramón, se están tornando por momentos inaceptables. Es un chico especial Ramón. Se deja la barba para parecer grande, pero parece más joven de lo que es. Fanático de las Melba, como su perfil de Twitter lo indica, trajo un container a España para aprovisionarse durante el Mundial. Un chico raro, para qué vamos a dar vueltas.

 

 

No siempre es una cuestión de enfrentamiento personal, aunque también ocurre, porque Ramón tiene la puteada fácil, casi nunca oportuna (una buena puteada en el momento indicado suena bien), la ironía demasiado a flor de piel (por eso pierde seguidores de Twitter en vez de sumar) y, principalmente, se ha convertido en un exasperante fanático del trabajo. Un pesado.

 

Para paliar diferencias y reencontrarnos como grupo, decidimos el día libre ir pasear por las calles de Sevilla. Mucho calor. El grupo fue conformado por: Marcelo Nogueira, Beder, el señor Marcelo Zlotogwiazda y quien les habla.

 

La idea era recorrer el casco viejo, la Giralda, los jardines del Alcázar...caminar, pasear, revivir relaciones desgastadas. En fin. Arrancamos por por el Parque María Luisa, muy bonito, pero la situación comenzó a desbordarse rápidamente.

 

Primero, por el pesimismo de Chapita, que estaba en uno de esos días para recibir un correctivo. A los 5 minutos empezó: "Va a llover Fabián". Cinco minutos después, la siguió: "Esto es un vivero". Al rato nos dimos cuenta que su ánimo estaba condicionado por un pequeño malestar gástrico, que, hay que decirlo, los compañeros Nogueira y Zloto no registraron, ya que no hubo pelotudez a la que no le hayan sacado una foto. Encima, a Zloto se le dio por comprar abanicos para sus productores, así que la historieta inicial duró bastante.

 

 

La demora en el paseo a partir de las fotos de Zloto y Marcelo, más la profesía cumplida de Ramón (llovió), hizo que recortáramos un poco el recorrido y termináramos en un barcito comiendo algo rápido, pese a la insistencia, casi insoportable, de Chapita de volver al hotel para ponerse a trabajar. Sonó casi en forma unánime un ¡¿te podés dejar de romper las pelotas?! que aplacó su intención. 

 

La jornada se iba a completar presenciando un espectáculo de flamenco en El Arenal, un lugar típico, y al que se sumó Robertito. Zloto fue el encargado de la reserva del sitio. Saladito, pero imperdible. Nos tocó al lado del tablao, en un ángulo que permitía ver casi el backstage de los músicos y bailarinas. El inicio fue chocante, porque en las dos primeras salidas, uno de los cantores, que no se percató de la vista que teníamos, se pegó un par de nariguetazos descomunales. No incidió, obviamente, en nuestra puntuación: 10/10.

 

La cena posterior no tuvo desperdicio: frente al Guadalquivir, variado de pescados, un vinito, tapitas, croquetas...un manjar. Todo venía 10 puntos, hasta que a Robertito se le trabó la espina de un boquerón y casi se nos ahoga en el mejor momento de la cena. La insensibilidad de algunos de los presentes fue definitivamente patética. 

 

No vamos a dar nombres, pero a uno de los capos de Olé lo único que le importaba era que no le vomitara encima. El mozo se tentó de risa. Una escena triste, que casi tiraba por la borda todo el trabajo del día para recuperar la armonía del equipo. Por suerte, un par de pedazos de miga, alguna palmada en la espalda, un vaso de agua y algunas lágrimas de desagote hicieron su parte y el problema se resolvió sin incidentes mayores. Incluso Robertito repitió boquerones. 

 

Los tres días finales en Sevilla transcurrieron muy tranquilos. Quizá podríamos decir que el único que viene rompiendo un poco la rutina es Juan Daniel Cisneros, (a) Canasta, que entró en la etapa de los viajes en las que se pone mimoso.

 

Y sí. Como su yerno, el Toro Palladino, es su compañero de habitación y está claro que no le da ni cinco de pelota, Canasta se apoya en el grupo sólido que siempre lo acompaña. Claro, algunos lo conocemos de hace más tiempo y, en mi caso, ya lo conozco como si fuera uno de esos tíos piolas (no es mi experiencia personal; no he tenido un tío piola precisamente), cancheros, que generan ternura.

 

El que lo conoce menos, por edad, es Chapita, entonces cae fácilmente en los reclamos de mimos de Canasta. "Chapita, ¿me ponés el Feibuc en el celu?", le pide Canasta. "Cómo no Juan", responde Chapita. Es letal. Porque atrás viene el "¿Te podés fijar Chapita que pasa que no me anda el teléfono?" y, más tarde, el "Estoy medio engripado". Chapita enseguida se preocupa: "¿Querés que busque un médico Juan?".

 

Y sí, Canasta es así. El que haya seguido este diario de viaje desde el año 2007, primera vez que compartimos habitación con él, en Las Vegas, sabe de lo que hablo. Hay que regalarle unos mimos de vez en cuando para que no extrañe tanto a Dulce y a los nietos. 

 

La estadía en Sevilla, en mi caso, termina parecido al año pasado en San Antonio. Gran caminata gran con Zloto (10 km), recorriendo la ciudad, exprimiéndolo para aprovechar la oportunidad de escuchar a un tipo con su cabeza y profesionalismo.

 

A la noche, tras el partido y la derrota, llegó el momento de despedirse del San Pablo, el estadio al que difícilmente volvamos. A metros de mi lugar de trabajo, en la tribuna de prensa, Chapita va terminando su tarea para Olé. Yo estoy en eso. Ya no queda nadie. "Confirmado, somos los dos últimos Fabián", me tira Ramón. Se nos pone la piel de gallina. Somos dos tontos sensibles. Nos fundimos en un abrazo conmovedor. Sevilla ya forma parte del pasado.

 

Fabián García (Enviado especial a Sevilla)

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En Twitter: @basquetplus