


Qué noche Teté
Hemos recibido con gran entusiasmo la llegada del tercer pasajero del indivisible grupo de Río. Teté Silva, de Cañada de Gómez, un gran valor recomendado por el auténtico Coco Mainoldi, hermano de Leo.

Riu, Riu, que beleza maminha, que bondade qui tein esta cidade...perdón, pero el portugués se me pegó de una manera increíble. Es casi mi segundo idioma ya. Por eso entienda si de vez en cuando se me mezclan términos que, a esta altura, ya casi olvidé cómo se decían en mi lengua materna.
Resulta que en la madrugada del 8 al 9 llegó el tercer habitante de nuestra humilde posada, directamente de Cañada de Gómez, el señor Alejandro Teté Silva. Cuando viajé de Buenos Aires a Río, coincidí en el vuelo con Eduardo Bazzi, de esa misma ciudad, y haciéndome el distraído le pregunté, "Eduardo, ¿conoce a Teté Silva?". "Uhh, un personaje", me contestó. La palabra tiene tantos significados que preferí no indagar en si en este caso era un elogio o una crítica.
Pues bien, llegó Teté y ya le teníamos armada la habitación. Por su altura (casi 2 metros), le reservé la cama más grande y, como un auténtico anfitrión, yo me fui al colchón inflable de dos plazas (excelentemente preparado) y dejamos las presentaciones para el día siguiente, porque ya eran las 2 de la matina. De todos modos, le advertí a Teté del pequeño problemita que tiene nuestro compañero Chori, el de los tsunamis humanos. Me miró como diciendo "no debe ser para tanto", y nos fuimos a dormir. Yo, con mis tapones naranja.
A la mañana, cuando abrí los ojos, lo primero que ví fue a un Teté un tanto abatido. "No pegué un ojo, nunca ví nada igual", fueron sus primeras palabras. Como no me gusta usar la frase "yo te avisé", le recomendé una farmacia para comprar unos tapones como los míos, y así lo hizo durante el día. Hicimos una horita de playa (mi debut) y al mediodía partí al estadio para un trío de partidazos. Teté y Chori irían juntos más tarde para Argentina.
Habíamos quedado en llevar una vianda para no tener que cocinar a las 2 de la mañana, pero finalmente Marcela, la esposa del Gallego, me invitó a cenar así que yo me fui para su departamento a saborear un pollo a la portuguesa al habitual horario de la 1.45, con lo cual no hubo mucho tiempo para la sobremesa.
Al día siguiente, ya todos más descansados tras el sueño reparador, Chori arrancó temprano para ver a Las Leonas y yo al mediodía fui a Serbia-Francia, para terminar quedándome también a Estados Unidos-Australia, que no era el plan original. Esta vez sí habíamos quedado los 3 en encontrarnos a cenar en "casa". Igual, no hay caso, pudiendo comer temprano terminamos cenando a las 12 de la noche. El menú: fideos con manteca. Una regresión a la niñez, pero muy práctico para una comida de 3 varones en un depto.
Como confirma la foto de este artículo, este servidor se hizo cargo de la cocción. Salieron bien al dente, como me gustan, y como no sé hacerlos de otra manera. Teté, a todo esto, me había sorprendido por la tarde con 2 o 3 acciones de camaradería: barrió el departamento, compró comida (de más incluso) y llevó ropa, toallones y demás al lavadero. Ya justificó su presencia.
A la cena solo le faltó un vino (bueno sería demasiado) y un bombón escocés de postre, pero no nos podemos quejar. En Río, en los Juegos, y con dos compañeros de primera. Estamos como queremos.
Enviado especial a Río de Janeiro, Brasil
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