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A lo largo de la historia de la NBA, las lesiones en los playoffs han marcado drásticamente el destino de muchos equipos. En la temporada 2024-25, los Celtics aspiraban a repetir el título, pero la rotura del tendón de Aquiles de Jayson Tatum en la segunda ronda ante los Knicks terminó de liquidar la serie. Lo mismo ocurrió con Stephen Curry, cuya lesión en el tendón de la corva debilitó a los Warriors ante los Timberwolves. También pasó algo parecido con Damian Lillard que sufrió una grave lesión en el cuarto partido ante los Pacers, truncando las esperanzas de Milwaukee.

Estas tragedias no son nuevas en la liga. En 2012, Derrick Rose, MVP de la temporada anterior, sufrió una rotura del ligamento cruzado en el primer partido de los playoffs, lo que arruinó las aspiraciones de los Bulls y cambió el rumbo de su carrera. Algo similar ocurrió con los Warriors en las Finales de 2019: Kevin Durant se rompió el tendón de Aquiles en el Juego 5, y en el siguiente partido Klay Thompson sufrió una rotura de ligamento cruzado, dejando al equipo vulnerable ante los Raptors, que se coronaron campeones.

Otras estrellas también vivieron momentos críticos. En 2021, Anthony Davis se lesionó en plena serie contra los Suns, lo que dejó a los Lakers sin poder de respuesta en su intento por revalidar el campeonato. En 2017, Kawhi Leonard parecía liderar una posible hazaña con los Spurs ante los Warriors, pero una lesión en el tobillo tras una polémica jugada con Zaza Pachulia desmoronó las esperanzas de San Antonio.

Finalmente, hay casos como el de Jalen Brunson, quien con los Knicks en 2024 sufrió una fractura de mano en el séptimo partido de la segunda ronda, y Kendrick Perkins en 2010, cuya ausencia en el Juego 7 de las Finales permitió a los Lakers dominar los tableros y quedarse con el título. Estas historias refuerzan la amarga verdad de que, en los playoffs, las lesiones pueden ser tan decisivas como el talento.